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Sevilla

El perverso efecto del turismo en la población más vulnerable del casco histórico de Sevilla

Turistas se hacen fotos en uno de los espacios más reconocidos del barrio de Santa Cruz.

Turistas se hacen fotos en uno de los espacios más reconocidos del barrio de Santa Cruz. / Juan Carlos Muñoz

La proliferación de viviendas con fines turísticos eleva los precios del mercado inmobiliario y acaba por expulsar a las rentas más bajas y vulnerables. Esta afirmación, que siempre se saca a colación como uno de los efectos perversos del turismo desaforado que asola los centros de la ciudades, cuenta ya con el respaldo de un completo estudio. Este trabajo ha analizado los niveles de renta en las principales zonas turísticas de Madrid, Barcelona y Sevilla en el periodo comprendido entre 2015 y 2019, años de la gran explosión de este fenómeno y los ha comparado con el resto de la ciudad. En el caso de la capital andaluza, el estudio se centra en el casco histórico, espacio que concentra el mayor número de viviendas ofertadas en una popular plataforma de alquiler vacacional. El trabajo demuestra que el comportamiento de las áreas turísticas de las tres ciudades es semejante entre sí y diferente del resto de la ciudad. Se produce una tendencia generalizada a la homogeneización del centro aumentado los niveles de renta. En Sevilla, además, se observa cómo el arco norte del casco histórico pierde poder adquisitivo respecto al entorno.

“En los tres casos se corrobora la hipótesis planteada, de forma que en el periodo 2015-2019 se registra un aumento del nivel de renta y, lo que es más relevante a los efectos de esta investigación, el resultado al final del periodo ofrece unos centros históricos más homogéneos en la composición socio-económica de sus habitantes, habiéndose reducido notoriamente la presencia de niveles de renta medio-bajos o bajos”, esta es una de las conclusiones a las que llegan los investigadores Carmen Mínguez, de la Universidad Complutense de Madrid, Asunción Blanco-Romero, de la Universidad Autónoma de Barcelona; y Alfonso Fernández-Tabales, de la Universidad de Sevilla en el trabajo Ciudades para vivir vs. Ciudades para visitar. El turismo como factor de segregación urbana, que forma parte del libro Geografía Social. Permanencias, cambios y escenarios futuros, publicado en 2022.

El trabajo aborda el fenómeno de la segregación en relación con la intensificación del uso turístico, que se ha convertido en un factor clave en la conformación de los espacios de las ciudades. En este sentido, señalan los autores que la irrupción de las plataformas no sólo ha acentuado los mecanismos de segregación socio-espacial en las áreas turísticas tradicionales, “sino que también los ha extendido a barrios hasta el momento ajenos al fenómeno turístico, incrementado la vulnerabilidad urbana, ya que a los procesos de exclusión social se han unido los de exclusión residencial”.

Un grupo de turistas en el barrio de Santa Cruz. Un grupo de turistas en el barrio de Santa Cruz.

Un grupo de turistas en el barrio de Santa Cruz. / Juan Carlos Muñoz

Entre los principales efectos que la actividad turística tiene en las ciudades se señala una mayor presencia de visitantes en los espacios centrales; un importante incremento de las actividades directamente vinculadas al consumo turístico; la reorientación de una gama cada vez más amplia de negocios a la clientela foránea; la conversión de la vivienda en una nueva mercancía turística; la creación de un paisaje o escena urbana donde predominan elementos turísticos, a lo que se puede añadir la pérdida de la cultura y cohesión del vecindario.“En conjunto, la tendencia homogeneizadora viene ocasionada por la evolución del mercado inmobiliario, con un intenso incremento de precios de la vivienda, en especial en el mercado de alquileres. Así, se ha responsabilizado del incremento del precio del suelo a la expulsión de la población original (residentes y comerciantes); si bien es más acertado decir que ha provocado la sustitución de parte de la población, aquella que es más vulnerable, por otra con mayor poder adquisitivo, un proceso al que algunos autores han denominado gentrificación turística”.

Pérdida simbólica del espacio

La relación existente entre el turismo y la gentrificación, abunda el trabajo, supera la expulsión de la población residente, es decir, el desplazamiento residencial y comercial y se vincula también a una pérdida simbólica del espacio por parte de los residentes y el desarrollo del sentimiento de expulsión. “A ello se añade que genera bolsas de población de características semejantes, haciendo que los centros urbanos pierdan su idiosincrasia y los rasgos que han permitido su supervivencia como espacios socialmente vivos. Al tiempo que pueden identificarse reductos, cada vez menores y en trance de desaparición, en los que se mantiene la población preexistente, con rasgos que contrastan con los nuevos pobladores. Esto los convierte en espacios vulnerables, no sólo por la población que acogen sino también por la presión ejercida en el entorno inmediato”.

El estudio sobre cambios experimentados en la última década por la población de los centros urbanos de Barcelona, Madrid y Sevilla se ha realizado a través de la evolución de la renta media por hogar. Por ello, la hipótesis planteada se basa en que la homogeneidad es mayor en las áreas turísticas, las cuales han aumentado su nivel de renta promedio en los últimos años como consecuencia de la aparición de las viviendas de uso turístico. Estas han elevado los precios inmobiliarios en estas áreas, y por tanto la población en alquiler con menor nivel de rentas se ha visto desplazada o expulsada de estas áreas centrales.

“Se observa al mismo tiempo que un aumento del nivel de renta en varias de las secciones censales, una tendencia generalizada a la homogeneización del centro de las ciudades, no habiendo en ninguno de los casos puntos calientes, es decir, áreas de altos ingresos rodeadas de otras de menor nivel, que pueden ser consideradas como bolsas de riqueza y reduciéndose notablemente los puntos fríos o bolsas de pobreza”. Del mismo modo, continúa el estudio, se aprecia que las áreas donde todavía se identifican menores niveles de renta están muy localizadas en reductos tradicionalmente degradados, tales como El Raval en Barcelona, Embajadores en Madrid, o zonas del Casco Norte próximas a la Macarena, en el caso de Sevilla. “Todos ellos tienen en común que sus procesos de gentrificación y turistificación han sido más tardíos y aún no se han completado”.

"Ni una licencia turística más"

Foráneos toman un refrigerio en una céntrica cafetería. Foráneos toman un refrigerio en una céntrica cafetería.

Foráneos toman un refrigerio en una céntrica cafetería. / Juan Carlos Muñoz

El escenario resultante de este proceso ofrece unos centros históricos más uniformes, homogéneos, y que han perdido la diversidad social, con un mosaico de grupos sociales cuya proximidad espacial y convivencia era una de sus señas de identidad hasta hace pocos años. “En definitiva, puede afirmarse que se han reforzado los procesos de segregación, a través de los cuales los diferentes grupos y clases sociales se ubican en sectores urbanos claramente diferenciados, separados entre sí y sin coexistencia de sus componentes”.

Según el registro oficial de la Junta de Andalucía, en Sevilla hay 8.015 viviendas con fines turísticos que suman un total de 39.170 plazas. A ellas hay que unir los 248 complejos de apartamentos con 7.923 plazas. La suma total de plazas ofertadas es de 47.093 frente a las 26.725. Algunos barrios de Sevilla, como Santa Cruz o el Arenal, soportan una enorme presión turística. En el primero de los casos, en el año 2021 había ya más plazas turísticas que habitantes. El alcalde de Sevilla y candidato por el PSOE a revalidar en la Alcaldía, Antonio Muñoz, se ha reunido recientemente con la Asociación de Vecinos y comerciantes de la zona para abordar nuevas mejoras en el barrio en materia patrimonial y de regulación turística. Muñoz aboga por no dar ni una licencia turística más en este barrio, aunque la competencia es de la Junta de Andalucía, administración con la que habrá que acordar un marco regulatorio más restrictivo con el turismo para preservar y cuidar a la vecindad.

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