Toros

Jesuli de Torrecera corta la única oreja del encierro de Cebada

  • El espada Jerezano abre plaza tocando pelo en un encierro en el que sobresalió el cuarto de la suelta, mientras que Alejandro Morilla y Blanco se fueron de vacío

Ganadería. Seis toros de Cebada Gago para El Puerto que no han sido un dechado de raza a excepción del ovacionado cuarto, que fue el mejor con diferencia. Primero, segundo y quinto mansos y con peligro, y tercero y sexto manejables aunque viniendo a menos. TOREROS: Jesuli de Torrecera, de tabaco y oro con cabos blancos, buena estocada (Oreja) y dos pinchazos y estocada (Ovación y saludos tras aviso). Alejandro Morilla, de negro y oro con los golpes blancos, estocada saliendo trompicado y descabello (Ovación y saludos) y dos pinchazos, atravesada que escupe y dos descabellos (Palmas tras aviso). Antonio José Blanco, de blanco y oro pálido, pinchazo y estocada (Palmas) y seis pinchazos (Silencio). Incidencias. No se alcanzó el cuarto de plaza cubierto y saludaron tras parear en el tercero Agustín González y Juan Luis Merino, que se volvió a desmonterar en banderillas junto a Antonio Ocaña en el sexto.

Jesuli de Torrecera cortó la única oreja de la tarde en El Puerto, al primero de la suelta, en un festejo que fue discurriendo por los cauces de la frustración y el desespero, sin remontar, con una corrida de Cebada Gago que era un clavo ardiendo para la terna.

Y los clavos ardiendo queman. Es la repetida historia de los festejos de esta guisa: tres toreros en el banquillo, sin oportunidades y que la encuentran en una corrida de toros de hierro exigente o, por decirlo de otro modo, que se enfrentan a un examen nada fácil con pocas horas de estudio, sin torear.

Y así unos dejan buen cartel, otros quedan inéditos, los más se hunden, y a uno de cada mil se le aparece el genio de la lámpara maravillosa.

Pues ayer en El Puerto Jesuli dejó buen cartel y a punto estuvo de abrir la puerta grande, Morilla quedó inédito con un lote imposible y la peor parte se la llevó Antonio José Blanco, ya que al público le quedó la impresión de que su lote tuvo algunas posibilidades o al menos que pudo permitir verle al torero más de lo que se le vio.

El primero fue manso de libro, escapando a los tercios donde no había toreros. Jesuli salió muy decidido a sacarle partido al descastado animal a base de atacar. El toro, ante la porfía del jerezano, se tragó las series suficientes para que cobrara relieve la labor del torero, que puso remate con una buena y certera estocada cobrando una indiscutida oreja.

No hubo más trofeos. El cuarto, segundo de Jesuli, fue el toro de la tarde: tuvo motor, movilidad, importancia de cara al tendido y raza. Hay que tener en cuenta que tuvo tres encuentros en el caballo, dos reglamentarios y uno en el de puerta, y embistió y se movió. Tuvo raza y Jesuli, que lo había templado en el saludo capotero, ligó los muletazos, sin dejar de acusar en algún altibajo el banquillo, como toda la terna. Sin duda hubiera cortado la oreja un enrazado Jesuli de no fallar con la espada, y si le coge toreado le forma un lío. La ovación fue fuerte y el torero besó la arena de la Plaza Real. Un triunfo frustrado.

Morilla no tuvo posibilidades y además de frustración tuvo motivos para desesperarse. No tuvo potabilidad alguna su lote. Su primero fue manso rajado y con peligro y no pudo más que exponer con voluntad. Su segundo, además de esconder la cara entre las manos y escarbar como varios de sus hermanos, fue reservón y avisado. Nada que hacer para el portuense que insistió, pero lo único que podía llevarse era un porrazo. Su desánimo fue palpable.

El sanluqueño Antonio José Blanco no tuvo toros tan buenos como el cuarto, ni tan malos como los restantes. Los suyos, sobre todo el cárdeno tercero aplaudido en el arrastre, tuvieron manejabilidad inicial aunque se vinieron abajo, pero el de Sanlúcar no encontró ni acople ni eco. Su primero terminó defendiéndose y el que cerró plaza también, punteando la faena uno y cabeceando el otro.

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