Málaga, ayer y hoy

Con el recuerdo cercano de una cruenta guerra

  • Calle Puerta Nueva: La zona ha sido históricamente un punto de encuentro para la gente de los pueblos que acudían a la ciudad a hacer gestiones o a comerciar con sus productos.

Allá por 1940, Málaga todavía afrontaba los efectos del cruento conflicto civil que había terminado apenas un año antes. Muertos, exiliados, encarcelados, familias rotas, fusilamientos, hambre, racionamiento, represión… La ciudad trataba de recuperarse de la Guerra Civil, mientras que la II Guerra Mundial (iniciada en septiembre de 1939) estaba deparando los primeros triunfos a la Alemania de Adolf Hitler que había ocupado Polonia y atacado Bélgica, Holanda y Francia.

En esos momentos la identificación del régimen franquista con el Eje era total y los agentes alemanes campaban a sus anchas por España. Y Málaga no fue una excepción. De hecho, el historiador Víctor Heredia explicó que "en esos años eran frecuentes las visitas de delegaciones alemanas a la ciudad, en representación de las diferentes organizaciones del Partido Nazi". No era de extrañar, por tanto, la pública exhibición de símbolos nazis en las calles de la capital malagueña. Ejemplo de ello fue la esvástica colocada en la confluencia entre las calles Compañía y Puerta Nueva, donde también se podían encontrar letreros en la fachada de alguna casa con un enfático "Viva Franco".

La zona de Puerta Nueva ha sido históricamente un punto de encuentro para la gente de los pueblos que acudían a la ciudad a hacer gestiones y comerciar con productos. Hasta los años de la guerra, fue la parada de los camiones que comunicaban la capital con Casarabonela, Alozaina, Yunquera, Colmenar y Riogordo.

Por este motivo, según Heredia, en su entorno abundaban los mesones y los paradores, lugares de alojamiento y de tratos comerciales. El más importante fue el Parador de San Rafael, donde murió en 1905 el pintor Joaquín Martínez de la Vega y que fue recuperado en 2002 para acoger la sede de la empresa pública Turismo Andaluz. En un pequeño edificio junto al parador se encontraba la Cantina del Parador, modesta taberna que atendía a la clientela que frecuentaba la zona.

Hace apenas un mes que la zona fue reformada en unas obras de urbanización, que han supuesto el hallazgo de los restos de dicha entrada a la ciudad. El espacio ha quedado peatonalizado y con arbolado, desapareciendo las últimas señales de ese ambiente de pueblo en pleno corazón de la urbe, con el trasiego de campesinos y cosarios que acudían a Málaga. Solo quedan Los Mellizos y el Parador, o al menos su fachada.

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