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Raza blanca, pasador

  • La irrupción de Luca Cigarini en la segunda parte del encuentro ante el Barcelona confirma la necesidad que el Sevilla tenía de un jugador de sus características y da la razón al club por la insistencia en su cesión

Tras una temporada en la que el centro del campo del Sevilla recibió todo tipo de críticas, la mayoría totalmente justificadas, el segundo tiempo que Cigarini realizó ante el Barcelona hizo respirar aliviados a los aficionados que ayer acudieron al coliseo nervionense y, por qué no decirlo, a la secretaría técnica del club.

Pero si alguien irradiaba felicidad era el centrocampista italiano. Tras una temporada en Nápoles, en la que su progresión se vio frenada, se encontró de repente siendo uno de los protagonistas del primer asalto de un título oficial, en un escenario como el Sánchez-Pizjuán y con una afición volcada con el equipo. "Ha sido todo bellísimo, estoy muy feliz con mi debut y por lo que hemos conseguido. El estadio es precioso, la afición es maravillosa...es difícil explicar con palabras lo que siento", relataba Cigarini al finalizar el encuentro.

Las negociaciones para lograr su cesión se dilataron en el tiempo demasiado. Cierto es que la cesión con opción de compra que el Sevilla logró parece una fórmula redonda, sobre todo si Cigarini refrenda lo que apuntó el sábado sobre el césped.

Pero no es menos cierto que el elegido para reforzar el centro del campo era Borja Valero, y que tras esfumarse esa opción, la tardanza en la incorporación del italiano hizo pensar que tampoco era la segunda opción o, al menos, que el Sevilla no las tenía todas consigo. Independientemente de los nombres, el centro del campo del Sevilla debía ser reforzado con un jugador totalmente diferente a lo que había en la plantilla y, sobre todo, que fuera capaz de surtir de balones a un par de delanteros que Antonio Álvarez tiene a su disposición y que se han entretenido durante cinco años en marcar 204 goles. Y aunque no se pueda elevar nada a definitivo, parece que Cigarini responde a ese perfil. La jugada del empate a uno es su mejor tarjeta de presentación: pasa la pelota a un compañero, la vuelve a pedir, se va de un rival y, con la cabeza levantada, sirve un pase en profundidad para que Luis Fabiano marque.

No parece un jugador fuerte, ni que tenga especial facilidad para recuperar la pelota. Tampoco parece ser un portento físico y preocupó un poco el tiempo que le duró la gasolina. Pero es un pasador, quizás con menos clase en sus botas que Romaric, pero con una diferencia abismal de velocidad de pensamiento y ejecución.

Su aportación se antoja clave el miércoles ante el Sporting de Braga, una eliminatoria que ilusiona al italiano, porque supondría su debut en la Liga de Campeones. "Lo del miércoles es muy importante porque es nuestro objetivo de la temporada, pero si jugamos como hicimos en la segunda mitad no debemos tener ningún tipo de problema. Respetamos a todo el mundo pero también somos respetados porque somos el Sevilla", afirmaba el italiano cuyo discurso, mezcla de ambición y humildad tiene pinta de calar con facilidad entre el aficionado sevillista: "El juego mejoró con mi entrada pero no fue mérito mío, porque los compañeros hicieron un gran esfuerzo y pudimos superar a un muy buen Barcelona".

Cigarini le cambió la cara al equipo durante 45 minutos. Está por ver si es capaz de mantener esa metamorfosis a lo largo de la temporada, obligando a la entidad a ejercer la opción de compra. De momento, Álvarez parece haber encontrado lo que buscaba. Cigarini: raza blanca, pasador.

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