El reloj de arena está ya cerca de vaciarse en la parte superior, el Unicaja se acerca al final de temporada regular. Le quedan dos partidos y una victoria le vale para asegurar el quinto lugar. Decía Casimiro, en broma, que igual conviene más ser sexto para evitar el Valencia. Hay quien podría pensarlo visto el tremendo momento del equipo valenciano, que de momento no ha bajado el pistón pese a que tiene el gran objetivo, estar en la Euroliga, en el bote. La realidad es que está a tres victorias y es inalcanzable. Y el Unicaja aún es un cebo para los que persiguen, aunque depende de sí mismo para ser quinto. Basta una victoria en dos partidos.

El Iberostar ha sido una piedra dura en el camino de los de Casimiro. Ante pocos equipos se ha descuadrado como ante los insulares. Primero, en una infausta mañana del día de Reyes, cuando el equipo mandó una señal importante de alarma, con una amplia derrota. Un mes y poco más tarde, dominó al equipo malagueño con solvencia en unos cuartos de final de la Copa que se presumían abordables. Aplicó cloroformo y desactivó al Unicaja, que, de remate, perdió con el partido ya decidido a Jaime Fernández por un tiempo.

En esencia, se trata de recuperar sensaciones en estos dos partidos, que los lesionados se integren y tengan rodaje para llegar competitivos. No ha sido el Unicaja, salvo algún momento puntual, el rodillo de octubre y noviembre pasados. Es el listón que se puso y no ha podido ni siquiera igualarlo. En el análisis interno que hay en el club se tienen muy presentes las lesiones padecidas, pero, admitiendo que han influido, hay otras patas que se han ido cayendo.

Admitía sin tapujos Casimiro que el problema del rebote es bastante serio y que ello ha tapado una progresión en otros aspectos. Es cierto que el equipo tiene una mayor capacidad defensiva, como también es verdad que hay menos clarividencia ofensiva. Es una tendencia habitual que se reduzcan los puntos cuando se acerca el momento culminante de la temporada.

El Iberostar depende de sí mismo para estar en las eliminatorias, de la que se ha hecho habitual en las últimas temporadas. Es innegable el crecimiento en el último lustro, se apuesta por el baloncesto en la isla. Se ha organizado un Mundial femenino, será sede de la próxima Supercopa 2020, también acogió una Final Four de la Champions... Siempre tuvo buen baloncesto Tenerife. Y ahora tiene un equipo rocoso, con Vidorreta de máximo exponente y un coro de jugadores que lleva varios años juntos y que juegan de memoria por momentos. En los dos partidos disputados esta temporada ha habido desequilibrio en el campo y en el banco. Una buena manera de cargarse de moral es vencer en la hamburguesa de La Laguna. Allí no se gana fácil.