El legado de José Luis Balbín

"A lo mejor pido que me la metan" y otros momentos de 'La Clave'

Uno de los debates de 'La Clave', programa de José Luis Balbín

Uno de los debates de 'La Clave', programa de José Luis Balbín / RTVE

"La bata de cola no me la quito ni queriendo, ese es mi sello. Moriré con ella, no en el escenario. Pero a lo mejor pido que en la caja me la metan... ... la bata de cola". Lola Flores dijo el 23 de noviembre de 1984 una de sus frases que quedó para la posteridad, un instante de frescura en un debate que transcurría por los típicos momentos de rigor y seriedad de análisis que distinguieron al programa de José Luis Balbín, fallecido este miércoles. La caja y la bata de cola de Lola fue uno de esos segundos que pasan a la posteridad y al recuerdo porque hubiera sido improbable que otro invitado en las sillas enfrentadas de La Clave se hubiera atrevido a dejarse caer con una ironía así.

En aquella entrega, titulada Qué sabe nadie, la herencia de la copla en una democracia que miraba a Europa era el asunto que trataba y por supuesto aquella noche con Paquita Rico, Marifé, Juanito Valderrama o el escritor Manuel Vázquez Montalbán quedó de manifiesto que la banda sonora de unos años difíciles estaba vigente para llevarla como legado a otras generaciones.

Debate de 'La Clave' sobre las folclóricas, 'Qué sabe nadie', 23 de noviembre de 1984

El sosegado análisis de La Clave (al margen de la película el debate ocupaba algo menos de un Sálvame, unas tres horas, una extensión inaudita entonces), entre seis o más comparecientes sin pisarse demasiado, trataba de asuntos aún delicados en los años de consolidación de la democracia, como La OTAN (en enero de 1980), el Opus Dei, o la mirada más incómoda sobre el fútbol o la propia televisión. Hasta el verano de 1983 no se aborda, por ejemplo, el tema Los Homosexuales.

'La Clave' con el tema 'Los homosexuales', programa de la Segunda Cadena de TVe, 1983

En La Clave el tema siempre era de interés, y si algún espectador creía que no era así, los propios invitados lo convertían en interesante. En mayo de 1983 el extenso programa de la Segunda Cadena trataba de ¿Dónde estaban los cantautores? por si los conciertos estivales habían domesticado la canción protesta y ahí se encontraban Luis Eduardo Aute o el crítico musical de TVE Carlos Tena. En febrero de dicho año el alcalde cordobés Julio Anguita tiene su primera gran aparición nacional en una noche dedicada a los Ayuntamientos de izquierdas.

Julio Anguita en 'La Clave' Julio Anguita en 'La Clave'

Julio Anguita en 'La Clave'

Si la transición se culmina con la victoria socialista de octubre de 1982, TVE puede autoafirmarse como la cadena de prestigio de un país democrático cuando el 1 de octubre, con motivo de las elecciones, coincidieron en La Clave Alfonso Guerra (PSOE), Landelino Lavilla (UCD), Manuel Fraga (AP), Santiago Carrillo (PCE), Agustín Rodríguez Sahagún (CDS), el andalucista Luis Uruñuela, Miquel Roca (CiU) y Xabier Arzallus (PNV). 

El formato de José Luis Balbín fue icono de la transición y se encargó en plena agonía de Franco tomando como modelo un programa de la segunda cadena francesa, Les dossiers de l'écran, Los informes de la pantalla. Aquí, La Clave. Un debate precedido de una película temática. Una mecánica tan sencilla como imprevisible. Balbín propuso la idea francesa cuando era corresponsal en París, se vino de allí con la carpeta, y se lo aceptó como director de contenidos Jesús Sancho Rof, que sería ministro de Sanidad y acudiría al propio programa para hablar una noche de Epidemias.

El primer tema, con el estreno en enero de 1976, sin saber qué iba a ser del sistema político en España, fue El juego. Y llegaría otros como El divorcio o El aborto que causaban enfrentamientos a pie de calle, como para abrir el melón en la televisión. Como era en la Segunda Cadena (no llegaba a media Andalucía entonces), era un poco más fácil e impensable para los espectadores más inmovilistas.

Una de las tertulias de 'La Clave' Una de las tertulias de 'La Clave'

Una de las tertulias de 'La Clave' / RTVE

Cuando se dio vía libre a un espacio donde incluso los espectadores podían dejar sus preguntas (seleccionadas, sin que entrara nadie de fuera en directo) era porque los directivos de TVE pensaban que en el fondo ese programa no lo iba a ver nadie. Pero, como refugio refrescante, pese a tanto humo de nicotina, despertó un interés impensable. Su primer rival en la parrilla fue la película de estreno de Sábado Cine. En su primer trimestre, con Arias Navarro de presidente del Gobierno, La Clave se reveló con su potencial y el carácter disidente de las opiniones enfrentadas. Hubo incluso una entrega que no llegó a emitirse por la censura. La Clave no volvería hasta después del harakiri de las cortes franquistas.

Y el programa de Balbín tenía un interés extra por sus heterodoxas apariciones, con sus participantes extranjeros con intérprete, en mesas que nunca querían que fueran amañadas o sospechosas por ausencias. Al contrario, lo importante eran las presencias, como la dirigente socialista sueco Olof Palme o  el escritor Truman Capote, invitado a Prado del Rey para hablar en 1979 de El compromiso intelectual. El astronauta Neil Armstrong, siete años después de llegar a la luna, aparecía en el plató de TVE en 1976 para hablar de La conquista del espacio. Si era por cuestión de igualdad (aunque no se planteara por entonces) en La Clave también estuvieron La Pasionaria o la ministra republicana Federica Montseny.

La Clave, por tanto, iba por delante de la propia sociedad, de ahí que mantuviera el prestigio brillante aunque se cayera en momentos agitados de la transición y se instalara a partir de 1978 como un ejemplo de normalidad democrática y cayera mal a los de UCD cuando estaban en el gobierno y a los del PSOE cuando Alfonso Guerra estaba en la Moncloa (que era quien quería tener sujeta la TVE del monopolio en todo momento). Su cancelación en la Navidad de 1985 por tratar de "La Movida nacional" y cambiar de la música a la política fue el motivo para que Balbín fuera despedido y hasta llegó a darse la excusa de su caída de audiencia cuando no había audímetros y era una justificación increíble. Si tuviera más o menos público (seguro que al menos congregaba 4 ó 5 millones de espectadores, más que cualquier programa hoy en día) los índices de audiencia nunca hubieran sido un problemas para mantener un espacio de prestigio en La Clave. Pero fue esa caída de audiencia en la competencia comercial, cuando estaba en Antena 3 en plena batalla contra Telecinco y la Primera en 1993, la que llevó a que desapareciera definitivamente de la pantalla tras 560 largas noches.

La Clave está acompañada a la sintonía de timbales de Carmelo Bernaola, una melodía de Hitchock que de por sí todavía despierta inquietud. Invitaba a la gravedad para meterse en los diálgoos aunque en pantalla aparecieran los contertulios departiendo de pie, relajados, antes de que Balbín y su pipa (los invitados también fumaban en el plató) instara a ocupar la silla.

Y en cuestión de selección cinematográfica, Carlos Pumares, que en Antena 3 Radio llevaría el programa posterior a José María García, Polvo de estrellas, crítico iracundo, era quien proponía la película y se enfrentaba cada semana al problema de no podeer contar con lo que tenía en la cabeza y, por cuestión de derechos y de precio, conformarse con títulos clásicos, otros menores, lo que tenía su interés para el público más sibarita. Por La Clave apareció Canciones para después de una guerra cuando estaba aún reciente su conflictivo estreno en las salas y también, para hablar de los Juegos Olímicos, con el Olympia, de Berlín 1936, de Leni Riefenstahl. Por entonces una simple película era un éxito en TVE, así que un filme programado con intención, mucho más. Para los que aún se preguntan qué pasaba con los serios contertulios que aparecían en el prólogo y debían esperar a seguir el debate tras el cine, la película se ofrecía en la pantalla de una sala mientras tomaban unos aperitivos a la espera de volver a plató. El debate empezaba ahí. Cuando cualquier contenido en directo en TVE era un acontecimiento del que temían los que querían controlar la propia televisión.

  

 

 

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