Vivir

La geometría de la devoción

  • El Perchel, Huelin y los Submarinistas procesionaron a la Virgen del Carmen para la bendición de las aguas

  • Las líneas dibujaron los planos imaginarios entre la fe y la divinidad

La procesión de Huelin, una vez la imagen llegó a la playa.

La procesión de Huelin, una vez la imagen llegó a la playa. / Marilú Báez / J. L. P.

Las líneas son esenciales en la geometría. Crean figuras y mantienen el orden natural de los seres. Vertical, horizontal, diagonal y curva completan el paisaje. Y cada mes de julio transforman la ciudad para dividir en planos la devoción a la Virgen del Carmen: en la tierra, la devoción humana. Sobre el cielo, en un plano que pretende alcanzar la vista, la Patrona de los marineros. En la eternizada obra de calle Ancha, El Perchel marca su particular tanto monta, monta tanto. En dos grandes banderolas horizontales se puede leer que Málaga es del Carmen y, a su vez, que esta es la Virgen del Carmen de Málaga. Definitoria devoción sin más apellidos, consigue desperezar a una ciudad revestida de domingo cuando, apenas con el amanecer y sin rayos de luz aún rompiendo las verticales, la imagen coronada crea su campo de gravedad con rezos y súplicas. Con lágrimas y promesas.

En torno a la Virgen se forma, a su vez, la colmena que dibujase Cela en su libro: la vecina del barrio, el profesor de universidad, la madre con su hija vestida de marenga en brazos por primera vez, el sacerdote, la tendera, el experto... una corriente variopinta de ciudadanos que hacen más íntimo el traslado hasta la Santa Iglesia Catedral para asistir a una eucaristía con colores crudo y marrón carmelita.

Presidida por el obispo Jesús Catalá, al igual que el resto de actos de la jornada, la misa sirvió como alabanza a la Virgen y reivindicación de una Iglesia en marcha en pos del prójimo que cruza el mar por parte del prelado: "Todos tenemos parte de responsabilidad en la pérdida de estas vidas humanas y en la acogida de estas personas que llegan en busca de una vida mejor; no podemos mirar hacia otra parte, porque son hermanos nuestros".

Al término, apenas había espacio entre el plástico de las terrazas invasoras de la plaza del Obispo y los fieles para acompañar, con la banda de música de La Paz, a la Virgen para que presidiese el soportal de la Autoridad Portuaria hasta la tarde. No muy lejos, los submarinistas sacaban de las entrañas del mar de Alborán a su Virgen, sumergida en lo profundo, oculta a la vista pero resguardada en su fe. Turistas y malagueños, desprendidos de todo protocolo en el vestir, aprovechaban la estampa en La Malagueta para inmortalizar el momento mientras el trono, aún con olor a salitre, se dirigía a la cercana parroquia de San Gabriel para celebrar una eucaristía por los que faltan y por quienes felizmente están.

Con sus casitas desprendidas de la tierra y sustituidas por grandes bloques de edificios, la barriada de Huelin no renuncia a que la Virgen del Carmen cree otra línea hacia el horizonte. Desde la parroquia de San Patricio salió el cortejo para enfilar calle Princesa portando en sus hombros a la Estrella de los mares. La agrupación musical San Lorenzo Mártir y la banda de música de Zamarrilla ponían las notas. Los hermanos, la voz. La Salve más famosa regalaba los vientos para que el suelo se hiciese pronto arena y la orilla quedase bendita con el contacto de la Patrona de los pescadores.

En el Palmeral de las Sorpresas la espera se hacía más placentera bajo la sombra de sus curvas. La Virgen del Carmen Coronada atravesaba la popa del barco para situarse en su lugar y salir a la Bahía. Las sirenas y las pequeñas embarcaciones se alternaban con las voces de malagueñas dedicadas a María hasta que, con la Catedral apenas convertida en una anécdota al fondo -¡qué bien se ve la ciudad sin ninguna torre molestando en el Puerto!-, el Obispo bendecía las aguas en el reencuentro entre la perchelera y la de los submarinistas. Las flores, para el recuerdo de los desaparecidos, depositadas en el agua para que no falte el cariño de las familias del mar. Tras los aplausos, las despedidas. La vuelta, con un toque ecléctico de Suspiros de España a Ghost a bordo. Al final, la última orilla.

Una vez que la Virgen tocó de nuevo tierra era el momento de volver a su barrio. Las diagonales del manto marcaron el epicentro de atención de quienes, incluso con un último suspiro tras llegar a tiempo al encuentro, escucharon a la banda de música de La Paz poner las notas de Carmen Coronada. Los hábitos de recuerdo carmelita avanzaban hacia una ciudad que volvería, dos meses después, a reencontrarse con el Carmen.

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