Toros

Ginés Marín sobresale en una competida tarde de novilleros

El extremeño Ginés Marín, que como Borja Jiménez cortó una oreja, firmó los momentos más sobresalientes y hondos del competido festejo que protagonizaron en Zaragoza tres de los novilleros más destacados del escalafón. Dentro de una semana, a la hora de hacer balance de esta feria del Pilar, la novillada de hoy será probablemente de lo más recordado de cuanto haya sucedido en el ruedo de La Misericordia. Y no lo será precisamente por el deslucido juego de los utreros de Jandilla, a los que faltó toda la entrega que sí pusieron los tres novilleros punteros, los cuales mantuvieron frente a ellos una emotiva y leal competencia que puso alto el nivel de la tarde.

Como líderes de los novilleros, los tres justificaron su fama no sólo rivalizando en quites sino también intentando imponerse con valor, oficio y autoridad a la engañosa movilidad de una novillada que no les dio facilidades.

Borja Jiménez y José Garrido, los dos espadas más cuajados del cartel y que este año consiguieron salir juntos a hombros por la Puerta del Príncipe de Sevilla, hicieron valer precisamente eso, su experiencia y bien aprendido oficio. Pero fue el menos placeado de los tres, el extremeño Ginés Marín, quien dejó para el recuerdo los momentos más intensos de la novillada, al cuajarle al tercero una faena de gran hondura y deslumbrante temple. Pese a que el animal acusaba un claro defecto en la visión, Marín le cuajó ya un buen saludo a la verónica, que fue la continuación capotera del magnífico quite por chicuelinas que le había hecho al segundo.

Ya muleta en mano, el de Badajoz le hizo a ese temperamental tercero una faena compacta, basada en un hondo concepto del toreo que le hace llevar muy largos, sometidos, templados y ceñidos a los enemigos, tanto en el toreo fundamental como en los adornos. De sereno valor y gran calado clásico fue el toreo que Marín le hizo al novillo por ambas manos, en la que será, sin duda, una de las mejores faenas que se verán en esta feria zaragozana y que se premió con una oreja que supo a poca recompensa.

Aparatosamente volteado por el quinto en un quite por gaoneras, Marín salió de la enfermería con una fuerte contusión en un párpado para estoquear al sexto, que ya no le permitió redondear la tarde por su apagada y nula condición.

Al sevillano Borja Jiménez le valió con su sobrado oficio para cortarle también la oreja al primero de la tarde, un jabonero al que cuajó una excelente serie de derechazos con ambas rodillas en tierra para abrir faena. Fue el único momento en que el de Jandilla embistió con cierta clase a su muleta, ya que desde entonces fue vaciándose en un trasteo que Jiménez resolvió con cierta prisa pero sobrado de recursos. El cuarto, al que recibió con dos largas cambiadas de rodillas, se quedaba prácticamente parado en mitad de las suertes por su falta de raza, defecto que el novillero de Espartinas también superó con solvencia.

José Garrido fue el único de la terna en irse de vacío, enfrentado en primer lugar a un utrero desrazado que no paró de protestar durante toda la lidia, pero con el que nunca perdió el control de la situación. En busca de la oreja que le igualara a sus rivales, Garrido saludó al quinto con una larga a portagayola para después atacar incansable a un animal que siempre amenazó con rajarse y que se violentaba a medida que el valiente novillero le obligaba a seguir peleando.

El público quiso premiar su voluntad con un trofeo que la presidencia no concedió, agarrándose quizá a la defectuosa colocación de la estocada.

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