Toros

Estética de Ponce y ambición de Roca Rey con toros sin poder

  • El valenciano, premiado con una oreja del nobilísimo y flojísimo primero El limeño, cogido, impacta por su valor Descalabro de Manzanares, que contó con el mejor toro, el bravo quinto

plaza de toros de la real maestranza de sevilla Ganadería: Corrida de Juan Pedro Domecq, con el añadido de un cuarto bis, que sustituyó a un inválido. En el tipo de la casa, baja, bien presentada y armada, noble, pero sin fuerzas y a menos; a excepción del bravo quinto. TOREROS: Enrique Ponce, de grana y oro. Casi entera (oreja con petición de la segunda). Estocada defectuosa (saludos tras ovación). José María Manzanares, de azul y oro. Estocada (saludos tras ovación). Pinchazo hondo (saludos tras ovación). Andrés Roca Rey, de teja y oro, que se presentaba como matador de toros. Entera (saludos tras ovación). Pinchazo y estocada (vuelta al ruedo). INCIDENCIAS: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Sábado 9 de abril de 2016. Lleno de No hay Billetes. Presidió el festejo desde el Palco del Príncipe el rey Juan Carlos acompañado de su hija mayor, la infanta Elena, y su nieta Victoria Federica. Los tres diestros brindaron sus primeras faenas al Rey. En el quinto, Chocolate destacó picando al bravo quinto y saludaron tras banderillear Rafael Rosa y Luis Blázquez.

"Si el toro se cae, se cae la Fiesta"; lo ha repetido una y otra vez el viejo Victorino Martín. Y ayer, el tiempo se hacía eterno cuando los toros de Juan Pedro Domecq, de preciosa estampa y en el tipo de la casa, rodaban por la arena. Pero el público, que llenó la plaza hasta la bandera, quería orejas. "Oiga, yo no me voy de aquí si no hay orejas"; decía uno en el tendido, que pasado el inexistente tercio de varas, que fue un simulacro en gran medida, se liaba a saludar y a charlar sin parar.

Con decir que la mayor ovación, por extensa y fuerte, se la llevó don Juan Carlos cuando ocupó el Palco del Príncipe, queda todo dicho.

Porque ante lo sucedido en el ruedo, el público aplaudió entusiasmado tanto lo bueno como lo malo. La Maestranza, la verdad, ha perdido últimamente su personalidad. Los abonados entendidos, los cabales, son tan pocos que quedan engullidos por el gran público que ayer protestó al flojísimo primero, al que no picaron, para luego entusiasmarse con una labor de enfermero de Enrique Ponce, con un animal que era tan dulce como el almíbar y que metía la cara por el pitón derecho como si fuera un carretón. El veterano maestro valenciano, que en estas lides de templar y pulsear no ha tenido competidor, se explayó en una labor de suma estética, con la muleta a media altura y sin molestar al bonancible astado. Los mejores muletazos llegaron con la diestra, suaves, muy suaves y el torero pintó tres pases genuflexos de categoría. Mató al primer envite y... oreja con petición de la segunda.

El cuarto, altote, perdió las manos y acabó por la arena al sentir un puyazo, como el boxeador noqueado besa la lona. El público, cansado de haber visto la misma película anteriormente, protestó con fuerza y el animal fue sustituido por un cuarto bis, Irritante, como irritado estaba ya el personal. Ponce se extendió en un trasteo que no tomó cuerpo con un oponente aplomado y mató de estocada defectuosa.

Roca Rey, que se presentaba como matador de toros en la plaza de Sevilla, dio una imagen de torero ambicioso. Con su primero, que se movía de manera descoordinada, probablemente por un topetazo, poco pudo hacer. Comenzó su labor en las afueras y al primer muletazo, el toro perdió las manos. El trasteo careció de relevancia. El jovencísimo diestro limeño -tiene únicamente 19 años- se empleó a fondo ante el colorao sexto, que salió con pies y al que cuidaron en varas. El toro se vino abajo pronto. Pero el peruano, muy decidido, se pasó muy cerca los pitones en muletazos por alto, intercalando pases por la espalda como recurso. Expuso entre los pitones en un epílogo en cercanías. En un abrir y cerrar de ojos, el toro le empaló entre las piernas. Fueron segundos eternos. De lejos y ya de noche, se temía lo peor y se escuchaban gritos de espanto. Afortunadamente, todo quedó en un susto y tras un pinchazo y estocada dio una vuelta al ruedo.

José María Manzanares, al igual que el pasado Domingo de Resurrección, fracasó. No logró nada interesante con el manejable y flojo segundo y lo peor, con el bravo quinto, el único toro de verdad del encierro, únicamente consiguió una buena serie con la diestra en una faena que fue a menos.

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