Toros

Tarde de toros devueltos, protestas y sobreros desaprovechados

  • Bronca en Madrid por la escasez de fuerzas y la poca raza del encierro de Núñez del Cuvillo

El segundo festejo de la Feria de Otoño fue derivando toro a toro en un desastroso espectáculo marcado por las broncas a causa de la invalidez del ganado, la devolución de varios ejemplares a los corrales y el escaso provecho que Iván Fandiño sacó de un lote de claro triunfo.

Fue la típica tarde de broncas, acritud y voces destempladas en Las Ventas, esta vez motivadas por la escasez de fuerzas y la poca raza de una corrida de Núñez del Cuvillo que dio trabajo extra a los cabestros de Florito.

Pero algunas de esas broncas no llegaron tanto por la invalidez de algunos toros como por las erráticas decisiones del presidente, empeñado por ejemplo en mantener en el ruedo, contra el clamor unánime de la plaza, a un sobrero de Bohórquez derrengado y de escaso trapío, que debió volver a los corrales muchos minutos antes.

En ese ambiente crispado, tan habitual en esta plaza bipolar, a veces inmisericorde, otras dulce como la miel, se desarrolló esta segunda corrida de la Feria de Otoño, que, aparte del escasísimo juego de los Cuvillos, se resume también en el escaso provecho que Iván Fandiño obtuvo de dos sobreros de claro triunfo.

El primero de los dos llevó el hierro de Juan Pedro Domecq y fue un toro bajo de agujas que ya mostró su clase desde el principio, sobre todo por el pitón izquierdo. El torero de Orduña le planteó una larga faena y voluntariosa, pero demasiado rígida en las formas y en el fondo, sin apenas ductilidad en una muleta usada más como escudo que como guía de embestidas.

Como tercer sobrero, salió al ruedo el quinto, éste con el hierro de El Torero. Y, aunque acusó cierta debilidad de cuartos traseros, se asentó ya en los primeros compases del trasteo de Fandiño para ir desarrollando todo su buen fondo, especialmente también por el pitón zurdo.

Aunque muy asentado en la arena, con mucha firmeza de planta, el vasco repitió idéntica rigidez de planteamientos técnicos, sólo que esta vez incluso con más ligereza de muñecas, sin acoplarse nunca al templado ritmo del ejemplar de El Torero.

Finito de Córdoba pasó una vez más sin pena ni gloria por Madrid. Desacertado y brusco con su desfondado primero, aún le ligó un par de series de derechazos muy estimables al cuarto, también deslucido, pero sin que el público de Madrid le echara cuentas en tarde tan crispada.

La mejor actuación, la más digna y solvente, fue la de Daniel Luque, que se mostró muy por encima de sus dos toros. Al tercer Cuvillo, sin gas y sin nada dentro, aún le cuajó un buen quite por verónicas mecidas. Y con el áspero y probón sobrero del Risco anduvo incluso con demasiada facilidad sin dejar ver a la mayoría del público las complicaciones del animal.

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