Cultura

El incendio en los sentidos

  • Un Estadio de Atletismo a rebosar y con las entradas agotadas recibió ayer a Maná: una conquista por derecho

Resultaba innegable que había una alta expectación para ver a Maná en Málaga, una ciudad que mantiene una especial relación con la banda mexicana, a la que acoge como una cuestión personal. La historia no ha evitado apuntes trágicos a este enlace: hace quince años, un verano como el que acontece, el grupo ofrecía un concierto en la Plaza de Toros justo la noche en que ETA asesinó a José María Martín Carpena. Los seguidores de Fher y los suyos que salieron de la actuación se encontraron ya en los mismos aledaños de la Malagueta con la noticia: la alegría se esfumó en pesar y consternación para mayor recuerdo de una fecha marcada a fuego en las estrías de la ciudad. Pero ayer la historia fue muy distinta, sin fantasmas ni pesadillas, por más que la memoria reclame lo suyo y la tragedia fuera evocada por más de uno: Maná y Málaga han crecido mucho en estos quince años aunque se siguen queriendo como el primer día. Así lo hacían presagiar, al menos, los fans que cuatro horas antes de la actuación hacían ya cola en el Estadio de Atletismo, espacio recuperado por el Ayuntamiento y Grupo Mundo para conciertos después de que el 101 Sun Festival, que celebrara el año pasado aquí su primera edición, perdiera la ocasión de la reválida. El mastodóntico escenario, engalanado con una tela plateada, coronado con una enorme pantalla e instalado con mimo en los últimos días, encajaba en la dimensión propia de los dinosaurios: Maná regresó ayer a Málaga en el marco de su Cama incendiada tour y lo hizo a lo grande, espantando con voluntad y oficio los malos sueños. Málaga correspondió a la altura: las entradas de las gradas se agotaron (pocas quedaron disponibles en la pista) y el estadio se llenó hasta los topes, rendido a una conquista sin paliativos. Hubo fuego para mucho más que la cama, también para los sentidos, muy a pesar de los atascos y las dificultades que hubo que sortear, a base de paciencia, para llegar al concierto. La historia se reescribió ayer con éxito para ganar el futuro.

Bajo una espectacular iluminación, y con quince minutos de retraso, La prisión abrió un repertorio en el que desfilaron, tal y como había prometido la banda, temas del último disco de Maná, Cama incendiada, y clásicos que fueron coreados hasta la extenuación. Siguió Lluvia al corazón, con el Estadio de Atletismo inundado de pantallas de smartphones donde antaño salían a relucir mecheros, y el saludo de Fher: "Bienvenidos Málaga, un placer". Arriba, en el cielo, una hermosa luna llena se sumaba al desfile de emociones; y mientras tanto, desde el escenario, una pasarela conducía hasta una cama alzada como una isla entre el público. Especialmente mágico fue el momento en que el joven Juan Miguel Carmona, ganador de un concurso radiofónico, fue convocador por el batería de Maná, Álex González (quien de paso hizo un llamamento para que no falten incentivos a la escena musical local), para tocar la guitarra con el grupo: y allí que se incorporó, cumpliendo su sueño. Siguieron Corazón espinado, Cama incendiada (menos coreada, sin remedio, por aquello de la novedad), Eres mi religión, Cuando los ángeles lloran, En el muelle de San Blas y tantos himnos que hicieron de la noche una fiesta para la que no parecía haber fin.

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