Sociedad

El peligroso mercado del fitness y las verdades sobre lo que nos venden como vida saludable

  • El beneficio del ejercicio físico se obtiene de la intensidad con la que se realiza y no de la cantidad

  • Según un estudio de la Universidad de Sidney, las personas que levantan pesas reducen un 23% el riesgo de muerte prematura y un 31% la probabilidad de morir por cáncer

Una manera de mantenerse en mejor forma es realizando ejercicio físico moderado de manera regular.

Una manera de mantenerse en mejor forma es realizando ejercicio físico moderado de manera regular.

El bombardeo de mensajes sobre qué es la "vida saludable" es constante. Organismos, instituciones, empresas privadas y gurúes del fitness tratan de convencernos a todas horas de que sus fórmulas son la mejor solución para llevar una vida sana y envejecer de manera saludable.

Habitualmente nos hacemos preguntas como: ¿Son verdad esas “recetas”? ¿Están basadas en evidencias científicas?

En el Informe sobre la inactividad física y el sedentarismo en la población adulta española que elaboró la Fundación España Activa en 2019 se advertía de que la inactividad física era responsable del 13,4% de las muertes al año en España, es decir, anualmente se lleva más de 52.000 vidas por delante. La lacra de la inactividad supone una carga económica para el país de más de 1.560 millones de euros. De ellos, el 70,5% son costeados por las administraciones públicas.

Ante esta situación se creó la Estrategia Mundial para la Prevención y Control de Enfermedades No Transmisibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, dos años después, la Estrategia Europea de Actividad Física de la oficina regional de la OMS para Europa, vigente hasta 2025.

José Manuel García, profesor en la Universidad de Castilla La Mancha, en el área de Educación física y deportiva, ha querido aclarar qué hay de cierto en lo que nos venden como "vida saludable":

El beneficio no se obtiene por la cantidad, sino por la intensidad

Desde la OMS, en su plausible objetivo de reducir los niveles de sedentarismo en el mundo, lanzaron la propuesta de caminar al menos 10.000 pasos diarios, que equivale a 7 kilómetros. Tiempo después, un estudio de la Universidad de Warwick (Reino Unido) elevaba este número a 15.000 pasos. Lógicamente, esto es “mejor que nada”, pero no es la solución, porque desde hace varias décadas se sabe que el beneficio del ejercicio físico no depende tanto del volumen (metros, repeticiones, pasos, etcétera) sino de la intensidad con que se realiza.

Ocasionalmente se pueden ver a deportistas entrar en sesiones colectivas en el gimnasio sin conocer la adecuada intensidad a la que el ejercicio físico les puede aportar beneficios. En las clases de ciclo indoor, por ejemplo, encontramos desde el joven atleta veinteañero hasta el jubilado “que pasaba por allí”. Ambos trabajando con la misma intensidad.

Después, lo normal, es el abandono de las actividades y la falta de adhesión al ejercicio físico, un problema que se puede achacar a que resulta imposible mejorar y ver recompensado el esfuerzo realizado si no se trabaja a la intensidad adecuada.

Lo peor es que si te quedas corto de intensidad, los beneficios de pasar horas entrenado en el gimnasio o practicando running se reducen, y tanto el corazón como los vasos sanguíneos y el cerebro notan la diferencia. La ciencia tiene pruebas de que el ejercicio de alta intensidad dispara las endorfinas, retrasa el deterioro cognitivo, mejora la memoria y le para los pies al párkinson.

No es lo mismo la actividad física que el ejercicio físico

Llegados a este punto es importante diferenciar entre “actividad física” y “ejercicio físico”.

La OMS define la actividad física como cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos, con el consiguiente consumo de energía. Esto incluye las actividades realizadas al trabajar, jugar o viajar, así como las tareas domésticas y las actividades recreativas.

Por el contrario, el ejercicio físico precisa de una correcta planificación de sus objetivos, plasmados en tareas que respeten la intensidad programada y realizados de manera sistemática a lo largo del tiempo. Para ello se necesita de un profesional que determine la carga adecuada. En personas con alguna patología debe ser el médico el que prescriba el ejercicio, y el profesional de las ciencias del deporte el que determine los contenidos y la intensidad.

Es imprescindible definir un tercer concepto: el deporte, que, a diferencia de la práctica de ejercicio físico general, eleva exponencialmente los beneficios descritos anteriormente y favorece la adhesión al mismo. Básicamente podemos describirlo como una forma de actividad física sujeta a reglas o normas concretas. Su faceta más lúdica o social se ve representada en el deporte recreativo y su faceta más competitiva en el deporte de competición.

El ejercicio físico mejora la calidad de vida

Desde la década de los ochenta, los profesionales del deporte han conjeturado sobre la conveniencia del entrenamiento de la fuerza muscular para la mejora de la salud, del bienestar y de la calidad de vida. Pero en los últimos años, las evidencias han sido aplastantes. Un reciente estudio de la Universidad de Sidney (Australia) ponía sobre la mesa que las personas que levantan pesas y realizan otros tipos de ejercicios de fuerza reducen en un 23% el riesgo de muerte prematura. Y en un 31% la probabilidad de que un cáncer se los lleve por delante.

Por otro lado, el ejercicio físico tiene un alto impacto sobre el índice de masa corporal, lo que implica que frena el desarrollo de sobrepeso u obesidad, una de las causas principales de desarrollo de comorbilidades.

Asimismo, ejercitándonos conseguimos ser más productivos, revertir los efectos del envejecimiento sobre músculos y órganos, y reducir el estrés emocional en el que muchos nos vemos envueltos como consecuencia del trabajo, las prisas o el desencanto personal. Además cuida el corazón, como sacaba a relucir un artículo publicado en Nature Reviewes.

“A diferencia de la mayoría de los fármacos, el ejercicio está en gran parte libre de efectos adversos, y sus beneficios son, en un cierto grado, dosis-dependientes”, reflexionaban los autores. Razones de más para que los profesionales de la salud empiecen a recetar ejercicio físico. Después de todo, ¿acaso existe alguna pastilla más eficaz y más barata de venta en farmacias?

El mundo del fitness

Existe una variable poco alentadora en la actual concepción de la práctica deportiva, y es que se ha convertido “en moda”, y las modas son efímeras. Innumerables aplicaciones informáticas, además de “profetas” de las redes sociales, nos organizan programas de entrenamiento y pautas nutricionales sin tener en cuenta las personas a las que van dirigidos.

Tampoco sale demasiado bien parado el mundo del fitness, que mueve miles de millones de euros en nuestro país. Junto a los productos no farmaceúticos, que se pueden adquirir sin ningún control en Internet, con el peligro que eso supone. Existe una auténtica legión de entrenadores personales sin capacitación que diseñan multitud de tareas pero sin el adecuado control de la intensidad individual.

Como conclusión, José Manuel García añade: "diremos que para tener una vida saludable y un envejecimiento activo es imprescindible realizar ejercicio físico de manera sistemática, a ser posible, regulado por un especialista en la materia; adecuar nuestra alimentación a los requerimientos calóricos y reducir el estrés hasta convertirlo en una variable positiva en el avanzar de nuestra existencia".

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