Cultura

Apuntes a la banal poética del zombie

  • El próximo 2 de agosto se estrena 'Guerra mundial Z', lectura de la aclamada novela de Max Brooks en la que Brad Pitt se enfrenta a una legión de muertos vivientes

Había algo de sátira en el cine de zombies de George A. Romero, padrino del género y de otros tantos autores que decidieron seguir sus pasos. Porque el parapeto social convierte instantáneamente a una obra mediocre, de sustos fáciles y giros argumentales que rozan la telenovela venezolana, en un relato con trasfondo, aunque esté oculto bajo litros y litros de sangre falsa. Parece mentira, pero esto gusta al otro lado del charco. En EEUU interesa, y mucho, que unos andrajosos muertos vivientes luchen entre sí y esto luzca como una metáfora sobre el agresivo bipartidismo del país. Aquí, sin embargo, ya hemos ensayado con eso y definitivamente España no tiene gancho ni gracia para el género, que ya hemos sobreexplotado hasta la saciedad con un experimento fallido como el que supuso la tediosa e insoportable REC. Con sus dos secuelas, cada una peor que la anterior, ha quedado patente la falta de dinamismo de algunos realizadores para guiar el tema hacia un puerto seguro.

De todas formas, el apocalipsis zombie es algo cínico se mire por donde se mire. El factor sorpresa del género es algo que yace en las memorias de los que idolatraban las peripecias de Romero, o que aún recuerdan las interensantísimas Yo anduve con un zombie o La legión de los hombres sin alma. Hay que agradecerle a la calidad, a la fuerza narrativa y a la elegancia de la serie The walking dead, que los muertos vivientes todavía tengan un sitio en los medios audiovisuales, porque entre la escasa (por no decir nula) sutilidad de ciertas producciones, no está de más decir que el género está en las últimas. Cada ejercicio que pretende inventar algo nuevo, o mantener un espíritu transgresor, acaba por ser un insultante océano de clichés argumentales. Resulta prácticamente imposible conectar con la actualización del género de estos últimos años. Carece por completo del atractivo efectismo del primerizo Zack Snyder con su implacable Amanecer de los muertos, y claro, de la quimera de Romero.

Esta es la situación que precede al estreno de Guerra mundial Z, basada (porque no se trata de ninguna adaptación) en la ingeniosa novela de Max Brooks y cuyo estreno está previsto para el 2 de agosto de este año. Y por si fuera poco, viene arrastrando una serie de polémicas que giran en torno a su producción, como el hecho de que el equipo de rodaje tuviera que volver a rodar una serie de escenas recientemente debido a cambios en el guión de última hora, o como que la película se haya salido del presupuesto inicial, de unos 125 millones de dólares, y ahora ande cerca de los 200 millones. Por no hablar de los innumerables y trágicos despidos que todo ello ha conllevado.

Dirige Marc Forster (Monster's Ball , Cometas en el cielo), interesante cineasta social con buena mano para los matices emocionales, y que, como demostró en la soporífera Quantum of Solace, se le da fatal eso de conducir espectáculos visuales. Se puede decir que lo más frenético y solvente que ha rodado este director son las escenas picantonas de Monster's Ball, e incluso ahí les aportaba cierto simbolismo que resultaba un tanto irritante. A su intenso lirismo le falta la brutalidad de la violencia primitiva. Porque, en el fondo, Guerra mundial Z debería tratarse como un drama individual dentro de uno colectivo, donde el miedo y el horror residen en la espontaneidad y en la furtividad de las miradas de los supervivientes. Todo ello lo despiertan la muerte y la oscuridad que los rodea.

De todas formas, entre tanta controversia girando alrededor de la película, encontramos a Brad Pitt, que ha pasado por unos años en los que ha madurado como actor, y que ahora posee una expresividad tan natural como enigmática. Con Mátalos suavemente dejó clara su faceta de galán de los bajos fondos, y con Moneyball y El árbol de la vida ha pulido una credibilidad que ahora más que nunca podría hacerle realmente merecedor de los elogios que le llovían por sus sosas y deleznables actuaciones de guaperas made in Hollywood. Por ahora, encabeza esa corta lista de intérpretes contemporáneos que han pasado de sus roles de rebeldes inconformistas para dejarle sitio al dramatismo humano.

Ahora bien, Forster y su elitismo intachable tienen un reto complicado, que es amortizar una cinta de resultados sumamente impredecibles, si bien podría suponer un interesante contrapunto al comercial cine de zombies, o un batacazo importante. Todo depende de la fiereza de la tragedia, de la perspectiva que todo el equipo de la cinta desee tomar, aunque, tras tantas complicaciones, el desafío, tristemente, le viene muy grande.

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