Festividad del Corpus Christi

Los cimientos de Jesús Sacramentado

  • La Diócesis de Málaga se reafirma en su actual modelo para seguir construyendo de cara a futuras celebraciones

La Custodia pasa ante el Señor de la Sagrada Cena.

La Custodia pasa ante el Señor de la Sagrada Cena. / J. L. P.

Dos amigos se reencuentran por la calle, en Molina Lario, a la altura de la gitana de Invader. Tras un intenso abrazo, la comitiva que pasa ante ellos comienza a interpretar el Cantemos al amor de los amores y ambos se arrancan a destiempo respecto a los sones de cornetas. El Señor de la Sagrada Cena comienza a girar hacia calle Santa María para volver a su templo tras presidir su altar junto a la parroquia del Sagrario. Cientos de personas se congregan ante el trono, la banda, el cortejo o ante ese fenómeno desconocido para los turistas tan atractivo para sus teléfonos móviles.

El fenómeno de un trono en la calle eclipsa en los últimos años la presencia de Jesús Sacramentado en la calle. Los continuos vaivenes y la falta de apoyo obligaron a responsables diocesanos a tomar las riendas y ya este año se aprecian aspectos positivos para una celebración, la del Corpus Christi, que necesitaba un impulso. En ese movimiento para avanzar se ha convertido Felipe Reina, párroco de los Santos Mártires y San Juan, en elemento clave. Su determinación ha llevado a dar pasos necesarios para consolidar la celebración matinal.

Tras la celebración de la eucaristía, que comenzó a las 9:00, la banda de cornetas y tambores del Real Cuerpo de Bomberos salía por el Patio de los Naranjos. Le siguieron las representaciones de las cofradías, con guion y número de asistentes variable, a pesar de existir una norma que promovía sólo cinco personas por hermandad. Al final,las sacramentales portaron cirios, un modelo que debería prolongarse al resto de corporaciones, independientemente de su carácter respecto al Sacramento.

Los arciprestazgos, movimientos de la iglesia como la Adoración Nocturna, seminaristas y sacerdotes cerraron la comitiva antes del pabellón basilical. La custodia lució en su carroza engalanada con flores y cirios, y debió sortear las cadenas de la Catedral por el acceso para minusválidos, dado que la rampa provisional faltó en esta ocasión.

El cortejo saludó a los cuatro altares instalados para la ocasión y dedicaron unos minutos de oración y contemplación al paso de la Custodia: en calle Granada, el de Humildad y Paciencia con la Virgen de la Aurora; en la plaza de la Constitución, el de la Agrupación de Cofradías, que contó con el Sagrado Corazón de la parroquia de Santiago; en calle Larios, y atado a la escultura de Tony Cragg de calle Strachan, el de las hermandades de Gloria con la Virgen de la Candelaria de Colmenar; y en Molina Lario, el de la Sagrada Cena. El coro de la Catedral puso los sones cantados en el recorrido, con cantos acompañados por un público fiel que sigue mermando, acompañado por la Banda Municipal. Zamarrilla tocaría a la salida de la Catedral.

En el público, como en ocasiones anteriores, dos caras: la perezosa que deja calles como Duque de la Victoria o Strachan casi vacías, pues ni el nublado empuja al católico a celebrar el Corpus Christi en las calles como mero espectador; por otro lado, la devota aférrima. La que a veces muestra signos de indolencia, donde todo vale y la caridad es un espejismo. La labor pastoral de los sacerdotes con sus fieles debe pasar también por encontrar sentido al acompañamiento de la Custodia en fraternidad, sin ínfulas ni tintes de idolatría.

Al término de la procesión por el centro histórico, el interior de la Catedral se adivinó como el sitio perfecto para finalizar con una oración colectiva mientras las campanas repicaban al exterior. Aún lejos de las glorias de otras décadas, el Corpus Christi parece encontrar un camino en el que siguen faltando apoyo y esfuerzos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios