Devastador terremoto en el caribe Los progenitores dicen que los darían de nuevo "porque no tienen nada que darles"

Todo por una vida mejor para sus hijos

  • Los padres que entregaron los menores a los misioneros de Idaho están convencidos de que actuaban de buena voluntad

"Yo daría de nuevo a mi hijo. Ansitho merece una vida mejor a la de nosotros", asegura Anchello Cantave, un campesino de Callebasse, un caserío al este de Puerto Príncipe, donde, como otros padres, entregó a su hijo de cinco años a los misioneros de Idaho.

Enterrados en un destino de infortunio, los habitantes de Callebasse recibieron la visita de los 10 misioneros bautistas de Idaho (al noroeste de Estados Unidos), "dos días después del terremoto" del 12 de enero. La mayoría de aquellos padres aceptaron que alguno de sus hijos "partiera con los extranjeros a otro país".

Cantave, de 36 años, está convencido de la buena voluntad de los 10 estadounidenses presos en Haití inculpados de "secuestro de menores y asociación criminal", tras haber sido detenidos el 29 de enero con 33 niños en la frontera con República Dominicana sin los permisos regulares.

"Los estadounidenses se llevaron a los niños con el acuerdo de nosotros, los padres", repitió Fritzian Valmont, papá de tres niñas de 11, 8 y dos años, que tras consultar con su esposa escogieron entregar a "la del medio".

"Si (los estadounidenses) hubieran tenido un gran autobús que hubiese podido llevarse más niños, muchos más hubieran partido", aseveró el hombre sin muestras de extrañar a Alentina, sí con el orgullo de cualquier padre que cree haber hecho algo por el bien de una hija. Lo mismo afirma Jean Ricia Geffrand, una viuda de 47 años, madre de cinco hijos: "Yo di a mi hija porque no tenía nada para darle". "El jueves después del terremoto vino Issac, un hombre que vive aquí y nos preguntó que si queríamos que los niños se fueran, iban a estar mejor con ellos".

Junto a Geffrand está sentada Saurentha Muran, 25 años, con Magdalenne durmiendo en sus brazos. Al consultarle si está de acuerdo con la entrega de los niños aclara: "Yo también di a uno", se trata de Ansitho, el niño de cinco años que tiene con Cantave. "Lo hablamos y le preguntamos a los tres cuál quería irse a esa escuela en República Dominicana, y él dijo que quería partir", dijo la madre confesando que lo extraña, y como todos, afirma que no recibieron nada a cambio.

"Si después del juicio los americanos pueden partir de nuevo con los niños, yo voy a estar de acuerdo", aseguró Cantave, que está pensando en visitar a su hijo en SOS Villages (Aldeas Infantiles), la organización caritativa que está cuidando a los 33 menores hasta aclarar este caso. El lema de este grupo es: "Salvar a los huérfanos abandonados en las calles, hospitales y orfanatos en ruinas".

Según denunció Unicef, estas familias viven en un país sumido en la indigencia golpeado por un terremoto que ha provocado "la crisis más grave de protección de niños que se haya visto jamás".

Un mes después del devastador terremoto, la nación caribeña sigue sin saber hacia dónde se encamina, con un futuro inmediato plagado de demasiadas incógnitas y apremiantes urgencias.

Las últimas cifras confirman 250.000 muertos y 300.000 heridos, entre ellos al menos 4.000 que sufrieron la amputación de algún miembro, lo que hará más difícil aún su reintegración a una vida normal, por muy lejana que esta perspectiva parezca.

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