El derbi sevillano

El Betis-Sevilla y su presentación: El factor 19

  • Caparrós ha revitalizado la moral de su Sevilla, pero el Betis cuenta con una vuelta menos en sus piernas

Abril acabó con justificada fiesta en verdiblanco, que jugar la Liga Europa debe ser motivo de orgullo y felicidad para el bético, mientras en la otra acera la caída en vertical daba con Vincenzo Montella en la calle, previo suculento pago, y Pepe Castro atravesaba sus días más espinosos en el sillón de Ramón Sánchez-Pizjuán. Apenas diez días después, los vasos comunicantes han nivelado las sensaciones. En verde se ha atemperado esa efervescencia mientras que en rojo, Caparrós ha elevado la temperatura hasta burbujear. El caso es que, siendo favorito el Betis por varios factores, se anuncia un derbi más incierto de lo previsto. Con más salsa. Y un buen puñado de picante.

Cuentarrevoluciones

Contagiado por el justificado júbilo de la hinchada, poco después del 3-5 de la primera vuelta, Lorenzo Serra obsequió a su gente con aquello de "dije que esta temporada iba a haber derbi, y me equivoqué". También a Haro le faltó tiempo para proclamar la supremacía de su Betis en la ciudad la noche en que visó el pasaporte europeo ante el Málaga. En todos los barrios venden picante. Y Caparrós también lo compra y esparce con generosidad. "El vecino está contento por jugar una competición en la que el Sevilla es el rey", soltó el utrerano en la sala de prensa del Sánchez-Pizjuán tras ganarle al Madrid.

Serra y Haro han recuperado para el Betis ese veneno de saber decir a su afición lo que quiere escuchar, lo que le estimula el orgullo y le hace esbozar una sonrisa maliciosa y cómplice. En el Sevilla faltaba ese adalid del populismo y ha vuelto Caparrós para blandir la espada con determinación.

El resultado de la primera vuelta, el subidón bético de la segunda vuelta, la respuesta sevillista de los últimos partidos y esa referida incontinencia verbal de unos y otros han supuesto galones y galones del mejor combustible y el cuentarrevoluciones de este derbi se ha disparado.

En los derbis siempre hubo una excitación especial. Y éste se anuncia de órdago. Por si le hiciera falta algo, acompañará hasta la climatología. A las seis y media de la tarde hará cerca de 30 grados en la grada. Ni un perejil le faltará al ardiente guiso.

La barra de energía

¿Y esa sobreexcitación a quién puede beneficiar más? La clave está en la dicotomía piernas- mente. El Betis disfruta de una ventaja primordial sobre todas las demás: ha disputado una vuelta menos que el Sevilla esta temporada. El equipo de Setién acumula 36 partidos de Liga más sus dos de Copa ante el Cádiz. Total, 38. El Sevilla, por su parte, ha jugado los 36 de Liga, más 12 de Liga de Campeones y los 9 de Copa del Rey. Total, 57. Diecinueve encuentros más. Una diferencia sustancial.

De lado sevillista, Lenglet ha jugado 52 partidos oficiales esta temporada; Sarabia, 51; Banega, 49. De lado bético, los que más han jugado han sido Joaquín (34 partidos), Fabián (33) y Mandi (33).

A ese factor 19 hay que añadirle dos matices más que sonríen a los intereses verdiblancos: la desastrosa estrategia de Montella de concentrar los esfuerzos en un grueso de 13-14 jugadores, más el reciente esfuerzo de los sevillistas ante el Real Madrid.

La barra de energía de la Play Station de uno y otro aconseja a Quique Setién a meterle toda la tralla posible al partido. A imprimir un alto ritmo y llevar la iniciativa para que los de rojo corran y corran tras la pelota.

Caparrós ha tardado poco en comprobar que su plantilla está cogida con alfileres y ha reaccionado tirando de piernas más frescas, como son las de Layún, Sandro o Roque Mesa, aunque en el caso de éste, su marginación con Montella lo ha conducido al lado opuesto a Banega: el canario necesita minutos para coger ritmo.

Los sevillistas llegaron a la última media hora de juego ante la Real y el Madrid con síntomas de cansancio, pero como iban por delante en el marcador, se armaron atrás con esas dos líneas caparrosianas tan juntas e intensas. Distinto sería que en Heliópolis afrontaran esa última media hora por debajo en el marcador. sangre hirviendo

Cuando tuvo que tomar las riendas y volver a enfundarse el chándal ante el marrón que dejó Montella, Joaquín Caparrós se apresuró a decir que, visto el estrechísimo margen de tiempo que tenía para enderezar el rumbo sevillista, se iba a centrar en el trabajo anímico. En pulsar la tecla para recuperar la autoestima, la fe. Y en ello está. Ha tardado poco en meterse a todos en el canasto. El primero, N’Zonzi. El francés, un verso suelto en el vestuario, terminó de quedar señalado con su espantá al acabar la infausta final de Copa. Caparrós ha sabido tirar de diplomacia para reconducir su situación de puertas para dentro y le ha devuelto su sitio. Y el galo ha respondido con dos grandes actuaciones ante Real Sociedad y Real Madrid.

Ahí está la fuerza de Caparrós. En tocar los resortes mentales. También estará insistiendo a nivel grupal en las ansias de venganza del sevillismo por ese 3-5 tan doloroso de la primera vuelta. Hasta ese amargo recuerdo lo va a llevar a su terreno para meter a la gente en la pelea. Porque el utrerano es el primero que sabe que, mientras más tintes bélicos tenga el decorado, más posibilidades tiene de salirse con la suya. Diez derbis dirigió, ganó tres, dos de ellos en Heliópolis, y sólo perdió uno, el último en la Liga 2004-05 (1-0). Precisamente el único en el que el Sevilla partía con clara ventaja, seis puntos más que el vecino a falta de cuatro jornadas. Luego, ese gol de Ricardo Oliveira cambió el rumbo de todo. Hasta el del propio Caparrós.

Éste tratará de insistir en la baza psicológica. En que el Sevilla lleva doce años sin perder en el coliseo bético. Recordará ese 0-1 de Marcos Vales sin sevillistas en las gradas. Y tratará de canalizar esas ganas de ajustar cuentas por lo del 6 de enero.

Esa 'manita'

Y es que esa manita supuso un antes y un después para el bético, cuya fidelidad inmarcesible ha sido puesta a prueba desde que en 2006 las alegrías y la plata empezaron a concentrarse en el barrio de enfrente. Ese 3-5 invistió a Quique Setién de crédito casi ilimitado para trabajar en su arriesgado pero romántico concepto de lo que es jugar al fútbol. Y el cántabro, dicho sea de paso, también ha sabido ser flexible para sacrificar alegrías por solidez. Bartra mediante, su sistema de cinco ha fraguado hasta convertir al Betis en un equipo de Champions en la segunda vuelta, en la que ha metido ya 32 puntos en el zurrón y ha regalado a los suyos una racha histórica de ocho partidos sin perder con un solo empate.

En torno a 50.000 béticos han acudido a su imponente Benito Villamarín cada jornada como el que va a una mayúscula fiesta. Y aunque sólo el Villarreal cayó allí de los equipos de la zona alta, el equipo de Setién ha brindado a los suyos momentos de fútbol de alta escuela y ha embarcado a toda la parroquia en la causa.

Mañana, los béticos prenderán una enorme hoguera verde para despedir y agradecer a su equipo la brillante temporada que le ha regalado y, de paso, achicharrar al Sevilla. Pero tras ganar al Málaga pensaban en no tener nada que perder en el derbi y lo tienen. Y los de rojo, además, se han solido manejar como el mismo diablo en ese fuego.

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