Toros

Un 'Agitador' serio y encastado conmueve a la cátedra madrileña

La segunda de la Feria de San Isidro, sin ser un cartel de relumbrón, concitó unos tres cuartos de entrada, aproximadamente, en un espectáculo que en conjunto resultó aburrido y que tuvo especialmente como excepción las embestidas de un gran toro, Agitador, el mejor de un encierro de Fuente Ymbro, desigual en presentación y juego.

Paco Ureña no estuvo a la altura de ese gran segundo toro, un precioso ensabanado, número 184, de 515 kilos, muy astifino, bravo y de gran calidad, fundamentalmente por el pitón derecho, que acudió de largo al caballo. El murciano comenzó en los medios con un toro que se arrancó desde tablas como un cohete. La primera tanda diestra del torero, relajada, fue prometedora y otra serie magnífica elevó el listón. Pero a partir de ahí la faena se diluyó, cerrando con unas manoletinas ceñidísimas. Para colmo, mató de bajonazo y seis descabellos. Agitador, que agitó y conmovió el ánimo del público, fue ovacionado en el arrastre,tras pedir la vuelta al ruedo, entre tanto la actuación del torero fue silenciada.

El serio quinto, que acudió bien a la pelea de varas, fue a menos en la muleta. Le costaba embestir y Ureña se mostró porfión.

El Payo dejó una gratísima impresión con la capa. Su primero, tras flojear de salida, fue devuelto y sustuido por un sobrero del mismo hierro, castaño, muy montado. El mexicano dibujó buenas verónicas y dos medias. Con la muleta, en las afueras, cuajó una tanda diestra de mano baja. Plasmó una pedresina de infarto. Con la izquierda también destacó en una serie preciosa y templada. El toro se rajó y la obra perdió gas. Una estocada muy caída y dos descabellos fueron decisivos para silenciar la labor.

Al sexto, un toro noble y con calidad, le zurraron en exceso en varas. Una costalada fue la puntilla para que llegara apagado y probablemente lesionado a la muleta de El Payo, quien realizó un trasteo sin relieve, tras haberlo recibido con unas bellas verónicas.

César Jiménez estuvo muy pesado. Con el manso y noble que abrió plaza realizó una labor pulcra y muy fría. Con el parado cuarto estuvo peor. Muchos tiempos muertos y poco toreo.

El espectáculo, pese a que no se dilató, resultó aburrido en su conjunto, con la excepción del gran Agitador, un toro de Fuente Ymbro que conmovió a la cátedra madrileña.

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