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La pesadilla conspirada en Córdoba

  • Pablo entendió que para él el Mundial es una quimera · Jesús Navas hasta quiso robarle cuota de pantalla al tacón de Guti

Ésta es la historia de una obsesión y también la demostración de cómo el fútbol puede con la timidez. Una batalla que empezó en Córdoba, sí. Porque en la ciudad califal comenzó a tomar forma la pesadilla de Pablo Hernández cuando Fernando Hierro, director deportivo o algo así de la Federación Española, mantuvo un encuentro semisecreto con el mejor extremo derecho del fútbol español. Y aquello no le sentó nada bien al jugador valencianista, que vio desde entonces amenazada muy seriamente -por no decir perdida- la posibilidad, sólo posibilidad, que tenía de estar el próximo verano en el Mundial de Suráfrica.

Porque si alguien merece jugar al lado de Xavi, Iniesta o Cesc Fábregas que milite en el Valencia no se puede llamar Pablo, sino David, ya sea Silva o Villa. Jesús Navas es la alegría del fútbol, la velocidad suspendida en el aire y en vertical al área rival. El suspiro en el regate, la sutileza en el toque de punterita para seguir corriendo ya sin oposición... El duelo no podía tener color y en cada jugada le daba la razón a Del Bosque, quien se frota las manos desde aquella cita cordobesa que se celebró tanto en Las Rozas como en Nervión.

Por poner un ejemplo, ayer un centro hacia la nada del valencianista lo recogía el palaciego en posición de lateral derecho para convertirlo en un contraataque a ritmo de vértigo y acabar ya a unos metros del área en una tarjeta amarilla a otro David que se vistió de rojo, Albelda.

Mientras, su oponente se iba apagando conforme lo iba carcomiendo la envidia. Le cerraba más veces Perotti desde atrás que Fernando Navarro de frente y buscaba el medio, queriendo parecerse lo menos posible a un Jesús Navas que lo supera ampliamente en cualquier faceta del juego en la banda. Se fue como el primer cambio de su equipo, señalado por su entrenador y escuchando una monumental bronca de parte de una afición que no le perdona cómo encajó la primera convocatoria del sevillista en el equipo nacional absoluto. Y es que la amenaza estaba gestando algo más serio. Seguramente, mientras escuchaba la pitada del Sánchez-Pizjuán, deseaba en su fuero interno que su ex equipo, el Getafe, dejara frío el miércoles este estadio.

Por eso los sentimientos son los que a menudo ganan las batallas. Y Jesús Navas tenía una obsesión guardada en su interior desde hace mucho tiempo. Sólo lo sabía su hermano Marco, espejo, confesor y clave en el cambio radical de la estrella sevillista. Hasta llegar a Córdoba ambos siguieron los pasos necesarios. Antonio Fernández, el hombre que trajo a Daniel Alves al Sevilla, fue el enlace. El paso, aunque con alguna duda incipiente, estaba dado. Después, todo se soltó. La lógica siguió su curso y gracias a todo eso nos encontramos ahora con un Jesús Navas que se atreve con todo. Porque... ¿merece similar tratamiento su taconazo en el segundo gol de Negredo que el de Guti en Riazor? Pero no lo tendrá.

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