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Sin alma no se sueña (2-2)

  • El Sevilla ve cómo se le escapa un poco más su deseo de llegar a la Champions con un partido en el que jamás dominó al Mallorca · Rakitic da rúbrica a un empate amable que pudo ser una derrota

El Sevilla se despidió un poquito más del sueño de llegar a la Champions, de alcanzar ese cuarto puesto que ahora es propiedad del Villarreal y que no parece ya a la mano de los de Manzano, en una noche en la que salió a competir sin alma, pareciéndose al equipo que disputaba las jornadas antes de la llegada de Rakitic y Medel, esos dos futbolistas que lograron cambiarle la cara a un equipo roto en la primera vuelta y que ayer volvió a su punto inicial.

 

Sólo tres días tuvo vigencia por tanto el deseo de Del Nido, que pronunció aquello de sumar 24 puntos de 24 como fórmula para cumplir el objetivo inicial de la sociedad para esta temporada. El empate en Palma de Mallorca no conduce al cierre matemático del chiringuito, pero, siendo sinceros, coloca la situación ya de un imposible que no hace falta ser muy pesimista para empezar a tener que conformarse con el premio de la Liga Europa, en cuya pelea sí está inmerso el Sevilla. Y que dure.

 

Porque el equipo de Gregorio Manzano, sin Kanoute y sin Jesús Navas, fue en el desangelado estadio Iberostar una burda réplica del que le había plantado cara al Barcelona o del que había ganado en Valencia. Se pareció más, muchísimo más, al que venció al Zaragoza hace una semana, muy desprotegido por el centro y con el santo de cara. En Palma no sumó los tres puntos como entonces y hasta estuvo más cerca de no llevarse ninguno de vuelta, pero a cambio dejó una imagen de indiferencia y de nula fe que debe provocar muy mala impresión en sus aficionados, en esos hinchas que soñaban con ver al Villarreal contra las cuerdas en Nervión dentro de muy poco. La distancia lo más que se puede reducir si hoy pierde en Mestalla es un punto, pero también pueden los amarillos elevarla a once. 

 

Pero es que en la concepción futbolística de la noche, Manzano, recibido de uñas, quizá pensó que sus ex discípulos también iban a estar de paellas e ideó un Sevilla que recordó mucho al de no hace mucho tiempo. Con el once partido en dos, le faltó haber regado el campo para que las contras del Chori Castro le hicieran más daño a su actual equipo. Pronto se vio que Medel corría de un lado a otro siguiendo a un futbolista pelado como Borja Valero, pero que se llama Sergio Tejera, y como ni Rakitic ni Romaric fijaban su zona, bastaba que el chileno se descolocara un poquito para que al área llegaran en manifestación, preferiblemente por el centro con De Guzmán y el citado Tejera, pero también por las alas. 

 

Era la falta de fe, la inconsistencia pura, la inconsistencia hecha equipo por el simple hecho de creerse más que nadie y que por tocar un par de balones en campo contrario el Mallorca se iba a poner de rodillas. Pero sin Kanoute este equipo no es nadie. Casi no hay tensión en el campo y la prueba apareció en la jugada que dio origen al primer gol, tan extraña como propia de un equipo de imberbes cadetes. Todo sucedió cuando Castro hizo una entrada a Cáceres que debió haber significado su expulsión porque ya tenía una amarilla. El uruguayo aguantaba el dolor tirado en el césped y el Mallorca echaba el balón fuera para que fuera atendido. Se suponía que el Sevilla debía devolver la posesión al rival, pero, paradójicamente, vio llegar un contragolpe en el que el que seguía a Castro era el propio Cáceres.

El gol subía al marcador y obligaba todavía más al Sevilla a pisar el campo contrario, aunque casi siempre de manera poco efectiva, sin unión y con conducciones individuales aisladas generalmente de Perotti, alguna de Capel, que tenían su réplica balear por el mismo sitio, el pasillo central que no lograba tapar un desconocido Medel. Así pudo marcar hasta dos goles más el Mallorca antes del descanso, pero Javi Varas le salvó algún uno contra uno claro a Nsue. Ni el empate de Negredo de penalti llegó a hacer que el Sevilla metiera el cuerpo en caja. Seguía siendo un pelele atrás, con Romaric y sin él, porque cuando llegó el segundo tanto de De Guzmán ya Manzano había decidido no darle importancia a ese desequilibrio interior eliminando una de las piezas del centro.

 

Rodri poco podía hacer aunque intentó unir lo poco que le llegaba. Y así, el Sevilla, cuando pasaron un par de buenas ocasiones de Capel y de Negredo, vio desfilar el segundo tiempo sin hincar el diente de verdad y tan desnudo como siempre atrás. Rakitic cazó un balón que se le escurrió a Aouate y llevó un halo de esperanza que se quebraba cada vez que se ponían delante de un salvador Javi Varas, que no fueron ni uno ni dos veces. 


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