El debut del actor Juan Diego Botto como dramaturgo con Un trozo invisible de este mundo, una dura historia sobre el exilio y la inmigración, cautivó al jurado de la XVII edición de los Premios Max, en la que ganó anoche cuatro de los seis premios a los que optaba en una gala transgresora y cabaretera que puso de manifiesto la excelente salud de la danza andaluza, con premios al sevillano Israel Galván, galardonado por partida triple, y a la granadina Eva Yerbabuena.

Celebrados en el Teatro Circo Price de Madrid y presentados por Jimmy Barnatán, los Max no contaron tampoco este año con la presencia ni del ministro de Cultura, José Ignacio Wert, ni del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle. Uno de los momentos destacados de la velada fue el Max por su Contribución a las Artes Escénicas al sevillano Teatro Central. Manuel Llanes, director de programación de este espacio, recalcó que este galardón "pertenece a todos los equipos que desde 1992 han pasado por el Central y han hecho crecer la exigencia escénica de los ciudadanos andaluces". Llanes reivindicó el trabajo escénico de las comunidades autónomas e invitó a los medios de comunicación a "mirar lo que pasa fuera de Madrid y Barcelona", valorando que premios como éste respalden un trabajo que "fomenta la ruptura del centralismo". Emocionado, este profesional granadino afincado en Sevilla dedicó además su trofeo a tantos directores y programadores artísticos "que siguen sufriendo la falta de respeto por quienes no saben reconocer las exigencias de una profesión bastante desconocida todavía en España".

Las historias de soledad, exilio e inmigración de Un trozo invisible de este mundo, escrita e interpretada por Botto y dirigida por Sergio Peris-Mencheta, se alzaron con los premios a mejor espectáculo, mejor actor, mejor autoría revelación y mejor diseño de iluminación (Valentín Álvarez). Al recoger el premio a mejor autoría revelación, Botto subrayó que la obra era un homenaje a todos los inmigrantes y a la dureza del exilio que vivieron argentinos como su familia, y lo dedicó a una de sus protagonistas, una subsahariana que murió en un centro de internamiento.

Luego, cuando recibió el segundo, defendió que "todos" merecen "el pan, el salario, un techo del que no le desahucien" y "las rosas", es decir la cultura y el teatro, y brindó además ese galardón a los actores en paro, "empeñados en lograr un mundo más digno".

Además del respaldo, ya anunciado, al Teatro Central, fue una ceremonia con notable presencia andaluza. Israel Galván y su montaje sobre el genocidio gitano Lo real/Lo reel/ The real, que estrenó en el Teatro Real de Madrid, fue el vencedor absoluto en el apartado de danza. El coreógrafo y bailarín se hizo con los tres galardones a los que optaba: mejor coreografía, mejor espectáculo de danza y mejor intérprete masculino, que recogieron sus colegas Isabel Bayón, Belén Maya y Cisco Casado, ya que él no pudo asistir porque está a punto de estrenar su próximo montaje. La mejor intérprete de danza fue Eva Yerbabuena por Ay!. Además, el mejor espectáculo revelación recayó en The Funamviolistas, de la empresa sevillana 8co80 Gestión Cultural.

Barcelona, del Teatro Nacional de Catalunya, se quedó con dos premios de los cinco a los que era candidata: conquistó los de mejor autoría teatral, éste en la persona de Pere Riera, que quiso compartir el reconocimiento con los "miles y miles de ciudadanos que murieron en el bombardeo de Barcelona"; y el de mejor actriz, Emma Vilarasau.

Forest, el viaje por tres obras de Shakespeare de Marc Rosich, una coproducción en la que participan, entre otras, la Royal Shakespeare Company y el Centro Dramático Nacional (CDN), logró los premios de mejor composición musical (Maika Makovski) y mejor escenografía (Rebecca Ringst), mientras que El lindo don Diego, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), salió vencedora en las categorías de mejor dirección de escena (Carles Alfaro) y el de mejor figurinista (María Araujo).