Respons(h)abilidades

¿Quién tiene la culpa de la falta de responsabilidad?

  • Las Responsabilidad Social Corporativa es un ejercicio de innovación que mira al futuro, no derrocha energía buscando culpables, sino soluciones

¿Quién tiene la culpa de la falta de responsabilidad?

¿Quién tiene la culpa de la falta de responsabilidad?

“La nostalgia colectiva es peligrosa porque nos puede hacer perder el tiempo”. Esta potente frase se la escuché hace poco en conferencia a Manuel Bellido, periodista y destacado referente de la divulgación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y la Agenda 2030. Suscribo cien por cien sus palabras porque creo que mientras miramos hacia el pasado solo buscamos culpables, y así perdemos un tiempo precioso para encontrar soluciones desde la responsabilidad individual de cada uno.

Y no digo yo que no haya que buscar a los culpables de las realidades que nos amenazan. Lo que creo es que no podemos paralizarnos ahí. Mucho menos si son problemas mundiales que se agravan a la velocidad de los que estamos padeciendo ya. Por eso no resulta nada útil ver la Responsabilidad Social Corporativa como lo que hacen las empresas para compensar sus impactos o lavarse la cara, sobre todo porque no lo es. La RSC es lo que los empresarios más conscientes hacen para encontrar soluciones a futuro a la vez que sus empresas cumplen con un deber básico: ser rentables. Así que, como ciudadanos y consumidores, no busquemos culpabilidad donde lo que hay es habilidad para responder, o sea, responsHabilidad.

Si nos centramos en buscar a los culpables y no en sentirnos responsables, nunca vamos a empezar a solucionar nada. Y esto se cumple siempre sea cual sea el contexto en el que lo pongamos. En lo personal y en lo profesional. En lo concreto y en lo global. En lo cercano y en lo universal. En lo social, en lo económico y en lo ambiental. En todos. Y esa es la razón por la que me molesta mucho cuando todavía – cada vez menos veces, también es verdad- oigo que se define la RSC como lo que deben hacer las empresas para compensar el impacto que tienen con su actividad. Eso es bastante injusto en realidad, se centra en la culpa y sólo mira al pasado.

Sin embargo todos tenemos nuestra parte de culpa y también nuestra parte de responsabilidad en este juego de la convivencia social y el sistema económico. La cuestión es decidir cuál de las dos partes queremos que dirija nuestras conductas, y sentirnos culpables o responsables, que no es lo mismo.

¿De quién es la culpa?

Seguro que ustedes también han notado que últimamente se ha disparado el número de fotografías, vídeos, campañas, programas y mensajes sobre la contaminación por plásticos de nuestras playas y mares. Nos vienen por todos los canales. Parece que, al menos en esto, la concienciación sí que está creciendo rápidamente. Veremos a ver los resultados, porque depende no de las culpas, sino de las responsabilidades.

Algunas de esas muchísimas imágenes me llegaban el martes pasado por Twitter. Eran fotografías de un paquete de patatas fritas de una conocida marca que alguien había encontrado tirado en la playa de Benicàssim. La historia no tendría interés tuitero si no fuera porque el paquete tenía su precio en pesetas y anunciaba una promoción que finalizó el 30 de agosto de 1994. ¿De quién es la culpa de este peculiar anacronismo cada vez más habitual?

La primera respuesta lógica que les habrá surgido es: ¡la persona que lo tiró! Y tendrán razón. Pero entonces, en esto de buscar culpables –que se nos da genial- podríamos seguir avanzando, y culpar a la falta de educación de quien lo tiró y así, por extensión, a sus padres, ¿por qué no? Los padres siempre terminamos teniendo la culpa de algo… O quizás nos podríamos acordar de la calidad del servicio de limpieza de allí donde el paquete en cuestión empezara a caminar, que quizás ni siquiera haya sido en Benicàssim. Y no podemos obviar al Estado en esta búsqueda de la culpabilidad de 25 años, eso nunca, por ejemplo por la falta de inversión en concienciación social o en educación o, como mínimo, en más papeleras y más accesibles en las playas. Y por supuesto, ya que estamos, cómo no recordar la culpabilidad de la marca en cuestión, que ya podría haber hecho el envoltorio de sus patatas con un material más amigable con el planeta. Espero haber logrado transmitir el tono irónico que pretendía especialmente en esta última frase.

Así que puestos a buscar culpas, por qué no acusar a quienes posiblemente vieron al primer culpable tirando el paquete sin llamarle la atención; o a todos los que durante 25 años han visto esa bolsa de patatas vacía recorriendo mundo sin recogerla y desecharla adecuadamente. Culpables hay muchos. Lo que pasa es que, si nos centramos en la culpa, estamos mirando en todo momento al pasado.

Un enfoque desde la responsabilidad

La diferencia fundamental radicaría por tanto en mirar al futuro, y sentirnos responsables, más bien responshábiles, poniendo en juego actitudes proactivas desde todos los segmentos sociales: organizaciones públicas y privadas, pero sobre todo, desde la ciudadanía.

Si lo estuviéramos haciendo desde hace 25 años, y hubiéramos puesto en juego nuestra habilidad individual y colectiva para responder de forma proactiva, posiblemente el paquete de patatas de Benicàssim no habría recorrido tanto mundo, porque alguien lo habría recogido antes. También nos daría mucha más vergüenza tirar o dejar basura en la playa, porque nos habrían llamado muchas veces ya la atención. Quizás, incluso, la marca de aperitivos salados en cuestión habría invertido antes en investigación e innovación para sustituir el material de sus bolsas, porque habríamos elegido mejor en nuestras compras.

Después de todo esto y desde esta nueva perspectiva, vuelvan al titular y piensen: ¿quién tiene la culpa de la falta de responsabilidad? De la mía yo, pero de la suya es usted.

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