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El decoro sigue intacto

  • El Unicaja acaba noveno en la Euroliga, en una decimosexta participación impregnada de honradez y dignidad competitiva

  • Queda la sensación de que el 'play off' estuvo accesible

El Unicaja, tras la victoria en la pista del Fenerbahce.

El Unicaja, tras la victoria en la pista del Fenerbahce. / Euroleague

De un cinco de abril a otro van 12 meses, suficiente tiempo para rellenar un libro repleto de vivencias, con el prestigio que otorga llevar la insignia de la Euroliga en el pecho. Se acabó la aventura para el Unicaja, al que le toca hacer la digestión. Un sorbo dulce, con una pizca de amargor de haber comprobado que el siguiente escalón era accesible. Un proceso que destila nostalgia y que debe ser la primera piedra del regreso, prioridad desde que la expedición tomó el vuelo de vuelta desde Estambul.

En la decimosexta participación del club de Los Guindos en la Euroliga, 15 de manera ininterrumpida, queda una postal de dignidad y honradez competitiva. La sensación de que el play off, en su historia la entidad solo se metió una vez entre los ocho mejores, parecía abordable. Una novena posición, uno por debajo de la bisagra que establece la criba, merced a un balance de 13 victorias y 17 derrotas. A tres del Top 8 -serían menos si se hubiera ganado un encuentro al Baskonia o al Khimki en Moscú- y cerca del añorado 50% de Plaza. En todas sus intervenciones en el torneo continental, solo tres veces consiguió ganar más, contando que el nivel actual está varios peldaños por encima. En la Eurocup el curso pasado venció en el mismo número de encuentros.

El retorno se juega desde un prisma, pero hay varios que lo adornan. Uno de ellos es que el Unicaja acabó por delante de cuatro equipos que poseen la apreciada licencia A (Barcelona, Anadolu Efes, Milán y Maccabi). También cuenta con el honor de haber vencido a tres de los cuatro equipos que jugaron la última Final Four, solo el CSKA de Moscú aguantó en pie. Para más inri, el Fenerbahçe no consiguió tumbar a los de Plaza en el prólogo y epílogo de la fase regular. Un grupo en el que también están los del Palau, el Efes y los israelís. No ganaron los cajistas en el doble enfrentamiento, además de los moscovitas, a Panathinaikos, Zalgiris, Baskonia y Brose.

El equipo se mostró fiable como local con nueve triunfos en 15 partidos, echándose aun así en falta haber rascado algo más. Se resquebrajó en la carretera, con solo cuatro picas. No obstante, en líneas generales, el Unicaja exhibió con regularidad sus señas de identidad. Competitividad a la máxima potencia, con la defensa y el rebote -tercero a nivel grupal, primero en ofensivos- como catapultas. De los 30 partidos, en solo cinco cayó por una diferencia superior a 10, quedando como lunares las visitas al WiZink Center y La Fonteta.

La rémora la construyeron el cierre de los encuentros. Nueve finales perdidos y siete ganados. Maquillan el del Olympiacos y Fenerbahçe, aunque ambos sin objetivos en juego. Quedan en el imaginario la canasta de Ulanovas, el pétreo Brose ante el Unicaja, el desplome en Rusia ante el Khimki, los tropiezos ajustados en el Carpena frente al Valencia y el Baskonia, el despropósito en la Sala Pionir...una suma que suponía la lanzadera hacia el sueño.

Cercano o no, la Euroliga, donde el Unicaja llenó las arcas con alrededor de 681.000 euros (aunque también hubo un importante gasto con los chárters), ya es historia. Ahora en la Liga Endesa queda un billete en juego. Parece primordial no descabalgarse de una competición adictiva y que crece de forma exponencial, con las miras de convertirse en una especie de conferencia europea al estilo NBA. Ahí el Unicaja dejó el decoro intacto y mereció estirar su estancia en el paraíso. Ahora queda ganarse el privilegio para otra vivencia extraordinaria.

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