Francisco Ruiz Brenes 'Superpaco' | Ex futbolista y hostelero

"Donde se pongan Pepe Mejías o Baena que se quite Mágico González"

  • El que fuera mítico portero del Sevilla y del Cádiz recuerda su trayectoria deportiva desde sus inicios en la cantera del San Fernando. "A un nieto mío le perdonaría todo, excepto que fuera bético", dice con total seriedad

  • "Lo del cambio de nombre del Carranza no hay por dónde cogerlo. Pero si hay que hacerlo a la fuerza, que le pongan estadio Teófila Martínez, que fue quien lo levantó"

San Fernando, Sevilla, Cádiz y Roche (Conil). Estos han sido los cuatro puntos cardinales en los que ha girado, y aún sigue haciéndolo, la vida de Francisco Ruiz Brenes. Él es Paco o Superpaco, ese hombre cercano a los dos metros de altura que naciera en La Isla en marzo de 1948, que triunfara como guardameta en el Sevilla FC y en el Cádiz CF, que seguiría vinculado al fútbol varios años más como presidente del CD San Fernando y que disfruta ahora de su retiro mimando el Timón de Roche, ese restaurante que levantó años atrás, que gestiona ahora junto a sus hijos y que es una referencia hostelera de la provincia de Cádiz.

Persona muy futbolera, muy religiosa y muy familiar –tiene cuatro hijos, cuatro nietos y ha superado los 50 años de matrimonio con quien ya era su novia con apenas 14 años–, Paco recuerda con pausa su trayectoria profesional, aunque no hace ascos a dar alguna pincelada sobre la situación política actual. Porque él habla de todo, exceptuando algunos momentos penosos que le tocó vivir y que prefiere olvidar.

—Mucho se ha hablado del Paco futbolista pero muy poco del Paco niño que se crió en San Fernando. ¿Cómo recuerda su infancia?

—Bien, hombre, mi infancia fue buena, dentro de lo que cabe en aquella época. Éramos cuatro hermanos, yo era el más pequeño y jamás pasamos hambre, eso es verdad, aunque tampoco teníamos excesos. Mi padre trabajaba mucho, era funcionario en La Carraca y teníamos nuestra propia casa, algo que no tenían todas las familias entonces. Yo me crié en el barrio del Cristo, cerca de mi Cristo de Afligidos y mi Cristo de la Vera-Cruz, hice la Primera Comunión y me casé en aquella capilla, estudié en el colegio Vieytes, que estaba allí mismo, y en la plaza del Cristo Viejo me pasé mi infancia jugando al fútbol, siempre como portero.

—Sería por su altura...

—No, es que siempre me fijaba en los guardametas. Mi padre, que era socio e hincha tremendo del San Fernando me llevaba al campo de fútbol y yo alucinaba con porteros antiguos del equipo de La Isla como Alves o Puche. Y, bueno, seguí jugando, seguí jugando y al parecer no era malo. El consejo que me dieron para triunfar en el fútbol era siempre que me cuidara, y eso fue lo que hice. Y me salió bien.

—Y el Sevilla FC se fijó en usted.

—Yo no había cumplido aún los 20 años, estaba en los juveniles del San Fernando y unos cuántos del equipo fuimos a hacer una prueba con el Sevilla. Juan Arza, que años después sería mi entrenador, nos vio y nos quedamos todos en la cantera sevillista. También estuve un año cedido en el equipo de Alcalá de Guadaíra, donde me tuve que recuperar de una rotura de tibia y peroné. Y estando allí Arza me llamó para jugar un partido contra el Real Madrid con el equipo grande del Sevilla. Rodri, que era el portero titular, se habia lesionado y me llevaron a Cortefiel y me compraron un traje de alpaca que era una maravilla. Esta yo como un pincel. Pero al final no debuté porque llegó otro portero, Bonilla, que venía de Cerro Muriano y que estaba mucho más hecho que yo.

—Y para que usted se hiciera como portero le cedieron al Cádiz durante dos temporadas, entre 1970 y 1972.

—Realmente yo llegué al Cádiz traspasado porque el equipo amarillo pagó 500.000 pesetas por mí. León Lasa era el entrenador y Gutiérrez Trueba, el presidente. Si quería recuperarme el Sevilla tenía que devolver esa misma cantidad, que fue lo que hizo dos años después. Pero fue una época muy bonita. El Cádiz acababa de subir a Segunda y logramos la permanencia. Lo jugué casi todo. Quité a dos porteros como Martínez y Chichí, que iba diciendo siempre "mira el niñito, que no se cansa". Pero es que yo quería triunfar y para eso tenía que comerme el mundo.

—Arranca ahí, en 1972, la época dorada de Paco como portero del Sevilla.

—Sí, pero antes tuve que desbancar a Rodri y eso fui una alegría grande porque no lo tuve fácil con él. A diferencia de otros porteros, él no fue conmigo ese profesor que te ayuda. Yo es que en el fútbol he visto de todo. Había gente que te ayudaba a mejorar y otros que intentaban destrozarte. Cuanto más subías, más palos te querían dar.

—Algún equipo grande intentó ficharle.

—Es verdad, se interesaron por mí, pero era otra época. Ahora el futbolista no habla porque tiene un representante que se encarga de todo y que además hace negocio con ello. Pero en mis tiempos uno tenía que hablar directamente con el presidente. Y si éste se ponía respondón, pues tenías que bajarte los pantalones e irte para tu casa.

—¿Es verdad que en el campo del Betis le tiraron cuernos una vez?

—¿Cuernos? A mí en el campo del Betis hasta me han disparado.

—Venga ya.

—Que sí, que sí. Yo estaba en el campo y escuchaba a mi lado el zumbido de los balines. Eso era terrible, de pasar mucho miedo. Pero es que era otra época. A García Remón, un portero que tenía el Real Madrid, le llegaron a tirar en San Sebastián un tornillo de la vía del tren. Y menos mal que el tornillo dio en el poste, porque si no lo matan allí mismo.

—Pero después de tantos años esa animadversión hacia el Betis ya habrá pasado.

—Ni de coña. Yo entro en Sevilla y miro para otro lado para no ver ese campo de fútbol. Es que incluso ya retirado fui una vez allí con Paco Gallego para ver un partido y tuvimos que huir. Que no, que no. Que yo a un nieto mío le perdono todo menos que sea bético. Y yo un partido de esa gente no puedo verlo por la tele porque me pongo malísimo. Y cambiemos de tema, por favor, que es que no lo puedo soportar.

"Iríbar sigue siendo el mejor portero que he visto en mi vida. Por eso jamás me dolió no llegar a debutar con la selección"

—Jugó usted muchos partidos con la Selección Española B y con la Selección Olímpica, pero jamás fue internacional con la absoluta pese a haber sido convocado hasta en 18 ocasiones. ¿Qué hubiera dado por ser internacional aunque fuera solamente un minuto?

—No crea que es algo que me doliera mucho, quizás porque siempre supe que había un portero mejor que yo que era Iríbar y que aún hoy pienso que es el mejor guardameta que he visto en mi vida. Creo que él y yo éramos los que teníamos más calidad, tanto con las manos como con los pies. Pero, para colmo, cuando se lesionaba estaba Miguel Ángel, que jugaba la Copa de Europa con el Real Madrid. A mí me pasó algo parecido a lo que le sucedía hace poco a Pepe Reina, que tenía por delante siempre a Casillas. Además, en aquella época había otros porteros buenísimos como Reina, Esnaola, Arconada... Y en la Selección Olímpica tenía como porteros suplentes a Urruticoechea (del Barcelona) y a Manzanedo (del Valencia). Y con la absoluta pude ir, aunque fuera como suplente, a la Eurocopa de 1976 en Alemania. Me considero un privilegiado.

—Le pusieron el apodo de Superpaco tras un partido en Sofía (Bulgaria) clasificatorio para los Juegos Olimpicos de 1976 en Montreal. ¿Fue ese su mejor partido?

—Qué va. Aquel partido salió bien pero mis mejores partidos curiosamente fueron siempre en Barcelona. Recuerdo uno en el antiguo campo del Español, en Sarriá, que cuando íbamos de camino a los vestuarios nuestro entrenador, que era Roque Olsen, me felicitó personalmente y yo le dije: "¿Cómo no me vas a dar la enhorabuena si tengo todo el cuerpo lleno de cardenales?" Me había llevado porrazos y patadas de todo tipo.

—Llegó usted a la cúspide, disputó unos 250 partidos con el Sevilla, pero en sus cuatro últimos años no jugó casi nada tras el fichaje de Paco Buyo. Y de vuelta al Cádiz.

—Sí, así fue. Fui cuatro años suplente y hasta me llegaron a apartar del equipo porque después de un problema que tuve con el presidente el que viajaba era el tercer portero. Me quedaba aún un año de contrato pero llegaron Irigoyen y Camilo Liz y me vine al Cádiz con los ojos cerrados y con el compromiso de ascenderlo de nuevo a Primera. Y no sólo lo logramos sino que al año siguiente conseguimos la primera permanencia de la historia. Hasta ganamos también un Trofeo Carranza. Fueron dos años maravillosos. Yo me disputaba la titularidad con Pedro Jaro, una magnífica persona que luego acabaría en el Madrid, como Buyo. 

—En 1984, en su primera temporada en el Cádiz y jugando en Segunda, hubo una histórica huelga de futbolistas que usted no secundó. ¿Por qué?

—No la secundé yo pero tampoco lo hicieron Vojinovic, Ricardo Escobar y alguno más, creo. ¿Por qué lo hice? Porque yo había venido a Cádiz con un compromiso que era ascender a Primera. Ese era mi único objetivo. Y aquel partido lo jugábamos contra el Celta, que era un equipo fuerte y que, a diferencia de nosotros, tenía a su filial en Segunda B. Creí que me tocaba dar ese paso adelante. Al final ganamos dos a cero y jamás alguien de la plantilla me recriminó algo.

—Se retira usted en 1986 con el Cádiz en Primera y con 38 años de edad. Pero de ser entrenador, nada de nada.

—Es que acabé muy harto de fútbol. Habían sido 20 años seguidos en primera línea, y como yo había ahorrado y había montado mis tiendas y mis empresas náuticas, pues me dediqué a eso. Lo que pasa es que después tuve aquel problema del que no quiero hablar, porque ha pasado ya mucho tiempo, y me quedé en la ruina y sumido en una depresión, pero pude salir adelante.

—Aquello coincidió son su doble etapa como presidente del CD San Fernando. ¿Qué recuerdos tiene?

—Pues hay de todo. Cogí al equipo en Regional, subimos hasta Segunda B, después descendimos porque el portero nuestro se dejó comprar y volvimos a ascender años después, aunque fuera en los despachos. Pero no he vuelto al estadio. La última vez que fui me insultaron e incluso hubo gente que me acusaba de haberme llevado dinero, cuando eso era imposible en ese equipo y en aquella época. Yo quiero mucho al San Fernando, es el equipo de mi tierra, le deseo siempre lo mejor, pero aquello me costó mucho dinero, muchas horas y muchos disgustos.

—A lo mejor es que en San Fernando hay gente que no le perdona su pasado en el Cádiz, que en La Isla hay muchos anticadistas...

—Pero también hay mucha gente en La Isla que está loca por que juegue el Cádiz y gane. Esa rivalidad ya pasó, como la del Xerez con el Cádiz, que mira dónde está ahora el Xerez. O la del Chiclana con el San Fernando. Ahora son otros tiempos. Entre San Fernando y Cádiz no puede haber rivalidades. Yo voy todos los días a ambas ciudades.

—¿Usted, que jugó con él, es de los que piensan que Mágico González fue el mejor futbolista en la historia del Cádiz?

—Para nada. Hay mucha gente que no quiere verlo pero el mejor futbolista en la historia del Cádiz se llama Pepe Mejías. Con diferencia. Y después viene Paco Baena, que era el Toro del Aguardiente. Y también está Carvallo. Mágico era un muy buen futbolista, pero nada más. Yo es que primo mucho la profesionalidad en un futbolista y él no era un ejemplo de eso. Así que donde se pongan Pepe Mejías y Baena que se quite Mágico.

—Le quieren cambiar el nombre al estadio Carranza. ¿Cuál sería su sugerencia?

—Yo le pondría estadio Marqués de Varela (Risas). No, en serio, el cambio de nombre no hay por dónde cogerlo. Ese estadio siempre ha sido el Carranza y debería seguir siendo así. Además, Ramón de Carranza fue un alcalde que hizo mucho por la ciudad. Pero si hay que cambiar el nombre a la fuerza, lo justo sería que le pusieran el nombre de Teófila Martínez, que fue quien lo levantó. Que yo estaba en el estadio con Pepe Mejías cuando se cayó el techo de media tribuna y cayó sobre los vestuarios. El estadio estaba destrozado y mire cómo está ahora. Y eso es mérito de ella.

—¿A Superpaco le gusta hablar de política?

—Bueno, bueno...

—¿Y qué le parece lo que está sucediendo ahora en España. ¿Le gusta mucho o nada?

—En España está gobernando ahora el comunismo. Esto es así. Y ya se sabe lo que trae el comunismo. Porque no hay un solo país en el mundo que haya sido gobernado por el comunismo que haya prosperado. Ni uno.

—Explíqueme cómo surge el restaurante El Timón de Roche y cuál es el secreto de su éxito.

—Bueno, pues hace años yo compré el suelo y un pequeño chiringuito que había aquí, y fuimos creciendo años a año. El secreto del Timón es que tiene un portero que es ganador total. Siempre estoy intentando mejorar el restaurante, incorporando elementos nuevos, mejorándolo. En la vida hay que ser ganador y no vale con conformarse con lo que uno tiene. Hay que ser el mejor, nunca alguien del montón. Cuando se lucha por algo que se quiere, Dios, que está ahí arriba, te lo concede. Él mismo lo dice: “Pedid y se os dará”. Pero eso hay que hacerlo ayudando siempre a los pobres, sin olvidarnos de ellos.

"Me gustaría que me recordaran como una persona muy religiosa. El hombre que no tenga fe está muerto"

—¿Siempre ha sido usted tan religioso o ese sentimiento se ha acrecentado con el paso de los años?

—Siempre, siempre. El hombre que no tenga fe está muerto. Yo voy todas las tardes a misa a la iglesia de San Francisco, en San Fernando. Allí el padre Gonzalo, que es el arcipreste, lo explica todo a la perfección en sus homilías. Da gusto escucharlo. Pero siempre he sido muy religioso, y muy cofrade también. Mire, a nosotros nos concentraban con el Sevilla todos los Jueves Santo por la tarde, para que la plantilla no saliera durante la Madrugada. Nos llevaban al Parador de Carmona y por las noches yo ataba dos sábanas y me descolgaba por la ventana desde unos cuatro metros de altura. Abajo había un coche esperándome y venía a La Isla con mi túnica y mi capirote para salir con el Nazareno. Después, sobre las cinco o las seis, me salía de la procesión para llegar a Carmona antes del desayuno.

—Volviendo al Timón de Roche, ¿qué relación tiene con la redacción del programa Tiempo de Juego de la cadena Cope? Porque vaya la promoción que le hacen constantemente. ¿Son accionistas del restaurante?

—Ja, ja, ja. Qué va, son todos amigos. Muchos de ellos tienen alguna casa por aquí o pasan un tiempo en algún hotel de la zona, y suelen pasarse por El Timón. El primero que descubrió esto fue Paco González, y después vino Juanma Castaño, y luego Julio Maldini. El contrato de Maldini con la Cope se firmó precisamente aquí, en el Timón. Son buena gente y ésta es su casa.

—¿Y cómo ha afectado al restaurante esta pandemia?

—Económicamente ha sido un año muy malo. Desde marzo a junio ha sido horroroso porque aquí nos quedamos sin nuestros habituales ronqueos y sin bodas. Julio y agosto ha ido bien, pero a ver cómo podemos ir pagando las nóminas, porque tenemos a 41 personas en plantilla.

—¿Cómo le gustaría que la gente recordara a Superpaco tanto futbolística como personalmente?

—Futbolísticamente me siento muy querido tanto entre la afición del Sevilla como entre la del Cádiz. Aún hay gente que me para con el fin de pedirme un autógrafo y eso siempre es bonito aunque, claro, los años pasan y cada vez se acuerdan menos de uno, pero eso es ley de vida. Y personalmente me gustaría que me recordaran como una persona muy religiosa. En serio, la fe es lo más importante.

—Y hablando de fe, ¿cree que el Cádiz se va a salvar este año?

—Sí, ¿no? Yo creo que sí, porque tiene un buen equipo y se están haciendo las cosas bien gracias a un presidente como Manolo Vizcaíno que sabe mucho de fútbol. Eso sí, ojalá la gente pueda volver pronto a los estadios porque el Cádiz puede ser el equipo de Primera que más va a necesitar de su afición en esta temporada.

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