Vivir

La expresión del pueblo fiel

  • La Magna ofreció a cofrades en particular y malagueños y turistas en general el escenario perfecto

La tarde prometía. Se palpaban las ganas de vivir un acontecimiento singular. Dos meses después de la Semana Santa, con las noches de procesiones aún en el recuerdo, la Magna ofrecía a cofrades en particular, malagueños en general, público venido desde muchas otras provincias y turistas pertrechados con sus tabletas y su curiosidad el escenario perfecto. Hubo mucha gente pero sin agobios excesivos, muchas familias con niños, mucho grupo de amigos, mucho movimiento de un lugar a otro. Y esa especie de masa líquida hizo que todo fluyera sin las estrecheces y los apuros propios de la semana de Pasión. También hubo tiempo y público para todo, para abarrotar la barra de Casa Mira y echar un ojo a la nueva colección de bañadores mientras María Auxiliadora pasaba por la calle Martínez y detrás, en Puerta del Mar, esperaba la Zamarrilla.

Todo comenzó algunas horas antes. A las cinco en punto se abrieron las puertas de la Catedral, salieron los primeros enseres y repicaron las campanas. Comenzaba la Magna. En la plaza de los Naranjos y en las calles Císter y San Agustín la expectación era grande. La gente se arremolinaba casi sin dejar espacio a la comitiva para no perder detalle. Muchos cofrades hablaban de sus hermandades mientras esperaban que hiciese su aparición el primero de los diez tronos marianos que procesionarían por el centro de la ciudad. Sonaron aplausos cuando Santa María de la Victoria salió a bendecir a su pueblo, como patrona que es desde hace 150 años. "Cómo brilla la plata, qué bonito", decían unos fieles, que alababan la banda con los tambores, las guirnaldas y los adornos florales. "Un trono buen llevado va majestuoso", decían.

"Qué te gusta el bullicio, Dolores", le decía Isabel a su amiga. Y es que nada más salir la primera de ellas, la homenajeada, quería ir en busca de otra salida. Y así hizo la mayoría. Los que optaron por seguir un poco más la procesión de la patrona, coronada hace 75 años, pudieron ver uno de los emocionantes momentos que depararía la tarde. En la plaza del Siglo, una lluvia espesa de pétalos blancos, rojos y rosas cubrió el trono de la Victoria mientras que la marcha de la banda de música Vera+Cruz de Almogía le regalaba una preciosa marcha. Tanto que desató las lágrimas de un grupo de amigas de mediana edad que no quisieron perderse el homenaje mariano.

Otro escenario estaba ya dispuesto a cobrar protagonismo cuando el primero de los tronos entraba en la calle Larios. En la explanada de Santo Domingo, aún con las puertas cerradas de la casa hermandad de la cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte y Nuestra Señora de la Soledad de Mena se escuchaban los primeros toques de campana del trono de la Virgen y la música de su banda. En la espera se reiteraba, por desgracia, la impunidad de los comedores de pipas que no sienten un asomo de respeto por su cuidad y son capaces de ensuciarla sin miramientos. Se abrieron las puertas y el salón de tronos se pudo ver repleto de fieles. Sonaron aplausos y las campanas pusieron en marcha el gran altar que cada Jueves Santo saca a la Soledad por las calles malagueñas. "Es una auténtica obra de arte", comentó Felipe y su amigo se fijaba en la gente a su alrededor. "¡Cómo está la plaza!", decía. Aunque no era nada comparado con el gentío que espera horas y horas para ver la Legión, la congregación era abundante. Y cuando el sol hizo brillar su manto dorado solo hubo que girarse hacia la puerta de la Iglesia de Santo Domingo, para presenciar otro acontecimiento, la salida de Dolores del Puente. Incluso minutos antes de la hora señalada comenzó el cortejo siguiendo los pasos de su predecesora con la compañía de la unión musical Eloy García. "Se me ponen los vellos de punta, por Dios", decía Fran. La cara blanquecina de la Dolorosa iba derramando sus lágrimas como cada Lunes Santo, con seriedad y rigor. "Vamos a seguirla y así la vemos un poco más", sugirió Fran a sus amigos.

La tarde iba avanzando y las vías de salida se complicaban a medida que los tronos se iban adueñando de la ciudad. Un hombre vendía pulseras de la Magna a un euro. Otros, en un puesto portátil agua, cerveza y algodón dulce. El puente de la Esperanza, engalanado con banderolas y guirnaldas blancas y verdes fue otro punto para no perderse. Por él pasarían la Soledad de Mena, Dolores del Puente y la Virgen del Carmen antes de recibir a la Esperanza y María Santísima de los Dolores, de la cofradía de la Expiración. La calle Martínez se llenó de gente, acopladas para ver la procesión casi completa, una tras otra irían pasando por este enclave para cruzar la calle Larios hasta la plaza de la Marina. La Virgen del Carmen, adornada de flores multicolores, con el niño Jesús en brazos ofrecía una imagen distinta a las anteriores. "Esta es la Virgen del Carmen, la que sale en julio, no es de Semana Santa", explicaba una señora a una otra y le decía que era la primera vez que iba bajo palio. Tampoco antes había lucido el manto blanco bordado en oro prestado por la Victoria de Archidona.

Itinerario en mano llegaba la hora de buscar otro emplazamiento. Tambores, aplausos o campanas advertían de momentos clave en calles o iglesias. El repique en la Esperanza anunciaba la salida de su Virgen. En ese momento, el puente de la Aurora y su rampa estaban plagados de almas cuando la María Santísima de la Amargura, Zamarrilla, hizo su entrada en la calle Cisneros. Desde lejos ya se podía ver el caminar cadencioso de la Trinidad acercándose a la curva de la Tribuna de los Pobres. Minutos después, María Auxiliadora cruzaba hacia la calle San Juan y La Trinidad esperaba su paso para continuar el desfile. "Esto es único, se hace porque es el 75 aniversario de la coronación", le explicaba Juan a sus amigas. "Así, a la luz del día se aprecian detalles que de noche no se ven, se destaca mas ese color tan especial que tiene el palio y el manto", comentaban dos hombres que enmudecieron para escuchar los sones de la Trinidad Sinfónica.

No daba a vasto para seguir tanto trono a la vez en la calle. Una pareja, con dos niños pequeños y sus respectivos carritos, iniciaba una carrera para poder ver a Nuestra Señora de los Dolores en el puente. De María Santísima de la Esperanza quedaba la huella de su romero bendecido. A la caída de la tarde y con la Victoria ya colocada en su altar, en la puerta de la Encarnación de la Catedral, las nueve Vírgenes coronadas rindieron homenaje a la patrona desfilando por la plaza del Obispo. Eso sí, con algún que otro retraso. Aún quedaba tiempo para verlas de recogida. La noche ofrecía una nueva perspectiva de cada trono y no fueron pocos los que quisieron seguir saboreando una noche cofrade a finales del mes de mayo.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios