Real madrid - sevilla · la crónica

¿Éste es el fútbol que le gusta a Unai? (7-3)

  • El Sevilla es capaz de marcarle tres goles al Real Madrid en el Santiago Bernabéu y, sin embargo, sale con una sonrojante derrota. El desastre defensivo de los sevillistas fue absoluto y de nada vale el juego ofensivo.

El Sevilla fue el perfecto actor secundario para que el Santiago Bernabéu gozara de un gran espectáculo futbolístico. Los sevillistas, dicen que con un fútbol alegre y cargado de buenas intenciones ofensivas, contribuyeron al lucimiento del Real Madrid para que Bale, Cristiano Ronaldo y Benzema se pudieran ganar los elogios de todo el mundo. Pero desde el prisma del perdedor, del equipo que recibe siete goles, nada más y nada menos que siete goles, cabe preguntarse con celeridad a qué jugó el Sevilla de Unai Emery en el Santiago Bernabéu.

Claro que la respuesta no tarda en llegar, basta con recordar los principios filosóficos futbolísticos expresados por el propio Unai Emery y refrendados posteriormente por el director deportivo del club, Monchi. El entrenador vasco dijo que prefería ganar por 4-3 que por 1-0, creo que ésos eran los guarismos, y el hombre que lo situó en el cargo repitió la misma frase sobre los pensamientos de Unai en una entrevista posterior en los medios oficiales del club nervionense. Pues muy bien, el Sevilla no ganó, está claro, pero sí marcó tres goles en el Santiago Bernabéu, incluso mandó un penalti a las nubes y hasta tuvo dos o tres oportunidades más para haberse ido a la caseta con cinco goles anotados.

En teoría eso debería bastar, y sobrar, para salir del coliseo madridista más feliz que nadie, con tres puntos y la sonrisa instalada en los rostros de todos los sevillistas para mucho tiempo. Pero no, en absoluto sería así y no lo fue porque el equipo que entrena, sí, lo entrena a diario en la ciudad deportiva, fue una verdadera verbena en defensa. En definitiva, que permitió que los locales se lo pasaran bien e hicieran disfrutar a los suyos en un extraño papel de actores secundarios dispuestos a colaborar con toda la parafernalia que rodea a los Cristiano, Bale y compañía. 

Tanto fue así que en un Sevilla que partía, en teoría, con cinco defensas en el Santiago Bernabéu, en la teoría por supuesto porque en la práctica en este Sevilla no tiene conceptos defensivos ni el portero, que ya es decir, Isco se había metido hasta la mismísima cocina en el minuto cuatro de juego sin que nadie lo llegara a hostigar siquiera. Era el primer aviso de lo que vendría después, de esa tómbola en la verbena en el que se reparten regalos para todo el mundo. Emery, insisto, había planteado el encuentro con un sistema similar al utilizado en Valladolid, pero ni los rivales eran los mismos ni los conceptos defensivos tampoco. 

Por ejemplo, ejecución del 1-0. M'Bia intenta un lanzamiento a puerta y lo hace de manera harto inocente. A partir de ese momento, el Madrid traza una contra, con cero a cero en el marcador no se olvide, y está todo el Sevilla descolocado. ¿Para qué sirve jugar con tres centrales de partida y con dos medios centro si después nadie juega con una concepción defensiva en un escenario que tanto lo exige? ¿Con Iborra y Cristóforo, por citar a los dos futbolistas que piensan más en protegerse que en atacar al menos hubiera estado garantizado que estorbarían a los madridistas en ese contragolpe? Pero no, llegada hasta el fondo de Benzema con todos fijando la posición y nadie hostigándolo, pase atrás para Bale y éste tiene tiempo para pensar en cómo debe estar a estas alturas del año Cardiff y lanzar un misil con su izquierda imposible para Beto.

Comenzaba el calvario para un Sevilla que durante la primera media hora del partido se iba a disfrazar del sparring perfecto. Sí, con muy buenas intenciones y ni una sola entrada con cierta virilidad, sin meter la pierna fuerte jamás, permitiendo el lucimiento de futbolistas que en un cuerpo a cuerpo son mucho mejores. Porque Cristiano, Bale, Benzema, Isco y todos los demás han costado muchos millones de euros y eso quiere decir algo respecto a la diferencia de calidad sobre sus rivales. Ir a buscarlos, pues, está muy bonito, recibe piropos por todos lados, pero al final conduce a recibir una goleada.

Pues el Sevilla, en esa media hora inicial, siguió con sus buenas intenciones, sin una cara áspera en su trío de centrales y recibía goles por castigo. Incluso cuando hacía una falta de mentirijilla, como la que cometió Fernando Navarro sobre Isco, era penalizado con la infracción suprema en el fútbol. Tres a cero con apenas media hora de juego y aquello ya comenzaba a amenazar con tormenta gorda y encima con una laxitud incomprensible tanto en el planteamiento inicial del entrenador como en la ejecución posterior de los futbolistas.

Pero el fútbol tiene ese punto de locura, esas cosas azarosas propias de cualquier juego, que a veces lo convierten en algo maravilloso. El horrible José Antonio Teixeira Vitienes, que antes ya se había inventado un penalti a favor del Real Madrid, también decretó una pena máxima de Sergio Ramos a Figueiras. Rakitic marcó lo que parecía que sería uno de esos goles que llaman el del honor y algunos minutos después Vitolo se inventaba una gran jugada para que Bacca anotara el tres a dos. Al descanso se llegaba con cierta incredulidad por parte sevillista, el sparring parecía querer su momento de gloria.

Y ahí, tras el intermedio, tal vez llegara una de las jugadas claves para que el rumbo fuera uno u otro. Jairo se quedó solo delante de Diego López y su disparo lo sacó el portero gallego con su pie izquierdo. Oportunidad clarísima para el empate y en la acción inmediatamente posterior el Madrid vuelve a trazar una contra sin que nadie lo estorbara en su desarrollo. Ni una falta táctica, nada, pelota franca para Benzema, que se para y tiene mucha más calidad que Jairo en la definición. Lógico.

A partir de ese instante ya todo sería la locura en el Santiago Bernabéu, el Real Madrid concedía en defensa, el Sevilla apenas acertaba salvo el golazo de Rakitic y hasta mandaba un penalti a las nubes a través del propio suizo. En cambio, sí recibía un gol detrás de otro hasta totalizar siete, siete goles encajados nada más y nada menos. Cierto que Unai Emery prefiere ganar por 4-3 mejor que por 1-0, pero la defensa es tan importante como el ataque en el fútbol. Lo contrario es una verbena, jugar a la lotería y si el rival es el Real Madrid está claro que siempre llevará más papeletas que tú para que le toque el premio. 

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