Toros

Pésima corrida de Partido de Resina

La tan recurrida expresión de que se juegan mucho los toreros era en esta ocasión una auténtica realidad, ya que los tres espadas -Eduardo Gallo, Sebastián Ritter y Rafael Cerro- contaban únicamente con esta oportunidad en el San Isidro 2015, con Las Ventas como única pista de lanzamiento de sus carreras ¡¿Oportunidad?!... No fue tal. La corrida descastada de Partido de Resina, desigual en su presentación, no ofreció opciones claras a los diestros para lucirse, quienes para más inri se mostraron desacertados con los aceros, especialmente Ritter y Cerro. El público, en la entrada más pobre de este maratoniano ciclo isidril -más de media entrada- se aburrió de lo lindo con una de las corridas más esperadas en esta semana que denominan torista.

El cárdeno que abrió plaza, cinqueño, alto, fue aplaudido en su salida. El toro, noble, no se entregaba. Gallo realizó una labor correcta; por momentos mal colocado, con pases vaciando hacia fuera, alternando con muletazos templados, a los que les faltó chispa artística.

El corniabierto cuarto fue peor. Manso desde su salida -barbeó las tablas-, se fue de inmediato a tablas tras la primera tanda. Gallo no tuvo opción al lucimiento y el toro fue pitado en el arrastre.

El segundo, el otro cinqueño del festejo y el de menor peso -490 kilos-, enmorrillado, tuvo como mayor virtud la movilidad, pero no humillaba. Ritter concretó una faena marcada por el valor y la suavidad en el manejo de la muleta. En los medios, de largo y con la derecha, aprovechó la inercia del astado para una tanda emotiva. En la siguiente templó. Y hubo otra más aplaudida por su ligazón. Cerró con manoletinas ceñidas. Intentó matar recibiendo, pero falló reiteradamente con la espada y fue silenciado; siendo aplaudido el toro en su arrastre.

El quinto, ovacionado de salida, corniabierto, sin entrega en los primeros tercios, acometió con la cara por las nubes tras la muleta de Ritter, que alargó innecesariamente un trasteo en el que era imposible lucirse con el descastado animal.

Al tercero, ¡un tío!, un cárdeno precioso en el tipo de la casa, le ovacionaron de salida. Toro guapo, como se decía de estos toros cuando se anunciaba la ganadería como Pablo Romero. Fue solo fachada. Cerro estuvo voluntarioso en un trasteo desigual con un astado que se quedaba corto y reponía.

Sin embargo, el sexto fue un astado feo, muy alto, largo, sin trapío, que saltó al ruedo entre algunas protestas. Manso, se marchó al sentir el hierro en varas. El astado acometió con una movilidad engañosa, embistiendo sin entrega ni humillación. Cerro realizó una labor carente de emoción, con muchos muletazos y poco contenido.

Uno de los encastes que destacaban antaño por su estampa -cuando lidiaba como Pablo Romero- no brilló ni en eso, además de no contar con motor. El resultado de todo ello fue un espectáculo marcado por el tedio.

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