La mano izquierda
El 'casipresidente' Rubalcaba forma parte del plan de los gobiernos central y autonómico para recuperar a la comunidad autónoma del fracaso en las encuestas: sin esta región, no ganan


QUE la parte política explique qué hace la parte económica. Éste parece el principal objetivo del nuevo Gobierno de Rodríguez Zapatero. Más que un bambi que come carne cruda, el presidente parece una gacela que desayuna ministros: ya lleva 40 desde que llegó al palacio de la Moncloa en 2004. Sin embargo, y a diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones, esta vez el presidente ha seguido el consejo que le habrá dado en más de una ocasión el químico Alfredo Pérez Rubalcaba: José Luis, los experimentos, con gaseosa. Sobre todo en tiempos de cruda crisis, cuando las encuestas caen en picado y sólo falta un año y medio para las elecciones generales. Al final, Zapatero ha aceptado las recomendaciones de Rubalcaba, de José Blanco y de Manuel Chaves, y ha confeccionado un Gobierno sin demasiadas ocurrencias ni juegos de artificios, destinado a explicar a la opinión pública el por qué y el para qué de los ajustes. Porque esto es seguro, la política económica del Ejecutivo no va a variar. Si los socialistas quieren gobernar más allá de 2012, necesitan construir un relato de lo sucedido, contarlo bien y, lo que es más importante, mostrar un camino convincente de futuro por el que merezca la pena transitar. Si no es así, si no explican por qué hay que votarles después de lo sucedido, no tendrán ninguna opción en el doce.
El Gobierno -mantenían los de la operación Rubalcaba- estaba necesitado de alguien que explicara con pedagogía lo que hacía su parte económica y, además, andaba falto de cinco ministros -no hacen falta más- que fueran capaces de ejecutar una estrategia que hicieran creíble el rumbo que había tomado. O, al menos, que explicasen cuál es éste, porque al día de hoy aún no sabemos hacia dónde vamos. Por eso, Zapatero ha nombrado no vicepresidente, sino casipresidente, a Rubalcaba; por eso éste ha tirado de Ramón Jáuregui, y por esto José Blanco no le ha quitado ojo a Rosa Aguilar desde que ésta pasó del Ayuntamiento de Córdoba a la Junta de Pepe Griñán.
Bueno, fue antes. Zapatero ya le había propuesto a Rosa Aguilar alguna entrada en el Gobierno durante la pasada legislatura, pero la entonces alcaldesa quería o un ministerio o un otro puesto de proyección pública, no una invisible secretaría de Estado. Desde que Rosa Aguilar saltó a la Junta de Andalucía, José Blanco le ha hecho un seguimiento de ojeador. "¿Cómo funciona? ¿Cómo ha estado en el Parlamento?", preguntaba por Andalucía. Blanco ha retomado la capacidad de maniobra en el PSOE después de destituir a Leire Pajín como secretaria de Organización. Eso casi necesita de un congreso, pero de un zapatazo, Pajín ha sido desalojada de Ferraz por la satisfactoria vía de la cartera ministerial.
Tal como apuntaron Javier Arenas y María Dolores de Cospedal en ese vídeo robado, Rosa Aguilar es una buena parlamentaria, que está destinada a elevar la proyección pública de su Gobierno. Mejor política que gestora, Aguilar atesora esa extraña virtud de gustar al electorado de derechas desde la izquierda. Seguía siendo la consejera más conocida y mejor valorada de la Junta, seguida más lejos por Micaela Navarro. Rosa es carne de contraportada de periódico, sabe lucirse y arrear en el Congreso. Lo de menos es si va a estar en Medio Ambiente, en Industria o en Trabajo, aunque desde su vetusto Ministerio de Atocha será quien atienda a demandas andaluzas tan polémicas como el deslinde de Doñana, la transferencia de los chiringuitos, el dragado del Guadalquivir, el desbloqueo de Las Aletas o la posible inconstitucionalidad de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Y dicen en la Junta que lo importante son sus competencias en agricultura y pesca. Ya.
Pero si hay alguien que lleva el problema andaluz en la cabeza es el casipresidente Rubalcaba. De la mano de Manuel Chaves, el ministro del Interior recaló por Cádiz como diputado en 2008 y, desde entonces, no se ha apartado del sitio. Como otros en el PSOE saben que su partido nunca podrá gobernar España si se le hunde el electorado andaluz y catalán. Sin Andalucía ni Cataluña, no hay presidente socialista en la Moncloa. Hace ya muchos meses que Rubalcaba, como Chaves y José Blanco, estaba muy preocupado por el declive de los apoyos electorales en la comunidad autónoma. No es que esto fuera un hecho excepcional en el conjunto nacional -no digamos ya lo que le pasa en Cataluña-, pero de ahí nació un plan, que como la Constitución británica, no está escrito en un único dossier. Pero existe.
El casipresidente participó en septiembre en la reunión que mantuvieron en Madrid Griñán, sus consejeras Mar Moreno y Carmen Martínez Aguayo y su hombre en el partido, Rafael Velasco, con Chaves, Gaspar Zarrías y José Blanco, en la que se obtuvo el compromiso de mantener la inversión estatal en la comunidad en el 17,8% tal como manda el Estatuto, pero en el que se forjó una suerte de acuerdo que reconciliaba a la parte federal con la autonómica para volcarse en Andalucía. "Ése tiene Andalucía en la cabeza", comentó esta semana a este medio uno de los participantes en esta reunión en referencia al casipresidente, del que otro de los que se sentaron aquel día en aquella mesa donde sólo se comió ensalada y algo de carne (no cruda), aseguró: "Es el mejor político que tenemos en España".
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