Cine

Esther Williams, la amada del público

  • La popular 'sirena de Hollywood' muere en su residencia de Beverly Hills a los 91 años.

Para hacerse una idea de quién fue y qué representó Esther Williams en el cine de los años 40 y la primera mitad de los 50, pregunten a sus madres o a sus abuelas. Ellas les contarán -sonriendo, seguro- cuántos sueños en metrocolor de lujos y piscinas, cuántas admirables coreografías acuáticas, cuántas canciones de Xavier Cugat o de Carlos Julio Ramírez -Muñequita linda- y cuantas simpáticas tramas amablemente simples alegraron muchas de sus tardes de cine. Y si se equivocan y no se fían de sus madres y abuelas, creyendo que embellecen sus recuerdos o que no son cinéfilamente fiables (claro que no lo son, por eso acertaban casi siempre), acudan a los datos de la historia del cine: tras su estreno en 1944, Escuela de sirenas -el primer gran éxito de Esther Williams- se convirtió en la tercera películas más taquillera producida por Metro Goldwyn Mayer tras el Ben-Hur mudo de Fred Niblo y Ramón Novarro (1925) y Lo que el viento se llevó (1939).

Antes de Escuela de sirenas Esther Williams había sido una campeona de natación en su Norteamérica natal, había sido seleccionada para participar en los Juegos Olímpicos de Helsinki -que fueron suspendidos a causa de la II Guerra Mundial- y había abandonado su carrera deportiva para dedicarse en 1940 al espectáculo haciendo exhibiciones de natación, trabajando junto al también nadador Johnny Weissmuller en la fabulosa Aquacade del gran showman Billy Rose. Aquacade era uno de los más asombrosos espectáculos americanos. Creado por Billy Rose en 1937 para la Exposición de los Grandes Lagos, lo trasladó en 1939 a Nueva York con motivo de la Exposición Universal de 1939. Para su espectáculo acuático Rose construyó un teatro art decó con capacidad para 11.000 espectadores, un escenario-piscina de 60 metros, una cortina de agua de 12 metros de altura y un fabuloso juego de luces. Participaban en ellos 500 bailarines, nadadores de fama y músicos extraordinarios como Duke Ellington.

Es importante destacar el debut artístico de Esther Williams en los espectáculos acuáticos de Billy Rose porque estos días ustedes leerán y oirán que la Williams creó en el cine el subgénero de la comedia musical acuática. Y no es así. En Broadway habían hecho furor en los años 20 y 30 grandes espectáculos acuáticos que Ziegfield llevó a su cumbre (en 1945 Esther Williams los recreará en Ziegfield Follies) y que el gran empresario barcelonés Manuel Sugrañes i Albert importó a Barcelona en los años 30. El genial Busby Berkeley consagró los números acuáticos en el cine en el número By a Waterfall de su película Footlight Parade en 1933, uno de los números más caros y espectaculares de la historia del musical. La Metro unió a Esther Williams y a Berkeley años más tarde en Take Me Out to the Ball Game (1949) y La primera sirena (1952), para la que creó uno de los más espectaculares números acuáticos de la Williams.

Así que cuando los cazatalentos de la Metro descubrieron a Esther Williams en el espectáculo Aquacade de Billy Rose en 1941, el estudio quería a una atleta que relanzara el ballet acuático. Justo en ese año comenzaba la década de oro de Metro Goldwyn Mayer en el musical, derrotando a Warner y RKO que habían sido los líderes del género en los años 30. Esther Williams fue un importante activo en ese incruento pero duro combate por la primacía en el musical.

Probada en pequeños papeles, fue lanzada con la triunfal Escuela de sirenas (1942), uno de los mayores éxitos en la historia del estudio como ya se ha dicho. Tras ella, siguiendo siempre la fórmula canciones + romance + números acuáticos, triunfó durante dos décadas con Ziegfield Follies (1945), Fiesta brava (1947), En una isla contigo (1948), Take Out of the Ball Game y La hija de Neptuno (1949), Faldas a bordo y La primera sirena (1952), Fácil de amarse (1953) o La hija de Neptuno (1955). En 1956 cometió el error de romper su contrato con Metro pasándose a Universal. Fue el final de su carrera. Al poco dejó el cine para dedicarse con éxito a los negocios.

El paso del tiempo y la caricia de la memoria le hicieron justicia. Sus películas nunca han dejado de pasarse por televisión o editarse en vídeo y DVD. Las filmotecas le han dedicado ciclos. Ha recibido innmerables homenajes. Ninguna de sus películas fue una obra maestra. Pero todas fueron extravagantes, deliciosas y brillantes. Ella era una robusta belleza americana que reinaba en ese soñado mundo azul. La vida fue buena con ella. Cumplidos los 90 años seguía nadando en su piscina de agua tibia. Y muchos han sentido profundamente su muerte. Entre ellos, como yo, los hijos de las mujeres que amaron sus películas. No se puede pedir más.

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