Andalucía

Carlos Javier, más timador que satánico

La historia de Carlos Javier R.L., detenido en Chiclana (Cádiz) junto a otras cinco personas, como el líder de un grupo que jugaba a ser secta para forrarse, es más propia de una película de serie Z que de la cruda realidad. Si no fuera por el terror que infundió a sus víctimas, algunas de sus peripecias serían para desternillarse. Pero hay poca broma en la historia de este hombre que había descubierto un negocio que le reportaba pingües beneficios en el trucaje del cuentakilómetros de vehículos de lujo. Algunas de las tropelías de Carlos Javier R.L. las narra el sargento Marín, del cuartel de la Guardia Civil de Chiclana. Él fue quien lo detuvo. Y a él intentó venderle un televisor. "Lo detuve en la calle, iba en el coche, paró el motor y tranquilamente, sin resistirse, se bajó y me dijo que como en la cárcel iba a necesitar dinero me vendía una tele de 600 euros que me dejaba por 300".

Así que de satánico, más bien poco. Lo suyo era la estafa, el timo. Los execrables ritos que organizaba en el chalé de la calle Buitre de la urbanización Los Gallos de Chiclana eran el vehículo para esclavizar y expoliar a las personas que habían caído en sus redes: con amenazas de ataques del diablo si no accedían a sus deseos, Carlos Javier había obtenido un patrimonio con el que movía su negocio de coches de importación.

Un negocio que llegó a tener publicidad en las calzonas que los jugadores del Cádiz C.F. vistieron en la temporada 2006-2007. Sí, Carlos Javier R.L. fue patrocinador del equipo gaditano con Autos Desiré, bautizados así por una hija suya. En el club todavía están esperando que el autodenominado hijo de Satán pague lo que prometió por ello.

Pero ésta es tan sólo una cuenta más del rosario de timos que protagonizó el jefe de la secta. Su carrera delictiva es abultada. Policías que lo conocen de sus años mozos, en su San Fernando natal, recuerdan sus orígenes: "Empezó con una empresa de construcción y usando los DNI de los trabajadores compró coches a plazos". Para entonces ya había estafado a familiares. Después desarrolló su verdadera vocación: los timos con los coches.

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