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Un zurdazo de clase contra las meigas

  • Iago Aspas agradece su primera titularidad liguera con fútbol, participación en el 2-1, la roja a Casilla y varias ocasiones, incluso un tiro al poste, hasta estallar con el gol del triunfo

Dos ostentosos enfados junto al banquillo, una regañina pública de su entrenador en la previa, sólo 100 minutos en ocho apariciones ligueras y ocho goles, siete en Copa y uno en Europa, era la carta de presentación de Iago Aspas antes de su primera titularidad con el Sevilla en Primera División. El delantero gallego estaba padeciendo un extraño ostracismo. A pesar de tener muchísimo fútbol en su cabeza y de haber respondido con juego y goles en sus escasas apariciones, la predilección por Bacca, sobre todo, y Gameiro le cerraban el paso en la Liga. Ante el Espanyol, después del mensaje que le envió el sábado Emery, fue titular en lugar del intocable Bacca, y terminó siendo el héroe.

El fútbol tiene mensajes que a veces son tan inescrutables como los designios del Señor. Tuvo que ser Bacca, tantas veces tachado de egoísta, el que le diera a Iago Aspas el pase que rompió la línea del Espanyol y que el gallego aprovechó con su clase para espantar todas las meigas que se le estaban apareciendo en Nervión. Hubiera sido muy cruel que, tras el gran partido que estaba cuajando, todo quedara en un empate muy frustrante que habría dejado en nada, en el olvido de un experimento puntual, su tremenda aportación. Porque Iago Aspas hizo muchas cosas antes de estallar de júbilo, quitándose la camiseta y corriendo como quien huye de las meigas, para celebrar el 3-2. Se salvó él y salvó a su entrenador de exponerse otra vez a las críticas.

Su exquisita zurda espantó en la fracción de segundos que fue de su gran control a su disparo cruzado al poste contrario todos los hados que parecían empeñados en que se llevase otra gran decepción. El empate ante un Espanyol con uno menos desde el minuto 40, gracias a otra acción en la que el gallego mostró la sutileza de su pierna izquierda, habría sido un jarro de agua helada para él. Y para Emery también, claro.

El gallego participó en muchísimas acciones de ataque. Ve el fútbol con rapidez, tiene clase para buscar al compañero al primer toque, como hizo con Aleix Vidal en el gol de Vitolo, se ofrece para tirar desmarques y paredes en todo el frente del ataque... Huele los espacios, y ese talento podría haber sido aprovechado antes, aunque quizá no sea un delantero de referencia. La grada lo sabe y coreó su nombre antes de que marcara.

La mejor prueba de su clase fue el gol del triunfo, claro está. Pero ya en la primera mitad se topó con un soberbio Casilla en un cabezazo y en la segunda pudo cerrar el partido en dos acciones. En el minuto 64 rompió a toda la defensa con un taconazo y un pase franco a Iborra, cuyo duro disparo se fue al palo. Tres minutos después, fue él mismo quien se topó con el poste tras un desdoble con centro de Aleix Vidal. Acomodó bien su zurda, pero el balón no entró. Después tuvo su enésimo cabezazo, el más claro, en una falta lateral de Banega, pero se le fue desviado. Las meigas lo amenazaron más que nunca cuando en una contra empató el Espanyol. Pero los hados decidieron otorgar su gracia al futbolista que más lo necesitaba. Y, de paso, le evitaron a Emery un nuevo aluvión de críticas...

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