Ponferradina 1-0 sevilla · la crónica

El precio de no ir a la verdad

  • Sin tensión La diferencia abismal de motivación entre uno y otro pone al Sevilla en desventaja con la Ponferradina en el estreno copero Derrota Un contraataque pésimamente defendido al final obliga a un esfuerzo extra en la vuelta

Todos los partidos hay que jugarlos y no sólo los que son agradables y concitan el interés de las televisiones. El Sevilla, por si tenía la intención de demostrar que había aprendido la lección de Denia, empeoró el resultado cosechado el año pasado en su estreno copero y deja la eliminatoria pendiente de un esfuerzo más, por si no tiene bastantes ya el equipo de Jiménez, en el Sánchez-Pizjuán.

El cuadro que vestía ayer de rojo no estuvo nunca en el partido que jugaba la Ponferradina en mitad de la fiesta que vivía la coqueta ciudad leonesa. Algunos de los jugadores que se alinearon como titulares le cogieron asco al encuentro desde el minuto uno y, tras hacer sufrir al Sevilla en una primera parte en la que no aguantó la presión de un rival de Segunda División B, se relajaron cuando se acercaba el final y la situación parecía ya de alguna forma controlada. El equipo de Primera se había estirado algo en la fase final del encuentro. Aunque no llegara con firmeza arriba, sí al menos daba la sensación de que el empate no se iba a escapar. Pero el fútbol demostró que la relajación no sirve ni contra un equipo que sólo ha militado en una temporada en su historia en Segunda División. En la última jugada, una contra muy mal defendida por el Sevilla acabó dando lugar a la que es ya la segunda derrota consecutiva después de una racha para la historia. Fazio peleaba y parecía lograr llevarse a su rival a la zona de Konko, cerca del córner, pero no cerró la jugada del todo, el rechace cayó al vértice del área y allí no había nadie del Sevilla. El zurdazo de Portilla al cruzarle el balón a Javi Varas sonó como un trueno en todo El Toralín. La Ponferradina había recibido el premio que había buscado toda la noche. El equipo de Jiménez, en cambio, lo que había sembrado.

Pasa todos los años que a estas alturas. La Copa se convierte en un compromiso feo para los equipos de Primera y en una fiesta para los modestos. El Sevilla se encontró demasiado pronto sufriendo ante un rival que apretaba los dientes en cada carrera y que con su presión encontraba con relativa facilidad la fórmula para merendarse el hasta hace bien poco muy elogiado sistema defensivo nervionense. Todo tenía su génesis en la falta absoluta de agresividad del dúo de medios centro elegido por Jiménez. Fazio y Romaric no tenían ni la tensión ni el sentido de la colocación que el ritmo que imponían los jugadores de la Ponferradina requería y a la portería de Javi Varas llegaron anoche más ocasiones de gol que casi en las ocho jornadas de Liga que lleva disputadas el equipo de Jiménez. Todo partía de ese déficit y se iba proyectando a zonas más conflictivas. Por ejemplo, la que frecuentaba un Konko siempre desbordado por Jonathan Valle y, la fundamental, los terrenos de los centrales, donde Squillaci y David Prieto dudaban bastante más de lo aconsejable. En la izquierda Crespo repetía el partido que tantas veces hizo la temporada pasada a contrapierna: en constante suplicio.

Y si el Sevilla se fue al descanso con el 0-0 fue gracias a Javi Varas, que refrescó la memoria a los que lo vieron durante este verano y salvó dos ocasiones claras de Irurzun haciendo gala de su especialidad, el uno contra uno. De construir fútbol el Sevilla podía decir muy poco. Romaric ni iba ni venía. Ni conectaba con Renato ni se pegaba a Fazio. De Mul, que ofreció algunos detalles en los compases iniciales, se apagó muy pronto, Armenteros poco tenía que hacer y Luis Fabiano guerreaba sin espada entre otras cosas porque Renato, el que debía ser su escudero, estaba desaparecido. No había ocasiones porque era imposible. Sólo podría contabilizarse un remate de Armenteros que fue tapado por un defensa y algún disparo lejano de De Mul. Nada más.

Jiménez intuía que a la Ponferradina se le iría acabando el gas y fue colocando piezas en el campo con la idea de que su equipo saliera de la cueva, pero le costó muchísimo. Jesús Navas salió para tratar de abrir huecos, pero el equipo local se afanaba en correr hasta la extenuación y aparecían piernas por cualquier sitio cuando el palaciego lo intentaba. Pinchaba en hueso el Sevilla y, aunque atrás Javi Varas respiraba algo mejor, la sensación no era ni mucho menos de tranquilidad total. Squillaci parecía que iba logrando que la Ponferradina retrocediera, pero el final que le tenía guardado el destino al equipo de Jiménez iba a ser cruel. El gol llegó en el momento que más duele y como castigo a dos pecados que nunca corrigió en toda la noche en defensa, falta de tensión y falta de colocación.

Ahora el Sevilla está obligado a reparar el asunto y a sortear de nuevo las dudas que se instalaron no hace mucho en la afición y en el entorno y que nunca dejan tranquilo a un Jiménez que parecía que había ganado crédito con una secuencia impresionante de resultados. Tampoco hay que poner el grito en el cielo por el resultado, sino simplemente hacer ver a algunos que todos los partidos requieren esfuerzo y motivación. Pero esto es la Copa. Siempre ha sido así.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios