Toros

Urdiales y Serafín Marín triunfan con toros de Adolfo Martín

Los diestros Diego Urdiales y Serafín Marín pusieron un triunfal colofón a la Feria de Otoño en Las Ventas, gracias a la oreja que ambos pasearon en una variada corrida de Adolfo Martín.

Urdiales sorteó en primer lugar un adolfo medido de fuerzas, aunque acabaría respondiendo en el último tercio, moviéndose con prontitud y emoción en la muleta del riojano, que, pese a un inicio un tanto embarullado por el derecho, al final, acabó rompiéndose con él por el pitón izquierdo.

Perfecta colocación y adecuada elección de las distancias, echando los vuelos de la franela al hocico para tomar al toro y llevarlo templado, ajustado y con tremenda hondura en tres series extraordinarias por el aroma que desprendía cada pase. Cumbres. Como la faena, trufada con adornos de exquisita torería, y, sobre todo, abrochada a la perfección con la espada. Oreja de ley.

El quinto fue un sobrero del Puerto de San Lorenzo tan grande como vacío por su descarada mansedumbre, rajándose a las primeras de cambio, imposible para hacer el toreo. Qué mala suerte tuvo Urdiales, que lo único que pudo hacer fue matarlo por arriba.

Serafín Marín, que pasó como una sombra en su parado y muy deslucido primero, sin embargo, estuvo muy bien con el que cerró plaza, al que instrumentó una faena vibrante y emotiva. Fue este sexto un toro que embistió con buen son en la muleta, y Marín fue confiándose poco a poco con él para acabar pegándole tres o cuatro lapas por el derecho y otras tantas al natural que pusieron la plaza a su favor. No fue faena compacta, más bien de pasajes sueltos, pero todo lo que hizo el catalán tuvo tremenda sinceridad por lo entregado que se le vio y lo a agusto que, por momentos, también toreó. La estocada que agarró, de manual, ya valía por sí sola la oreja que finalmente paseó.

El primero de Uceda apuntó buena condición de salida por lo bien que colocó la cara en los capotes, pero fue todo un espejismo, pues a la salida de la segunda vara, el astado comenzó a evidenciar muy poca fuerza, motivo por el que el Uceda apenas pasó de las probaturas en la muleta.

El cuarto fue lo que se dice un auténtico barrabás por lo mucho y muy rápido que desarrolló sentido. De salida barbeó tablas, buscando la huida, y cobró de lo lindo en las dos varas que tomó cerca de la querencia. Y ni así consiguieron bajarle los humos, al contrario, pues acabó sembrando el pánico a las cuadrillas y a un Uceda que optó por abreviar en la muleta. El público de Madrid, muy partidario de este tipo de toro, tomó partido por el adolfo, castigando injustamente al torero, pues no es lo mismo la bravura que el genio y las malas ideas. Pero así es Madrid, tan exigente como, a veces, tremendamente dura.

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