Procesión de la Virgen de la Trinidad

La Trinidad devuelve la fiel oración de respeto a su barrio

  • El cortejo ha discurrido por el entorno de San Pablo en el cincuentenario de la bendición de la Dolorosa

  • La Virgen ha estrenado una media luna realizada por Alberto Quirós

La Trinidad devuelve la fiel oración de respeto a su barrio.

La Trinidad devuelve la fiel oración de respeto a su barrio. / J. L. Pérez

La Virgen de la Trinidad sale por la puerta de la parroquia de San Pablo. La Virgen de la Trinidad sale por la puerta de la parroquia de San Pablo.

La Virgen de la Trinidad sale por la puerta de la parroquia de San Pablo. / J. L. Pérez

Con las aceras aún torcidas y las paredes de las casas desconchadas por la humedad, signo de los tiempos pasados y las gestiones políticas que miraron hacia otro lado, el barrio de la Trinidad lucha por alzar su vista al cielo y tomar aire mientras el centro histórico congrega en torno a la pre-Navidad más kitsch al respetable que poco tiempo tiene para pensar en detener su ritmo de vida frente al consumismo. En ese silencio desértico, la plaza de San Pablo ha convertido este sábado en un oasis de esperanza por tiempos mejores y visitas a pie de calle cuando la Virgen salva el umbral del templo por sus cincuenta años en Málaga.

La tarde primaveral con que debía hacer frente la hermandad del Cautivo invitó a dejar de lado el espíritu del centro comercial (decir que es el de la Navidad sería casi una blasfemia) para dar paso al rezo íntimo. A sus pies, como tradicionalmente realizan. Acompañada por casi un centenar de hermanos con cirios y la representación de la Archicofradía de María Auxiliadora, que ha cedido el trono para la ocasión, la Virgen de la Trinidad ha salido despacio, serena, a los sones de su banda y con las marchas Alma de la Trinidad y Coronación de la Trinidad mientras la noche llamaba a la puerta.

El cortejo ha buscado la complicidad de las calles estrechas y adornadas con guirnaldas de papel y banderolas bicolores mientras el concurso de belenes se debatía en los corralones a ritmo de hits horteras hechos villancicos flamencos unos metros más allá. Pero el tiempo sabe pausar sus ritmos y, entre los solares, un padre intenta sin éxito que su hija aparte la mirada de la estampa regalada con la silueta de la Virgen. Sus infructuosos intentos le hacen desistir y guardar el móvil. Es momento de mirar a Trinidad cara a cara ante una talla de pequeño tamaño que hizo las veces del Cautivo en un balcón de calle Empedrada.

Petalada a la Virgen. Petalada a la Virgen.

Petalada a la Virgen. / J. L. Pérez

La devoción no entiende de fronteras y, desde Jerez, hermanos de la Estrella han acudido a ver cómo le sentaba el manto de procesión de su Virgen a la talla de Francisco Buiza mientras en la plaza de Montes le cantaban por malagueñas a la Dolorosa. Luces de miel y espectadores felinos sobre la tapia de los solares trinitarios antes de encarar de nuevo su calle en la dirección que se convierte en norte cada Sábado de Pasión junto a la Barrera más famosa.

En la casa hermandad, y con el magenta de fondo sobre el perfil de un árbol, una intensa petalada ha apagado las velas de los arbotantes y ha decidido detenerse para que Rezo a tus pies se hiciese canto y lágrimas entre quienes salían en el cortejo y los que, con poco acierto, lucían medalla calle arriba, calle abajo hiriendo el sentido de esta distinción. Pero no importaba porque el entorno, abarrotado tras alcanzar la noche y con los sones de campanillas y vivas, abrigaba al cruzar el límite de la plaza de Bailén.

Los hermanos dedicaron una amplia petalada a la Virgen a su paso por la casa hermandad

En la prueba de la elegancia se ha vivido una procesión extraordinaria donde la venta ambulante de pulseras desentonaba en el ambiente y el público lo sabía, aunque no lo hiciese constar. La peregrinación ha seguido hasta calle Sevilla, volviendo al entorno de plaza de Montes, para continuar buscando el faro en que se convertía la torre de San Pablo. En calle San Quintín, un grupo de cofrades comprometidos le ha dedicado otra petalada para que la Trinidad llegase a su templo guardando el calor de fieles y devotos dispuestos a rezarles otros cincuenta años más.

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