Arte

El arte del ornitólogo

  • Sus obsesiones, su talante vital y artístico o la pasión por las aves han llevado a Del Junco a construir un universo que clausura con esta muestra

Se pregunta Juan del Junco en el título de un soberbio políptico compuesto por sesenta fotografías de huevos de aves que qué es primero: el ornitólogo o el artista. Esta cuestión es mucho más que una pregunta retórica o un simple gag, ya que resume la tensión y los polos de la estrategia artística que el fotógrafo jerezano viene llevando a la práctica en los últimos tres años. Esto es, la catalogación, el archivo -figura cara para el arte último-, lo racional, los parámetros convencionales y universales o lo objetivo de la metodología científica de un ornitólogo o un naturalista -las figuras en las que se desdobla Del Junco-, frente a lo subjetivo, puede que la inspiración, lo individual, el hedonismo, lo sensitivo o los valores formales y compositivos del arte. Pregunta igualmente con historia: Karl Blossfeldt, August Sander, el Brassaï de los grafitis parisinos, Bernd y Hilla Becher, Thomas Ruff o Rineke Dijkstra, por citar sólo algunos de los que en el último siglo han aunado objetividad científica y consideración artística, ¿son metódicos botánicos, antropólogos o arqueólogos industriales en pos de la recolección de imágenes-pruebas en trabajos de campo antes que artistas?¿O son artistas antes que científicos?

No obstante, lo que hace Del Junco va más allá de aplicar los sistemas catalogadores y la objetividad propias de la ciencia, los trasciende y subvierte, aumenta la temperatura de la frialdad conceptual y la asepsia con algo que convendríamos en llamar emoción, una especie de alteración y expectación de ánimo, de implicación y compromiso; pero suma más actitudes vetadas en lo científico: humor, ironía, parodia, desacralización e incluso iconoclasia.

De este modo, cuando articula sus polípticos ornitológicos no emula la lógica ordenación de catálogos, colecciones, archivos y bases de datos, como los de la Estación Biológica de Doñana, de donde obtiene parte de su material. No se guía por vectores como la especie, las localizaciones geográficas, la edad de los individuos o fechas de recogida de esas pruebas (huevos o pájaros), sino por cuestiones tan subjetivas, tan arbitrarias e individuales como la belleza, tal como hace en sus Cuarenta y cuatro Buteo buteo ordenados según su belleza; o atendiendo a pautas artísticas que incluso replican la sección aurea del matemático italiano del Renacimiento Luca Paccioli, que señaló los puntos principales de una composición plástica, muy cercanos adonde el fotógrafo concentra los huevos de mayor tamaño de su Epílogo ornitológico sobre lo qué es antes, el artista o el ornitólogo. Ambos extraordinarios, el primero se puede ver en Apocalipsis, la nueva presentación de la colección del CAC Málaga, mientras que el segundo en Viñas. En estos casos, la subversión de las metodologías científicas -o tal vez la dotación de artisticidad a esas prácticas- reside, en buena medida, en la sucesión de fotografías que conforman los polípticos. Estas derivas de la ciencia en el arte no son nuevas. En su proyecto Del naturalista a lo habitado (2008), usaba sistemas de recogida de datos en la Naturaleza de modo que amparaba narraciones artificiosas y caprichosas. Además, a lo largo de su trayectoria, Del Junco se ha interesado por la taxonomía en una especie de clasificación irónica de las personas y sus hábitos que, como si se tratara de un naturalista, observaba en la sociedad.

Por otra parte, en Painter (políptico de 25 fotografías) y en Time after time, el fotógrafo se muestra como un operario de imágenes-ya-dadas. Del Junco realiza un juego iconoclasta y una parodia de la pintura de acción, del dripping (el goteo de Pollock), del Expresionismo abstracto o del Informalismo en vertientes como la gestual y el tachismo, al tomar fotografías de excrementos de aves sobre distintas superficies. Uno no puede dejar de esbozar una sonrisa al tiempo que recordar a un Oscar Wilde que, en La decadencia de la mentira, afirmó que la "Naturaleza imita al arte". Tal vez se halle detrás de la especialísima mirada del fotógrafo a ese alivio de la avifauna convertida en pollocks, motherwells o feitos, la misma actitud desacralizadora de Niki de Saint Phalle, quien en los sesenta disparaba con carabinas a globos de pintura de modo que, al derramarse aleatoriamente sobre el lienzo, realizaba una parodia de la sublime, existencial y atormentada pintura de la posguerra mundial. Esa vis desacralizadora tampoco es nueva en el jerezano, así lo atestiguaría la gamberra aventura de The Richard Channin Foundation, de la que fue cofundador. O quizás, lo que camufle el artista es una especie de manifestación revanchista, tan excrementicia como molesta, de la irreductible presencia de las aves en nuestro entorno por más que hagamos por expulsarlas o por no respetarlas. Algo de eso también hay en sus Sí-lugares, ocho nidos de cigüeñas en perfecto estado que permanecen nidada tras nidada, migración tras migración, coronando un maravilloso edificio en ruinas. Así pues, metáfora e ironía en imágenes que pueden constituirse en una declaración de principios respecto a lo medioambiental y un posicionamiento contra un trayecto de la fotografía última que atendía a descampados y construcciones ruinosas.

El que esto escribe tiene la constante sensación de encontrarse en la sala ante una suerte de autorretrato de Del Junco: sus obsesiones, su talante vital y artístico o la pasión por la ornitología que le ha llevado a construir un universo y una estrategia afortunada que con esta muestra decide clausurar.

A aquella pregunta que se formulaba Juan del Junco y con la que abríamos la crítica -¿qué es antes el científico o el artista?-, yo tengo mi respuesta: Juan: artista.

Juan del Junco Galería Alfredo Viñas. José Denis Belgrano, 19-1º, Málaga. Hasta el 29 de junio.

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