Toros

Manzanares y Bolívar abren la puerta grande

  • El Cid, que había cortado dos orejas, no pudo compartir la salida a hombros tras caer herido en su último toro, que había regalado, en la plaza de Medellín

GANADERÍA: Toros de Ernesto Gutiérrez Arango. Destacaron primero y sexto, que fue indultado. TOREROS: El Cid, dos orejas, silencio y gran ovación. José María Manzanares, saludos y dos orejas. Luis Bolívar, oreja y dos orejas simbólicas. Incidencias: Plaza de Medellín.

José María Manzanares, que cortó dos orejas, y Luis Bolívar, una en el tercero y dos simbólicas al que indultó, salieron a hombros en la cuarta corrida de la Feria de Medellín, cosa que no pudo hacer Manuel Díaz El Cid, que aunque cortó las dos orejas del que abrió plaza, fue corneado por el séptimo, un toro de regalo, que le impidió salir a hombros.

Se lidió un desigual y terciado encierro de Ernesto Gutiérrez Arango que, salvo el cuarto, desarrolló condiciones. Sobresalieron el primero por su calidad y el sexto por su transmisión. Los ganaderos también salieron a hombros por la puerta grande.

El Cid abrió el festejo con un toro que desbordaba calidad. Cada una de sus embestidas era un canto a la clase para perseguir los engaños. Un toro ideal para el sevillano, que con su trazo limpio y cadencioso lo llevó hasta donde el animal quería. Faena con luz propia, la que permitió la conjunción de un torero en vena y un toro de deslumbrante bravura.

El listón arriba y el turno para Manzanares. Sin exigirse demasiado, su capote fue de categoría. Con la muleta, cada trazo valía por el doble, y los muletazos, especialmente por el derecho fueron de gran categoría y estética, ante un toro noble pero que no trascendía lo suficiente. En el toreo al natural, tuvo que exigirse más de la cuenta. Pero en el quinto, con la tarde en ebullición, Manzanares se superó. El capote, manejado con la misma gracia, adquirió una estética contundente. Y ante un toro nada fácil, que embestía con mucho nervio e intensidad, su muleta fue más poderosa. Esa conjunción permitió la grandeza de las series. Donde los muletazos se encadenaban.

Luis Bolívar, con su primero, estuvo sobrado de técnica en una faena emotiva, que tuvo temple. Y tras la pasión del quinto salió a elevar la tarde en el sexto. Bolívar no sólo cuajó un vibrante saludo con el capote, sino que lo lidió de forma ejemplar, en una receta para garantizar el fondo. El colombiano se puso en la mitad del ruedo a torear. Torear de verdad, con fino y largo trazo. El torero se empecinó en salvarle la vida y consiguió alargar sus embestidas hasta que asomó el pañuelo del perdón.

Como el cuarto toro había sido un imposible, e hizo pasar mal rato a El Cid, el sevillano regaló un toro. No tenía muchas virtudes el animal, y había que poner más de la cuenta para que no fuera inferior a la tarde. Y en esas se asomó el drama. El Cid fue empitonado en su muslo izquierdo y de inmediato se notó en su cuerpo que la cornada había llegado. No se fue a la enfermería y en una gesta se quedó a terminar su misión. No pudo salir a hombros pero los toreros lo arroparon hasta la enfermería.

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