Toros

Morante de la Puebla, El Juli y Castella salen a hombros

  • La terna dio una buena tarde de toros en Roquetas de Mar con un encierro noble de Zalduendo

Los diestros José Antonio Morante de la Puebla, Julián López El Juli y Sebastián Castella cortaron dos orejas cada uno y salieron a hombros en la última de feria de Roquetas de Mar (Almería) tras ofrecer una gran tarde de toros. Toros de Zalduendo, bien presentados, nobles y de buen juego, siendo aplaudidos los seis arrastres. Morante de la Puebla, silencio y dos orejas tras aviso. El Juli, oreja y oreja. Sebastián Castella, ovación tras aviso y dos orejas tras aviso. Los tres toreros salieron a hombros junto al mayoral de la ganadería. La plaza registró lleno de No hay billetes.

No terminó Morante de acoplarse con el primero de la tarde, al que puso en el caballo por segunda vez, lo que hizo que le faltara fuelle la muleta. El de La Puebla estuvo aseado con la franela y mal con la espada. En el cuarto dejó detalles de mucha plasticidad con el capote: verónicas, chicuelinas y media de cartel. Brindó al público el sevillano una faena que contó con otro ánimo bien distinto. Se entendieron toro y torero durante toda la faena, con pases de todas las marcas y con el peculiar sentimiento de Morante, que acabó cortando las dos orejas.

El Juli estuvo muy bien con el capote en la verónicas de recibo al primero de su lote, y en un quite por chicuelinas a compás abierto muy ajustadas. Le dejó crudito en el caballo para empezar faena a pies juntos por estatuarios. Labor mandona a un toro noble y sin excesiva transmisión. Los circulares a derechas fueron templados y muy aplaudidos. En su segundo realizó El Juli una faena con altibajos donde se vio a un torero entregado pero sin poder redondear su obra por fallar con los aceros.

Sebastián Castella salió atropellado sin consecuencias cuando intentaba cerrar unos lances de capote con una larga cambiada de rodillas en el platillo. Quitó por chicuelinas y no lo quiso picar. Brindó al público y citó desde la misma boca de riego con un cambiado por la espada para, a continuación, realizar una importante faena, dando tiempo entre tandas, en una labor a más. Se le resistió la espada, y perdió las orejas que tenía más que ganadas. La labor con la que cerró plaza la inició con estatuarios y la faena estuvo basada en el toreo fundamental, mejor si cabe por el pitón derecho. Todo dentro de la verticalidad y quietud de la que Castella es un maestro.

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