Cultura

¿Por qué no vienen a los museos?

  • El responsable del Pompidou y el Museo Ruso, José María Luna, asume como objetivo clave el arraigo local de ambos proyectos, más allá de los porcentajes Pero el reto no es sencillo

En sólo dos días, Málaga se ha convertido en depositaria de unas 250 obras de arte de preclaro interés internacional. El lunes llegaron al Cubo del Puerto, con nocturnidad y alevosía, las casi noventa piezas que integran la colección del Centro Pompidou Málaga, a inaugurar el próximo día 28; y el miércoles lo hicieron a Tabacalera las 168 obras que nutrirán la colección permanente y la primera exposición temporal de la nueva sede del Museo Estatal de Arte Ruso de San Petersburgo, cuya puesta de largo está fijada para el día 25. De un lado, Picasso, Bacon, Khalo, Magritte, Giacometti, Calder y Schnabel, entre otros muchos; del otro, Malevich, Kandinsky, Ivanov, Rodchenko, Brulov y Filonov, sólo por citar a unos cuantos. Algunos artistas, como Marc Chagall, estarán representados en ambos museos con obras irrepetibles. El desembarco, de cualquier forma, se ha producido bastante más tarde de lo que el Ayuntamiento preveía (o deseaba) y eso obliga a trabajar a contrarreloj al personal implicado con tal de llegar a tiempo a las inauguraciones. Vestir dos museos de tal calibre en apenas dos semanas es un reto descomunal que pondrá a prueba la capacidad de técnicos y conservadores, en su mayor parte malagueños , que trabajan bajo la coordinación de José María Luna, responsable de ambos equipamientos en virtud de su función de director de la Agencia para la gestión de la Fundación Picasso Casa Natal y otros equipamientos museísticos (la entidad creada por el Consistorio a partir de la institución de la Plaza de la Merced para la unificación de criterios y esfuerzos en la puesta a punto de todo lo que se viene encima). Entre tanto ir y venir, Luna aprovecha un paréntesis para recibir a Málaga Hoy en la Casa Natal. Confirma que las operaciones de descarga y las primeras evaluaciones del estado de las obras llegadas a ambos museos son satisfactorias y la conversación fluye por varios asuntos, pero lo hace especialmente por el arraigo local de los nuevos espacios para el arte como objetivo esencial; esto es, por la posibilidad de que, más allá de su atractivo turístico, el Pompidou y el Museo Ruso sean también tomados por los malagueños.

Para ilustrar la charla, Luna sostiene en sus manos un ejemplar del libro de Juan Carlos Rico ¿Por qué no vienen a los museos?, una canónica aproximación a la indiferencia con que las comunidades reciben los centros de arte que se instalan en sus ciudades, y que, aunque publicada hace trece años, ofrece conclusiones válidas para el presente. José María Luna subraya como argumento clave de su gestión, con más determinación incluso que su rendimiento económico, la implicación social de los museos; esto es, la afectación que produzcan en sus contextos inmediatos. Pero en una plaza como Málaga no resulta precisamente sencillo: en el Museo Picasso, la gran referencia, la cuota local de visitantes apenas llega al 10%. Además, el alcalde, Francisco de la Torre, ha cantado siempre las excelencias turísticas del Pompidou y el Museo Ruso, pero no se ha mostrado tan contundente con los parabienes que implica per se la presencia de tantas obras maestras en la ciudad. Luna responde con pragmatismo al afirmar que la cuestión no reviste, ni mucho menos, connotaciones de singularidad en Málaga: "Esta misma preocupación existe en todos los grandes museos del mundo. Y hasta cierto punto es normal que los visitantes de fuera sean mayoría: la población local acude a los museos una vez; o, en todo caso, los habitantes de las ciudades saben que los museos están ahí, que no se van a ir, y retrasan sus visitas para más adelante. El turista no puede hacer esto, viene de paso y, si quiere ver un museo, tiene que hacerlo de inmediato. En ciudades de un marcado sesgo turístico como Málaga, que los balances se inclinen por los visitantes en lugar de hacerlo por los residentes es absolutamente natural".

Pero para que el deseado arraigo local ocurra, Luna propone una fórmula que se aplicará tanto al Pompidou como al Museo Ruso: "No queremos distinguir tanto entre públicos de dentro y de fuera, sino dirigirnos, especialmente, a los nuevos públicos. Nuestro trabajo va a consistir, en gran medida, en que quienes no van habitualmente a museos, especialmente los más jóvenes, encuentren atractivas nuestras propuestas. Y esto, claro, tiene consecuencias inmediatas en el entorno inmediato". Luna considera que las previsiones de visitantes para los dos museos (250.000 anuales para el Pompidou y 150.000 para el Museo Ruso) se ajustan a la realidad: "Es más, hemos querido ser moderados al barajar esas cifras, sobre todo en lo que respecta al primer año. Contamos con que el efecto llamada nos permitirá alcanzar esos registros. Y confiamos en que la experiencia nos ayude a incrementar los números en los años siguientes". Eso sí, el director afirma que el éxito de un museo "no debe medirse en función del número de visitantes, ni en términos porcentuales ni en términos absolutos". El mayor reto en este sentido lo representa el Museo Ruso, no sólo porque su propuesta resulta menos espectacular que la del Pompidou en términos artísticos ("Tendremos que hacer más pedagogía", apunta Luna al respecto), sino porque su ubicación fuera del centro obliga a facilitar la movilidad: "Estamos pendientes de alcanzar acuerdos con la EMT, que seguro llegarán. Pero la intención es que los malagueños no lo vean sólo como un museo, sino como un centro cultural al que se puede ir a pasar el día, a asistir a un concierto en familia, a comer en un restaurante. Lo cierto es que de ninguna forma el museo puede ser dependiente del turismo residencial ruso de la Costa del Sol".

Consciente de las críticas vertidas desde no pocos artistas creadores malagueños al hecho de que no se haya contado con el tejido cultural de la ciudad para la puesta en marcha de los museos, Luna recuerda que estas críticas "no son unánimes" y que "ni el Reina Sofía ni el Guggenheim de Bilbao conveniaron nada con los artistas locales cuando se inauguraron". Luna valora más bien la proyección internacional de los técnicos malagueños que trabajan en la organización, conservación y mantenimiento de las obras del Pompidou y el Museo Ruso: "Después de esto, podrán trabajar donde quieran. En París, en San Petersburgo, en Nueva York... Estos museos les van a permitir adquirir una experiencia única, y sólo unas cuantas ciudades en el mundo pueden compararse en este sentido con Málaga". El reloj sigue corriendo, a destajo. Los museos ya están aquí. Para quien quiera verlos.

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