Manuel Olivencia. abogado y catedrático de derecho mercantil

"Un mundo globalizado necesita una ética universal y un Derecho global"

  • El experto en Derecho critica el déficit jurídico de la globalización porque dice que hay paraísos fiscales y laborales, donde unos explotan y otros están sometidos a esclavitud

MANUEL Olivencia (Ronda, 1929) es uno de los juristas españoles más relevantes. Aunque pasó su infancia en Ceuta y se estableció luego en Sevilla, aún busca refugio con frecuencia en su ciudad natal, a la que, asegura, lleva por bandera allá por donde va. Es doctor por la Universidad de Bolonia (Italia) y catedrático de Derecho Mercantil en la Universidad de Sevilla, donde ha tenido alumnos a la postre tan ilustres como Felipe González, quien en 1984 le nombró comisario de la Expo 92 de Sevilla. Además, es vicepresidente del bufete de abogados Cuatrecasas y preside el Patronato de Premios y Becas de la Real Maestranza de Ronda.

-¿Le impresiona repasar su currículum?

-Bueno, es que son muchos años trabajando, no he parado nunca. Y sigo sin parar.

-¿Se siente con vitalidad para seguir con su trabajo?

-Mientras pueda ser útil y me confíen tareas, estaré dispuesto. Gracias a Dios mantengo no solo una buena salud física, sino también una buena salud mental. Todavía tengo lucidez suficiente como para desarrollar un trabajo intelectual. Yo siempre digo que los profesores universitarios tenemos un elixir de la juventud, que es el tratar constantemente con jóvenes. Año tras año el profesor aumenta en uno la edad, pero en cambio los estudiantes son siempre de la misma edad, y eso rejuvenece. Sigo manteniendo mucho contacto tanto con los alumnos como con mis compañeros más jóvenes. Y sobre todo mantengo el interés por lo nuevo, que es importante. No hay que refugiarse en las viejas batallas, sino estar abierto a horizontes de futuro. Por ejemplo, uno de los trabajos en los que estoy colaborando y que más me apasionan es el de desarrollar un nuevo Derecho Mercantil, un nuevo código para la actualidad.

-Ha publicado más de 200 trabajos en su vida académica.

-La verdad es que he perdido la cuenta. Hay una colección de mi trabajo que se hizo en 2005 y que ocupa cinco tomos, y desde entonces he seguido trabajando, así que creo que se podrían rellenar casi otros cinco. Además de los libros que ya tenía publicados había muchos artículos muy dispersos en diferentes revistas y publicaciones españolas y extranjeras, y hubo que hacer un gran trabajo de recopilación para poder publicarla.

-¿Se siente profeta en su tierra o cree que tiene más reconocimiento en el extranjero?

-El reconocimiento internacional satisface muchísimo, está claro. Uno se siente todavía querido y valorado, y es un honor que me elijan para impartir lecciones y conferencias. Por ejemplo, la Universidad de la Sapienza de Roma me invitó a pronunciar la lección inaugural sobre un curso de Derecho Mercantil Internacional, junto con otros colegas y fue una gran satisfacción. Todo eso me viene en gran medida porque he trabajado mucho para la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, de la que he sido delegado en España. Y con ese motivo me he relacionado con muchos juristas extranjeros, con los que todavía mantengo muchas colaboraciones.

-Precisamente en Italia consiguió usted el doctorado.

-Así es, en la Universidad de Bolonia, y con una beca del cardenal Albornoz, un cardenal que dejó todo su fortuna al colegio de San Clemente. Allí iban los españoles ya en el siglo XIV a estudiar, y yo tuve la suerte de poder ir allí también gracias a esta beca. Estuvo durante dos cursos, a principios de los años cincuenta, y fueron decisivos para mi formación.

-¿Falta mucho por hacer en el Derecho Internacional?

-Muchísimo. La tarea es difícil y lenta, pero hay que ir haciéndola poco a poco. No se puede abandonar por las dificultades. Actualmente estamos en lo que yo llamo un déficit jurídico de la globalización. La globalización ha conseguido una economía que no conoce fronteras, en la que se todos los sujetos del mercado se comunican de forma inmediata. Y sin embargo el derecho no ha adquirido esa dimensión mundial, es todavía un derecho nacional. Hay que crear un derecho uniforme por etapas y por materias, no se puede crear un orden jurídico universal de pronto. De momento vamos consiguiendo algunas cosas, como una armonización entre áreas regionales, como es el caso de las directivas de la Unión Europea. No hay una fusión de los derechos nacionales pero sí un acercamiento y homogeneidad. Y por materia igual. Por ejemplo, tenemos un convenio internacional para la venta de mercadería, en el que yo trabajé mucho y que se consiguió en 1980.

-¿Cree fundamental esa uniformidad?

-Es que la globalización, sin esa uniformidad de ordenamientos, lo que produce es un desequilibrio en el que los operadores del mercado buscan las líneas de mínima resistencia jurídica, por decirlo así. Tenemos paraísos fiscales y paraísos laborales, que son paraísos solo para los que explotan, mientras que para los que están sometidos supone la esclavitud. Esas diferencias se deben a diferencias jurídicas. No ha habido todavía una red de vasos comunicantes. Pero es que tampoco la ha habido en la economía. Podemos ver el drama de quienes huyen de economías que no permiten la supervivencia, buscando lugares mejores, pero que no pueden admitirlos a todos. Es un tema de desequilibrio, de un tratamiento jurídico que no es justo.

-¿Cuál sería la fórmula para cambiar eso?

-Desde luego no hay fórmulas mágicas. Lo que sí hay son fórmulas que necesitan paciencia y que sirvan para ir superando resistencias. Porque en todo esto hay cúmulos de intereses que hay que superar. Hay quien de estas diferencias hacen un negocio y consiguen con ellas un beneficio, y eso es lo que hay que ir eliminando poco a poco. Un mundo globalizado necesita una ética universal, eso es lo primero, y sobre eso ir construyendo un Derecho global.

-¿Pero de verdad se puede arreglar el mundo?

-Se tiene que intentar arreglar, aunque sea difícil. Lo que no puede hacer uno es desesperarse, darse por vencido y pensar que esto no tiene arreglo. Hay organismos nacionales que afortunadamente trabajan en este sentido, aunque se avanza con lentitud.

-¿Cómo ve usted la situación de España?

-Hemos superado momentos muy difíciles y hemos tenido que hacer grandes esfuerzos para salvarnos nosotros mismos antes de que tuviéramos que salvarnos desde fuera. Porque la salvación desde fuera representaba como una derrota para nosotros. Lo hemos conseguido con un plan de gobierno, que ahora hay que mantener, porque en política hay que actuar con distancia, y con una colaboración a veces forzosa de los ciudadanos, que hemos tenido que pagar más impuestos y superar recortes. Hoy todo esto está superado, y parece que todo apunta además a un crecimiento. Aquí tampoco hay tratamientos milagrosos, ni podemos esperar resultados espectaculares. Simplemente tenemos que seguir trabajando para que este despegue se convierta en una tendencia y salgamos definitivamente de la crisis. Ha habido crisis muy graves pero de todas ellas se ha salido. En la economía siempre ha habido momentos de prosperidad y momentos de depresión.

-La sociedad española ha dado un ejemplo de sacrificio y solidaridad.

-Efectivamente. Comparémonos con nuestros vecinos portugueses, por ejemplo, que también están haciendo un enorme esfuerzo, pero cuya economía no está en las mismas condiciones que las nuestras. O con lo que ha pasado en Grecia, donde la crisis tenía elementos de ocultación muy graves. Incluso ahora podemos ver lo que está pasando en otros países, donde la economía se está estancando. Pero nosotros en estos momentos modesta y pacientemente vamos hacia delante.

-¿Dañan mucho a la justicia casos como el ocurrido en la Feria de Málaga, en el que una joven denunció una violación que, a criterio de la juez, resultó ser falsa?

-Sin duda. Pero en todo caso, el incidente refleja una degradación alarmante de las conductas, aunque fuera una relación consentida. Desde luego no es un modelo de conducta moral que una relación múltiple así se produzca en la calle, en plenas fiestas y en esas circunstancias, con un grupo de chicos que se ponen el objetivo de cometer un acto sexual así con una misma chica, aunque no se tratara de una violación. Al margen de eso, por supuesto que una denuncia falsa constituye un delito, y de hecho supongo que ahora habrá una denuncia por este motivo. Quizá se hayan enjuiciado los hechos prematuramente, se haya hecho un prejuicio. Se habló de una violación, de un ataque masivo por parte de una pandilla de violadores, y luego parece que no fue así. Desde luego si la juez tomó una decisión así, es que tendrá sus motivos. Es un hecho verdaderamente lamentable y que trastoca la finalidad de la justicia.

-¿La condena de los hechos que se produce en las redes sociales influye en las decisiones de la justicia?

-Es cierto que se tiende a condenar, a formular un juicio previo, y la presunción de inocencia no rige en estos casos. Se produce una explosión de sentimientos, porque al final las redes sociales lo que hacen es reflejar lo que la gente piensa. Y lo que la gente piensa también está inducido por lo que leen en las propias redes sociales y en los medios de comunicación tradicionales, y se acaban formando unas ideas que se elevan a la categoría de verdad. Y esa verdad permite premiar a los buenos y castigar a los malos, por un acto de puro prejuicio.

-Usted está muy vinculado a Cataluña e incluso ha sido distinguido por la Generalitat con la Creu de Sant Jordi. ¿Cómo está viviendo todo el escándalo Pujol?

-En este caso creo que no caigo en un prejuicio, porque me baso en una confesión propia. Ha habido un momento en que ha pensado que la mejor defensa para su familia ha sido atraer para sí la responsabilidad e intentar exonerar a sus hijos. Pero es algo que ha dicho él mismo. Ha reconocido que durante muchos años ha mantenido una situación ilícita, y no quiero entrar en si es penalmente reprochable o no, o si constituye un delito. Además estamos hablando de una fortuna altamente considerable, que ha mantenido oculto al estado español, y además durante una época en que él ejercía el poder en Cataluña. Esto es aún más lamentable.

-¿Qué lectura hace del desafío soberanista como experto en Derecho?

-Es algo que desde el punto de vista jurídico carece de cualquier fundamento. Nuestro derecho está asentado sobre un ordenamiento jurídico que preside una Constitución, que nos hemos otorgado los españoles. El pueblo español, y por tanto todos los españoles, fuimos los que adoptamos la Constitución, y con ella unas reglas que tenemos que respetar. O bien tenemos que modificarlas, pero conforme a los mecanismos que esas mismas normas establecen. Saltarse eso sería ir en contra de todo un ordenamiento jurídico, y de un estado que tiene que ser un estado de derecho. Así que ese proceso vulnera abiertamente el derecho. Dicen que, lo consienta o no el Tribunal Constitucional, se hará el referéndum, y eso es un desafío al estado de derecho.

-Volviendo a Ronda, es usted uno de los pocos maestrantes a los que esta distinción no les correspondía por sangre.

-Exactamente, aunque ha habido algunos más. Antes de mí también lo fue un gobernador del siglo XIX que luchó contra el bandolerismo en la Serranía, y lo premiaron con este honor. Yo lo recibí también y lo agradezco mucho. Posteriormente también ha habido algunos maestrantes más que no han sido nombrados por su ascendencia o por su apellido, sino por sus méritos.

-Además preside el Patronato de Premios y Becas de la Maestranza.

-Sí y es una de las tareas más gratas de todas las que tengo a lo largo del año. Es una satisfacción comprobar año a año comprobar el alto nivel que tiene la educación en Ronda y la comarca.

-¿Ve preparada a la juventud de hoy en día?

-El sistema educativo que tenemos es buenísimo. Se dice mucho que hay que mejorar el sistema, y por supuesto que es así, pero por ejemplo, en el caso de los premios de la Maestranza hay un gran nivel, una competencia importante por conseguirlos. Naturalmente estos alumnos están un escalón por encima de la media, pero es que es un escalón que está muy nutrido. Y eso demuestra que nuestros centros de enseñanza funcionan muy bien.

-¿Es necesaria una nueva ley de educación como la que propone el Gobierno?

-La ley Wert tiene muchas ventajas, pero también tiene la gran desventaja de que no ha habido un gran pacto nacional. Aquí ha habido un debate muy politizado, partidista, diría yo. Los partidos, basta que sea otra formación la que proponga algo para que se opongan y que busquen oportunidades de voto. Por supuesto que hay que mejorar nuestro sistema, porque España tiene una posición muy mala en los ránkings internacionales.

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