Marítimas

Un galeón en el Estrecho

  • Singladura del 'Galeón Andalucía', réplica inédita de un navío del XVII construido en los Astilleros Palmés de Punta Umbría, en el inicio de su viaje hacia Exposición Universal de Shanghai 2010 como embajador de la región

En media hora de maniobras por perfeccionar con el laberinto de cuerdas, órdenes a popa, barahúnda, hombres palo arriba y tensión pero contenida, la tripulación consigue desplegar la mayor parte de los 930 metros cuadrados del velamen del Galeón Andalucía, un galeón galeón. La embarcación enfila sus maderas hacia el Estrecho de Gibraltar desde la costa de Tarifa, y en una tregua del levante, al atardecer, puede presumir por fin de sus paños blancos hinchados sobre los tres mástiles. Ya no hay motores. Hay mar y viento; un barco de vela entre aplausos de los marineros y toques de su campana vieja. Uno de los navegantes vocifera que aquello alcanza "¡seis nudos!", "¡seis nudos!": "¡Señores, tenemos un barco!".

Obviamente lo tenemos. Pero ocurre que cuando uno echa a la mar una réplica inédita de un galeón español del XVII, el histórico comerciante entre continentes, siempre alberga alguna duda sobre el desenlace de la empresa. El navío fue sido diseñado en Andalucía buceando en los fondos del Museo Naval de Madrid, ajustando planos y encajando piezas codo a codo con el Marqués de la Victoria, recuerda el sevillano Ignacio Fernández, padre muy orgulloso del ingenio.

Además, la puerta en el tiempo para la botadura del galeón se abrió hace apenas meses, y la travesía de este miércoles entre Cádiz y Málaga es la tercera del mercante, que ha navegado entre Huelva, donde fue construido, y Sevilla, y por el Guadalquivir hasta la Tacita de Plata rumbo a los mares de China.

Dentro de tres meses, el barco será el embajador de Andalucía en la Exposición Universal de Shanghai. Allá van 51 metros de eslora, 30 de palo mayor hacia el cielo, y unas 600 toneladas de madera de iroko y de pino que todavía crujen, como si se acomodasen para la travesía.

"El arte de gobernar un barco como éste se ha perdido", observa Fernández. También es el director de la expedición de ochenta brazos, una combinación de marinos muy expertos, curtidos en los míticos viajes de la Nao Victoria, y de otros tripulantes voluntariosos que no llegan a los treinta años y aprenden el oficio sobre la marcha.

El diseñador del galeón quiere más viento y "más caña" para poner a prueba el navío, falto de mar. Pedía más incluso unas horas antes, frente al litoral de Conil, cuando el levante arreciaba a 30 nudos, las olas subían dos metros y las papas en amarillo cocinadas con cariño se salían del plato al mínimo descuido.

Fernández ha pasado el día aconsejando a la marinería joven porque "las posiciones de cada uno en el barco se pueden preparar antes pero sólo se consiguen en el mar", y también cambiando impresiones con el núcleo duro de la tripulación sobre las mejoras y modificaciones exprés que requerirán los palos, las velas y las jarcias -que son los cabos- antes de abandonar definitivamente las aguas andaluzas.

En los personajes de a bordo hay un retrato del galeón. Todos amantes del mar, desde los fogones al botiquín y la sala de máquinas. El 80% de la tripulación consiguió su billete participando en la construcción del barco, que se prolongó durante un año y medio en el astillero Palmés de Punta Umbría. Hay mucho en el navío del espíritu aventurero del propio Ignacio Fernández. Él también dirigió la construcción de la Nao que participó en la Expo de Sevilla, y viajaba como un Juan Sebastián Elcano moderno cuando ideó el proyecto del galeón del XVII que hoy es una realidad.

También hay una parte en la embarcación, por ejemplo, de Pedro Silva, arquitecto en retirada, con su boina, bigote y pantalones que fueron blancos. El sevillano vive ahora en el Guadalquivir, en un velero que está construyendo. Durmió unos años en otro que había sido propiedad del ministro franquista Oriol y Urquijo, el Gálbula, pero aquél se fue a pique cierto día. "Es agradable la vida en un barco... dormir en un lugar que se mueve levemente...", recomienda.

Pedro, que tiene un proyecto de rehabilitación pendiente en tierra y rabia porque no podrá completar la travesía con sus compañeros, está sorprendido con el buen rendimiento del galeón a vela en la travesía en dirección a la Costa del Sol. Para el capitán del Galeón Andalucía -para la marinería, el capi-, Antonio Gonzalo de la Cruz, el barco destaca por su "comportamiento, su maniobrabilidad y su estabilidad". "Es como un mercante de los de ahora", asevera este profesor de la Universidad de Cádiz, otro ex de alguna travesía de la Nao, que recibió la propuesta de embarcarse y se lo pensó en "cinco segundos". "Porque si lo pienso en seis, igual no estoy aquí...", bromea.

La Fundación La Nao Victoria, que impulsa el proyecto del Galeón Andalucía, ha programado un viaje que durará tres meses. El navío atravesará el Mediterráneo, el canal de Suez y el Mar Rojo hasta el cuerno de África; después navegará por el Mar Arábigo y el Golfo de Bengala, y cruzará el estrecho de Malaca hasta llegar a su destino en la costa China: Shanghai 2010. "Aunque la gente piense lo contrario, América es lo fácil, y esto es lo realmente difícil", alecciona el capitán. Serán tres meses de ida, y quedará la vuelta, que puede prolongarse un año, dependiendo de las paradas de un barco construido para exhibirse, para ser una Andalucía itinerante.

Puede que el onubense Augusto Chávez, que acaba de estrenar la treintena, complete toda la travesía. Él era locutor y presentador de televisión. Organizaba un festival de música "puntero" en su tierra. "He hecho muchas cosas... cinco años currando como un animal... pero me faltaba algo... y lo dejé todo...", resume. Ahora es marinero, "marinero raso". No se enroló para "hacer carrera" sino a vivir la experiencia de su vida. "Probablemente". Y eso, sin haber navegado en su vida. Durante la construcción del galeón se ganó una litera en este viaje. "He aprendido mucho desde el principio... los nudos, la jarcia, mucho de carpintería, del oficio de la marinería. Y otra cosa más: que el trabajo físico puede ser muy gratificante". Ya lleva ventaja sobre muchos.

El galeón navega a una velocidad media de seis nudos y emplea toda una jornada en bordear la Costa de la Luz. Los tripulantes de pesqueros y barcos de recreo se agolpan embobados en la borda cuando se cruzan con el velero de madera y paños cuadrados de película de piratas. Al anochecer, los gigantes mercantes modernos cargados de contenedores salen lanzados del Estrecho en fila hacia el saco del Mediterráneo, como si de una autovía se tratase. A José Viñas, de los más jóvenes, le toca guardia con varios compañeros.

Él está al timón, uno grande e hidráulico que puede girar decenas de veces en segundos y "se maneja muy bien", pendiente de las luces del horizonte y asistido por instrumentos de navegación. Son licencias tecnológicas y también prácticas con respecto a las embarcaciones antiguas, como los radares y las radios, los motores obligados por ley, y también las literas y los baños.

El timonel es, además, uno de los estudiantes a bordo, de la rama de Humanidades. Durante la travesía pretende investigar el comportamiento de los cuarenta marineros modernos del Galeón Andalucía, cómo se relacionan en el barco o "cómo se modifica su actitud en los trayectos de ida y vuelta", explica.

Las guardias son de cuatro horas. Los relevados, duermen, leen, conversan por grupos en alguna de las seis cubiertas o saquean cajones de fresas de Huelva, unos frutos como puños. Aunque la prioridad es el descanso, subrayan, porque aunque el Andalucía no es una traíña de las que se juegan el cobre en el Golfo de Cádiz o en Marruecos, los días siempre son duros en la mar.

En cada puerto, y el jueves toca Málaga, hay que engalanar el barco para el público y la prensa, miles de visitantes diarios que dan "verdadero sentido" a esta expedición, subraya Ignacio Fernández. Él y los más viejos lobos del barco, los íntimos, están ahora al 100% con el Galeón pero ya empiezan a mascar su próximo proyecto: la aventura del 'Gran Río'.

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