arte

Una historia de fotografía-ficción

  • El alemán Thomas Ruff expone en el CAC sus pistas particulares sobre el futuro de la imagen fija a través de diversas instantáneas de Marte manipuladas a conciencia y completadas con otras miradas al espacio

No obedece el título de esta crítica exclusivamente a la temática espacial, afín al género de la ciencia-ficción, a la que propenden las tres series que componen esta exposición de Thomas Ruff (Marte, el despegue de cohetes espaciales y las constelaciones y estrellas), sino, en buena parte, al sentido ficcional de su última serie, ma.r.s., que ha realizado entre 2010 y 2011 y en la que recupera su interés por la astronomía, patente en las anteriores que aquí se dan cita: Sterne (1992) y jpeg (2007).

Las imágenes que toma Ruff en ma.r.s. están colgadas en la web de la NASA y son fotografías de la superficie de Marte realizadas por una sonda espacial. Éstas fueron realizadas en perpendicular o ángulo recto, por lo que la imagen es plana, sin perspectiva alguna, además de en blanco y negro en la mayoría de los casos. El recurso de apropiarse de fotografías dispuestas en internet para su posterior manipulación lo inició en 1999 con la serie Nudes, en la que imágenes pornográficas se velaban tímidamente. Esas vistas del Planeta rojo que facilita la agencia espacial norteamericana sirven como detonante para imaginar cómo serían esos escenarios marcianos vistos en perspectivas y en color. Para ello opera cambios en la imagen-fuente usando programas de retoque digital. A partir de entonces, la evidencia o material científico adquiere una condición cercana al paisaje, pasando de lo objetivo a lo completamente subjetivo. Añade, por tanto, la dimensión de la profundidad a lo que es una imagen plana y gráfica, con lo que es lo mismo que decir que Ruff trastoca un registro de la realidad. Este carácter ficticio al que llega imposibilita adscribir sus obras a la reproducción de lo visible, sino justamente de lo invisible, de lo que no se ve aunque pueda intuirse, desembocando así en la pura ilusión. De este modo, el artista alemán desdice las convenciones en torno a la fotografía negando algunas de las certezas y especificidades que fueron atribuidas a este medio desde su nacimiento: la facultad de registrar la realidad, la objetividad, la garantía de certeza y veracidad de lo que se ve, la instantaneidad o lo documental. Cuestiones que, por otra parte, han sido puestas en cuarentena y en crisis a lo largo de la propia historia de esta disciplina artística (las perspectivas forzadas, las fragmentaciones o los fueras de campo como recursos formales ya habían hecho descender esa condición verídica casi genética de la fotografía y la habían problematizado).

Leonardo Da Vinci aconsejaba a los aprendices en su Tratado de la pintura que "Cuando miramos a una pared salpicada de manchas o con piedras entremezcladas, si queremos idear alguna escena podremos ver en ella semejanzas con los paisajes adornados de montañas, ríos, rocas, llanuras, anchos valles y grupos de colinas. […] Las cuales, podrás transformar en una forma completa y buena. Todo esto aparece en las paredes de un modo confuso, como el sonido de las campanas en cuyo tañido podemos imaginar cualquier nombre o palabra que se nos antoje." Y continuaba señalando que en esas manchas "encontrarás invenciones maravillosas que despiertan el ingenio del pintor a nuevas invenciones como composiciones de paisajes". Ciertamente, algunas de esas fotografías de la NASA son una suerte de muro cuyos accidentes despiertan el ingenio del fotógrafo alemán, quien actuaría casi como un pintor.

La extremada definición y lo cristalino de esas -en palabras de Da Vinci- transformaciones a las que Ruff llega en ma.r.s. no son garantía de verdad, sólo de cierto grado -muy alto, sin duda- de verosimilitud (lo que se requiere para que la ficción sea aceptada y se asuma como real). Si cuando Magritte escribió en el lienzo junto a su pipa "Ceci n'est pas une pipe" ("Esto no es una pipa") venía a decir que aquello era una pintura de una pipa, ahora cabría decir en relación a ma.r.s. no sólo que "Esto no es Marte", sino que "Esto no es una fotografía de Marte". O tal vez sí, ya que la fotografía en este tiempo ha evolucionado expandiéndose, dejando de ser un medio que registra la realidad con extrema veracidad -como un espejo- a tomarla, operar cambios por distintas vías técnicas y a devolvernos una imagen que deja de ser reflejo de un referente existente.

En ma.r.s. se produce un viaje perceptivo entre lo pequeño y lo grande y entre lo cercano y lo alejado. No poseemos información, no hay paralaje, no existe una simple figura que nos dé la dimensión exacta o real, la escala, de esos paisajes. Así, no sabemos si lo que parece ser un kilométrico desfiladero no deja de ser, por mor del color y los sombreados que añade gracias a la manipulación, una simple grieta, si un montículo una montaña o si una oquedad un inmenso cráter. A veces intuimos que son vastísimas extensiones de tierra cuando, quizás, sean áreas muy limitadas, pero la falta de paralaje y el tratamiento que opera le permite construir paisajes cercanos a lo sublime.

Comparando las nítidas y cristalinas fotografías de la superficie de Marte y las de la serie jpeg, en las que los cohetes espaciales se intuyen bajo los píxeles reduciendo el grado de definición, se produce una curiosa relación. Cuando una imagen fotográfica evidencia el pixelado, es decir, su naturaleza digital, a ese efecto se le conoce como ruido (noise). Ruff parece usar esa característica técnica no sólo como recurso formal, estilístico y excusa para indagar y reflexionar en la condición de la fotografía, sino que parece subyacer un sentido semántico, puesto que intuyendo los cohetes despegar no dejamos de ver el ruido de la fotografía que se corresponde con el ruido de ese momento de eyección, de despegue atronador. Por el contrario, los escenarios marcianos se presentan sin ruido alguno, como nos imaginamos ese espacio solitario y silencioso.

Thomas Ruff, en algunas de las entrevistas que concedió con motivo de esta muestra, hablaba de que ma.r.s. son "las imágenes que están por venir, las que no hemos visto". Ese sentido de lo futurible, de lo hipotético, de lo que sucederá, de la fotografía-ficción al fin y al cabo, me ha hecho recordar la famosa anécdota del retrato que Picasso hiciera a Gertrude Stein en 1906: tras ochenta sesiones de posado, el artista malagueño concluyó el retrato de la poetisa americana. Viendo el escaso parecido consigo misma, viendo que la pintura parecía huir de su acendrada condición de reproducir el mundo visible, Stein señaló a Picasso que ella no se parecía al personaje retratado, a lo que el artista respondió: "Ya se parecerá, Gertrude". ¿Cuántas sesiones harán falta para ver Marte tal como lo intuye Ruff?

Thomas Ruff CAC Málaga C/ Alemania s/n. Málaga. Hasta el 29 enero.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios