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Francia vuelve al estado de 'shock'

  • El recuerdo del ataque a la revista 'Charlie Hebdo' sobrecoge a muchos ciudadanos del país vecino

El ataque yihadista contra la empresa química Air Products, donde apareció una persona degollada, reavivó ayer en la zona el recuerdo de los atentados al semanario Charlie Hebdo y el supermercado judío en París que hace seis meses conmocionaron a los franceses.

Por un momento los habitantes de la pequeña localidad de Saint-Quentin-Fallavier, situada a 30 kilómetros al este de Lyon, temieron que se estuviera produciendo otro ataque como los que mataron a once personas en la redacción de la publicación satírica y a otras cuatro en un supermercado kosher de París.

Mamadou Ba vive a 500 metros de la compañía. A las 9:36 de la mañana, cuando el vehículo del presunto yihadista fue estrellado contra una pila de bombonas de gas, se encontraba en su casa. "Oí una fuerte explosión. Fue como si se hubiera producido un pequeño terremoto porque las paredes vibraron", cuenta a Efe este veinteañero, que junto a varios de sus vecinos se acercó con curiosidad a la zona acordonada para el paso de coches de Policía y bomberos. "Al principio no entendí qué es lo que había pasado, hasta que poco después me enteré por la televisión del atentado. Entonces me vino a la cabeza lo que ocurrió en Charlie Hebdo y pensé que nadie está a salvo de un ataque como aquel", explica.

Su amigo Karim Boutrig, vestido como él con ropa deportiva, estaba en el gimnasio del hotel Ibis Budget, situado a unos 300 metros de la fábrica, cuando estallaron las bombonas de gas. "Fue un sonido muy potente, nada habitual. El responsable del gimnasio nos pidió que permaneciéramos en el interior, pero a los veinte minutos salí porque soy muy curioso", afirma, entre el baile de sirenas de Policía y bomberos.

Serge Perroud también se estremeció al conocer lo sucedido. Trabaja muy cerca del lugar del atentado, en los almacenes de la firma de artículos deportivos Decathlon. "Nuestro director nos comunicó lo que estaba pasando y nos ordenó que permaneciéramos dentro. La mayoría teníamos miedo", asegura, "sobre todo después de lo que ocurrió en París".

Perroud cuenta que enseguida llamó a su mujer para informarle de que estaba bien y afirma que no le dijo nada a su hija porque "¿cómo le explicas a una niña de 12 años que no puedes salir porque han decapitado a una persona?".

A Christophe Gérard, sin embargo, la explosión no le sorprendió, a pesar de que le pilló en casa y vive a unos 500 metros del lugar. "Al principio pensé que era otro coche que habían quemado, algo que lamentablemente sucede bastante en esta zona", apunta en referencia a los actos vandálicos que habitualmente se llevan a cabo en los barrios deprimidos de las ciudades francesas.

Saint-Quentin-Fallavier es una pequeña localidad de unos 6.000 habitantes situada cerca del aeropuerto lionés de Saint Exupéry, a pie de la cordillera de los Alpes, y ocupada en gran parte por un inmenso polígono industrial. Gérard no sintió miedo, sino "incomprensión", y tacha de "enfermos" a quienes realizan este tipo de ataques.

La seguridad de una empresa considerada sensible por el carácter peligroso de los productos que almacena, gas y químicos, se cuestiona ahora seriamente.

Para Patrick Bochard, cocinero residente en la localidad vecina de Villefontaine, las bombonas de gas no estaban bien protegidas y no dudó en decírselo personalmente a un portavoz del Ministerio de Interior interrumpiéndole mientras éste informaba a una decena de periodistas.

El presidente, François Hollande, abandonó precipitadamente la reunión de Consejo Europeo en Bruselas tras el atentado y advirtió que es hora de "eliminar a los grupos y los individuos que son responsables de estos atentados".

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