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Una plata que sabe a oro

  • La selección española de baloncesto en silla de ruedas, de la que forma parte Jesús Romero, consigue la primera medalla paralímpica de su historia

Se podrían contar con los dedos de una mano los integrantes de la selección española de baloncesto en silla de ruedas, en la que se encuentra el malagueño Jesús Romero, que creían a pies juntillas que podían luchar por el oro paralímpico. Sin embargo, en ciertas ocasiones los imposibles pueden ser realidad en la vida misma, y no solo en la ciencia ficción. No pudo ser la medalla dorada, cayeron frente a Estados Unidos (52-68), pero esa derrota es la más dulce que jamás hayan podido encajar.

"Para nosotros, llegar a la final ya fue un sueño hecho realidad", relata Jesús desde su habitación, dentro de la Villa Olímpica. Allí es donde se resguarda tras los partidos. Su casa desde hace casi un mes. "La villa es cierto que me la esperaba peor, pero, por lo que he experimentado, no está en tan malas condiciones como me dijeron".

Romero nació con espina bífida, aunque esto no le impidió, desde que tuvo consciencia, ser uno más del grupo. Necesitaba deportes en los desgastar su energía y encontró, por medio de un tercero, el baloncesto en silla de ruedas. Poco a poco fue creciendo, hasta el punto de marcharse a probar suerte a Australia, donde organizan una de las mejores ligas del mundo. Antes, había sido campeón de Europa sub 23 con la selección. Faltaba la llamada de la absoluta, y llegó cuando los médicos le diagnosticaron un lipoma medular, que superó con una complicada operación en la espalda.

Es un guerrero, de la vida y del deporte, por ello, no es de extrañar que, ante la batalla, se encuentre tranquilo: "Antes de jugar la final no estaba nervioso, porque ya sabíamos que habíamos hecho historia", afirma. Historia porque esta plata es la primera medalla para este deporte, cuyo mejor resultado había sido un cuarto puesto en Atlanta 96.

A los estadounidenses, intentaron jugarles de tú a tú porque "ese era el plan de juego a seguir". No había que tener miedo y así lo hicieron. Apretaron en defensa y buscaron los contraataques. Sus "señas de identidad" a lo largo de todo el campeonato. Hasta el final del tercer cuarto (42-47) pensaron que se podía. Pero en los últimos diez minutos, los engrasaron motores en busca del oro. Al final, plata. Aunque, casi más que la medalla, Jesús ensalza al grupo: "Somos un equipo unido, con una mezcla buena de una generación joven y otra más experta. Aquí nadie destaca. Nadie se siente superior al otro, sino que sentimos que todos somos importantes", aclara Romero.

El camino hasta la plata ha sido duro. Vencieron a Australia, vigente campeona del mundo, y a Gran Bretaña, una de las candidatas al título. Ahora toca descansar. Llegar a Málaga y celebrarlo con los suyos. "Puede que haga alguna locura. Saldrá solo, sin pensarlo". Porque bien la merece una plata que sabe a oro.

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