Sociedad

La Tomatina tiñe de rojo Buñol

  • La localidad valenciana sucumbe a la catarsis de una batalla hortofrutícola de 63 minutos, concienciada contra el machismo

  • 20.000 personas protagonizan el festejo

La Tomatina tiñe de rojo Buñol

La Tomatina de Buñol, la batalla hortofrutícola más famosa del verano, ha llegado a su cita un año más con 20.000 personas que durante una hora han sucumbido a una guerra festiva y sin cuartel en un río urbano de 145.000 kilos de tomate y bajo la bandera violeta de la lucha contra la violencia machista.

A falta del informe policial definitivo y de que se cierre esta tarde el protocolo de actuación, el Ayuntamiento ha valorado que no se haya registrado hasta el momento ningún incidente destacado ni contabilizado ninguna denuncia por agresión sexual.

Además del rojo, que por abundancia es el color protagonista en este día, el violeta ha supuesto el aspecto diferencial de esta septuagenaria celebración, debido a la colocación de una serie de puntos de este color a los que las personas que sufrieran acoso podían acudir para denunciar y recibir apoyo psicológico.

Además, grupos de voluntarios y miembros de la organización han lucido este año camisetas moradas con el lema #NoEsNo desde los camiones cargados de tomates.

A las 10.57 horas ha sonado el primer petardo, que sirve para marcar el comienzo de la locura y dejar paso a los siete camiones colmados de tomates que han teñido de rojo las calles de Buñol.

Entre las autoridades se encontraban la alcaldesa, Juncal Carrascosa, el presidente de la Diputación de Valencia, Toni Gaspar, y el portavoz de Compromís en el Congreso, Joan Baldoví, quien no ha dudado en subirse a uno de estos camiones para vivir la fiesta más intensamente y, según ha confesado después, se le ha pasado el tiempo "volando" entre tanta catarsis festiva.

"Lo he pasado genial, he disfrutado como un niño", ha señalado el político valenciano, quien ha agradecido la oportunidad de vivir así la fiesta y sentirse como un buñolero más.

La precisión milimétrica, sobre todo para evitar atropellos, con la que han avanzado los camiones repletos de toneladas de tomate, ha contrastado con la anarquía imperante entre la muchedumbre.

Varios participantes en la Tomatina Varios participantes en la Tomatina

Varios participantes en la Tomatina / Efe

Los vecinos también han aportado su granito de arena al desmadre general, ya que desde sus balcones arrojaban litros de agua sobre las cabezas de cuantos pasaban por debajo y que, en muchos casos, ni siquiera se percataban.

Tras 63 minutos de pura descarga de adrenalina, ha sonado el petardo que ponía fin a los lanzamientos de tomate, pero que ha sido en balde a la hora de evitar que la gente chapoteara, se restregara por el suelo o continuara con la celebración, con la ropa ya irreconocible, mientras docenas de gafas de buceo y chanclas flotaban desperdigadas por la zona.

Otras autoridades menos habituales que han asistido han sido los embajadores de Lituania y Bangladés, que han acudido en representación de una comunidad internacional que, como cada edición, ha atraído a gente de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Australia, India, Japón, Corea del Sur o Canadá, entre muchos otros.

Estas personas han podido acudir a este pueblo del interior de Valencia mucho más controladas que de costumbre, ya que no solo se regula su asistencia desde 2012, cuando casi se alcanzan los 50.000 asistentes, sino que además se han lanzado iniciativas específicas para ello.

A las 5.000 entradas gratuitas para los vecinos de Buñol, se han sumado otras 15.000 puestas a la venta para cualquiera, que han estado disponibles hasta última hora.

La Tomatina tiñe de rojo Buñol La Tomatina tiñe de rojo Buñol

La Tomatina tiñe de rojo Buñol / EFE

La Tomatina coincide con la fiesta del patrón de Buñol, san Luis Bertrán, y tiene su origen en el último miércoles de agosto en 1945, que también cayó en día 29, cuando un grupo de jóvenes buñolenses comenzó a lanzarse verduras durante una trifulca hasta que las autoridades intervinieron.

A partir de ahí, los jóvenes decidieron organizar esta peculiar batalla de forma voluntaria cada año, hasta que en 1950 fue prohibida por las autoridades y en 1957, tras unas protestas de los vecinos del municipio, reinstaurada de forma oficial.

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