Es Carmen Linares (Linares, 1951) dueña y señora del cante merced a una trayectoria que ha hecho del compromiso con la emoción y la belleza, la afinación y la intuición como madres y la conjunción de la raíz y el porvenir sus más logradas señas de identidad. En 1970 grabó su primer disco junto a Juan Habichuela, pero la grabación en 1993 de las Canciones Populares de Lorca la consagró como una de las voces más templadas para el decir del verso. Sus posteriores interpretaciones de textos de Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, José Ángel Valente y Jorge Luis Borges refrendaron su magisterio con éxito. Hoy a las 21:00, la artista presenta en el Teatro del Carmen de Vélez-Málaga su recital Remembranzas, de naturaleza también poderosamente poética, en un acto organizado por el Centro Cultural de la Generación del 27.

-¿Se ha hecho el gusto por cantar versos de grandes poetas más necesario con el tiempo?

-La poesía siempre ha sido una inspiración en todos los proyectos en los que he estado involucrada, desde que comencé grabando las Canciones Populares de Lorca a comienzos de los 90, hasta mi último espectáculo, Oasis abierto, dedicado a Miguel Hernández. Los poetas recogen las letras populares para darle su identidad. La riqueza del flamenco permite cantar las letras populares, que por cierto son maravillosas, y también poder interpretar a grandes poetas como Lorca, Juan Ramón Jiménez y Miguel Hernández.

-Usted ha logrado ganarse el respeto tanto de los defensores de la interpretación más pura del cante como de quienes abogan por una apertura de formas. ¿Dónde está el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo?

-Creo que un artista debe ser libre para expresar lo que lleve dentro, pero ante todo debe conocer la raíz y los cantes. Luego, cada uno que busque su camino, porque como decía Machado: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".

-A lo largo de su carrera ha trabajado con formaciones tan distintas como la Orquesta Chekkara de Tetuán y Los Evangelistas. Pero, ¿en qué formato se encuentra más cómoda?

-Precisamente, el concierto que haré hoy en Vélez Málaga tiene un formato que me encanta. Mis guitarras flamencas, mis niñas haciendo compás y los cantes clásicos con letras cultas. También hay una parte a piano que canto por Miguel Hernández y que disfruto especialmente.

-¿Han cambiado mucho sus referentes desde que empezó?

-Sigo siendo una apasionada de este arte y procuro aprender de todos los conciertos que voy a ver. También me gusta escuchar otras músicas como la copla, la canción de autor y colaborar incluso con otros artistas como Miguel Campello. Lo pasé muy bien participando en su nuevo disco.

-Al mismo tiempo, usted constituye un referente para las nuevas generaciones de artistas flamencos. ¿Qué consejo primordial les brindaría?

-Mi consejo es que luchen por su arte y que continúen, porque el flamenco te devuelve con creces lo que das en el escenario. Es una música generosa y, para mí, la mejor que existe.

-¿En qué medida la vida urbana y sus costumbres han arrebatado al flamenco parte de su esencia primigenia?

-El flamenco es un arte vivo que evoluciona y se adapta a los tiempos. Prueba de ello es que yo sigo encontrando al público joven en mis conciertos.

-Cuando la Unesco declaró el flamenco Patrimonio de la Humanidad muchos celebraron la decisión por la protección que suponía y porque así se reforzaba su universalidad. Pero, ¿realmente, y ya pasado algún tiempo, ha tenido aquello los efectos esperados?

-Creo que al flamenco le falta más apoyo por parte de las instituciones, como lo tienen por ejemplo la música clásica y la opera. El arte flamenco es una seña de identidad de la cultura andaluza y española que triunfa en el mundo entero, pero se ve limitada en nuestro país.

-¿Es la singularidad del flamenco su peor enemigo?

-No, en la singularidad del flamenco está su grandeza que le hace conquistar los teatros del mundo. En un cante por soleá de Camarón o Morente, un toque por rondeñas de Paco de Lucía o Manolo Sanlúcar o un baile de Sara Baras, Rocío Molina, Eva Yerbabuena, Israel Galván o Farruquito. Esos son algunos colores que tiene el flamenco, imagínate lo que nos queda por disfrutar con los antiguos, los que estamos y con los que vendrán. Sin duda el flamenco es universal.