Tribuna Económica

Rogelio Velasco

AVE, infraestructuras y crecimiento

La diferencia entre nuestro modelo de crecimiento y el de los países de nuestro entorno, se pone de manifiesto en el crecimiento de la productividad.

La economía española experimentó un crecimiento medio anual del 3,5% durante el periodo 1995-2007. Esta expansión, sin embargo, no fue impulsada por el crecimiento de la productividad, sino fundamentalmente por la mayor acumulación de capital y de trabajo. Un crecimiento basado en la acumulación de factores productivos -de tipo soviético- no puede sostenerse a largo plazo porque a partir de un cierto nivel, las mayores acumulaciones de trabajo y de capital en el aparato productivo generan rendimientos cada vez menores e incluso negativos.

Es imprescindible para sostener el crecimiento a largo que los factores productivos se combinen de una manera eficiente, se introduzca cambio tecnológico y mejore la formación de los empleados. La diferencia entre nuestro modelo de crecimiento y el de los países de nuestro entorno, se pone de manifiesto en el crecimiento de la productividad. Mientras que en la Unión Europea creció a un ritmo del 0,4% anual, en España se redujo el 0,7% cada año, durante el periodo mencionado.

¿Cuáles son las causas de ese comportamiento negativo de la productividad, que es incompatible con el crecimiento de los salarios y con el mantenimiento del Estado de bienestar? Desde nuestra incorporación a la UE, enormes flujos de capital se invirtieron en la economía española en sectores de baja productividad, especialmente en la construcción residencial. El gran incremento de subsidios y contratos públicos en actividades escasamente productivas también jugaron un papel. Muchas de esas inversiones generaron grandes rentabilidades, lo que dificultó a la banca distinguir entre buenos y malos proyectos. En fin, la gran reducción de los tipos de interés produjo una ineficiente asignación de recursos a escala masiva en la economía, acometiéndose muchos proyectos que solo eran rentables por los reducidos intereses.

Investigaciones llevadas a cabo muestran que esa ineficiente asignación de recursos ha sido especialmente negativa en las actividades en las que las conexiones entre las empresas y las instituciones públicas son muy intensas, incluyendo todos los niveles de la administración. De hecho, se atribuye a esa mala asignación un deterioro de la productividad del 0,3% anual, esto es, casi la mitad del deterioro total del 0,7%.

Los días pasados, hemos conocido el grado de utilización de las estaciones del AVE en España durante 2014. Sólo los corredores entre Madrid y Andalucía, Cataluña y el Levante, presentan unos ingresos superiores a los costes variables de las operaciones, por lo que tiene sentido que funcionen. Pero el resto es deficitario y se va a incrementar cuando entre en operación varios de los trayectos ahora en construcción hacia el norte y el de Granada con el oeste de Andalucía. Los datos recientes muestran que una de cada cuatro estaciones del AVE recibe menos de 100 pasajeros al día, aunque si se tiene en cuenta los trenes de velocidad alta (Avant) las cifras mejoran ligeramente. Si buena parte del paupérrimo comportamiento de la productividad se ha debido a intervenciones públicas que carecen de racionalidad, asociadas a sectores privados muy próximos a la toma de decisiones, debería ser un motivo adicional para que este país lleve a cabo una profunda reforma institucional.

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