Calle larios

Ya están aquí (y no son jeques)

  • El número de avistamientos de ovnis se ha multiplicado en la provincia en los dos últimos años. A ver qué clase de plataforma se le ocurre al próximo consejero de Turismo para recibir a los visitantes como se merecen. Eso sí: como a los alienígenas no les guste el cine español, estamos perdidos

POSIBLEMENTE esto a usted le importe un pimiento, pero en los últimos dos años la actividad ufológica se ha disparado en la provincia de Málaga, y no es broma. Es cierto que no se han registrado encuentros en la tercera fase, pero sí muchos avistamientos de ovnis, tanto que los expertos en la materia están que se frotan las manos. En 2010, un objeto no identificado sobrevoló el área de la antigua base aérea de Bobadilla y fue registrado por el Ejército del Aire (hay un vídeo en Youtube bastante suculento) no sin cierto revuelo. Algunos meses después algunos testigos aseguraron haber visto en la capital una flota de hasta cuarenta (las cifras bailan según qué testigos, claro) extrañas luces en formación triangular. Los reportajes de investigación sobre estos y otros numerosos casos abundan en medios especializados y, en lo que al asunto se refiere, Málaga centra en la actualidad la atención de todo tipo de aspirantes a Mulder y Scully. Tradicionalmente, este territorio ha sido pródigo en avistamientos dada su posición intermedia en dos verdaderas zonas calientes para la ufología mundial, el Campo de Gibraltar y la provincia de Almería (baste recordar el histórico episodio de 1950, con la seguridad urbana puesta en jaque; algunas fuentes sitúan el primer suceso ovni documentado en España en Vélez-Málaga, en el siglo XVI), pero es que ahora el tráfico espacial está más atestado en el cielo malagueño que la ronda oeste. Sobre esto, claro, se puede pensar lo que se quiera: que de algún cuento habrá que vivir, que vaya usted a saber, que a mí que me registren, que cuando haya alguna evidencia presentada por el subdelegado del Gobierno en rueda de prensa hablaremos o que bastante tenemos con la que está cayendo. Pero lo cierto es que, históricamente, tanto los avistamientos de artefactos extraños como los más variopintos sucesos paranormales han estado asociados a periodos de crisis: los espectros tenían especial tendencia a dejarse ver en las epidemias de peste que sacudieron Europa hasta el siglo XVIII, lo que, razonablemente, tenía sentido; y las profecías sobre el Apocalipsis (otro fenómeno muy de moda) y el fin del mundo han tenido especial éxito cuando al personal no le han quedado muchas expectativas más allá del día a día y su propia fosa. De modo que, si hacemos caso a la lección del tiempo y de la conducta humana, el testimonio de tanto cacharro galáctico yendo de Nerja a Estepona puede considerarse, sin que sirva de precedente, la señal preclara de que algo, lo que sea, está cambiando, y lo está haciendo para siempre.

Sin necesidad de ponerse tan crípticos, y afinando un poco más, podemos llegar a conclusiones más racionales. Una vez que la Tierra fue conquistada hasta el último palmo y sus recursos naturales fueron exprimidos al máximo, fue quedando claro que todos los viejos mitos respecto a criaturas nunca vistas no eran más que eso, mitos (por más que en Islandia todavía pidan permiso a los elfos para construir carreteras; ellos, los islandeses, son así, y por eso los prefería Borges) sin fundamentación alguna, el único modo de mantener vivo el negocio fue trasladando las mismas criaturas al espacio, donde el personal no había puesto el pie. Podemos controlar lo que ocurre a dos manzanas, pero ¿quién sabe lo que pasa más allá de Marte? Esta imposible anticipación se traduce en una sensación de vulnerabilidad: el verdadero boom de la ufología prendió en los años 60, en plena Guerra Fría, cuando la idea de que bastaba apretar un botón para que el mundo estallara en pedazos era firme y extendida. Hoy, la afirmación de la vulnerabilidad no es menor; y no sólo porque el peligro nuclear sea el mismo o superior (ahí están israelíes, iraníes, coreanos y ahora también hindúes dando el Do de pecho), sino porque a la primera de cambio uno puede quedarse sin trabajo, sin casa y sin familia, y mantener la cordura en semejante trance es una tarea complicada. De modo que, señores especuladores, brokers sin escrúpulos, políticos corruptos, dueños de los mercados y demás responsables del declive: ya pueden ustedes darse por satisfechos. Han conseguido su propósito. En Málaga se ven más ovnis que nunca. La gente se siente vulnerable, lo que también es lógico: no parece que haya una salida al cerco que ustedes han levantado.

Pero al fin y al cabo, qué diantre. Luciano Alonso se inventó poco menos que una lanzadera espacial para recibir a los cruceristas en el puerto de Málaga, así que a ver qué solución se le ocurre a su sucesor para recibir a los alienígenas como se merecen. El Museo Carmen Thyssen debería improvisar menos su programa expositivo, porque a los veganos sólo les gusta de Renoir parriba. Lo que no está claro es si les interesa el cine español: como sea que no, habrá que buscar una alternativa. Menuda nos espera. 

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