Crítica

'Valeria' y el hiperrealismo 'millennial'

  • La serie basada en las novelas de Elísabet Benavent se acaba de estrenar en Netflix

Diana Gómez como Valeria en la serie de Netflix

Diana Gómez como Valeria en la serie de Netflix

España se divide después de este viernes en dos grandes grupos. Tranquilos, no voy a hablar de la desescalada, que para eso están otros en este diario. El pasado 8 de mayo Netflix estrenaba la serie Valeria, la adaptación televisiva de la saga de los libros de Elísabet Benavent.

La historia de estas cuatro amigas, con Valeria como eje vertebrador, ha decepcionado a aquellos y aquellas que en su día disfrutaron de las lecturas de la carismática escritora de pelo azul. Como cualquier adaptación narrativa visual, las personalidades cambian y los personajes nunca son como uno se los imaginaba. Que si Carmen y Borja eran “más gorditos”, que si Maxi Iglesias es “demasiado guapo”, que si Nerea “no era lesbiana”.

Sin embargo, los que tenemos la desgracia de no poder comparar con la narrativa precedente, vemos en la serie el hiperrealismo millennial que necesitábamos durante esta cuarentena de días contados.

Relaciones amorosas estancadas, furtivas y secretas o inexistentes y platónicas cuando estás a punto de rebasar los 30. El debate existencial entre dedicarse a lo que a uno le hace feliz o pagar el alquiler, así como las peleas entre amigas de toda la vida, que sí, discuten, y mucho.

La precariedad humana y laboral en su máximo esplendor en una serie que recuerda a otras tantas como Sexo en Nueva York (la primera de su género) o más bien, Girls, donde Lena Dunham demostró que se puede hacer un desnudo en televisión con un cuerpo que no sea perfecto y que es perfecto.

Todo ello hilado con la rutina de mantenerse en la ciudad (un Madrid rebosante de gente en los bares y en las calles) con sueldos escasos, alquileres de 50 metros que se pagan a 850 euros y novios que vienen y van por falta de tiempo. Ah, y con WhatsApp como quinto protagonista. ¿Os suena?

Refleja Valeria la vida, la facilidad de dejarse llevar por una fantasía telefónica donde se incluye el sexo, la infidelidad y el arrepentimiento. La hiperconexión y paradójicamente la falta de lazos, donde en cada reunión cada uno cuenta sus problemas sin escuchar los del resto.

Hayas leído o no los libros esta serie es una oportunidad para la autoexploración. Para verte reflejada, o reflejado, en cada punto vital de sus protagonistas y pensar que tienen razón. Porque no hay nada mejor que corroborar que la realidad supera casi todas las veces a la ficción y eso es algo maravilloso que a los guionistas se les olvida con demasiada frecuencia.

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