Cultura

"Por mucho que el personaje sufra, el actor debe disfrutar"

  • La intérprete malagueña estrena mañana en el Teatro Cánovas 'Lo que queda de nosotros', una comedia sobre el desamor de Daniel de Lima contra la indiferencia

En Ay hafa drim, el primer trabajo con su proyecto Producciones Alfresquito, Virginia Nölting se dirigía al público en plan cabaretera y decía: "¿No me reconocen? Yo salí en Arrayán". Los más afortunados la reconocerán, sin embargo, por sus trabajos en compañías como Animalario (Marat-Sade y Argelino, servidor de dos amos), Laví e Bel (Cabaret Caracol, Cabaret Nómada) e Histrión (Cada mochuelo a su olivo). Es una de las mejores actrices del panorama escénico nacional y, aunque muchos aún no se han dado cuenta, sus ojos, enormemente expresivos también detrás de un café, encierran una sabiduría teatral rara de encontrar en estos días. Mañana a las 21:00, y durante todo el fin de semana, estrena en el Cánovas de nuevo con Alfresquito Lo que queda de nosotros, una pieza de Daniel de Lima dirigida por Vanessa López y Pablo Lomba.

-¿En qué medida es este nuevo trabajo una continuación del anterior, Ay hafa drim?

-No tiene nada que ver. Aquí se trata de defender un texto escrito para el proyecto y seguimos una línea distinta: en Ay hafa drim abordamos un trabajo más abierto, más de creación colectiva, yo planteaba las ideas que quería plasmar, como la soledad, paso del tiempo, y lo mezclábamos con un espectáculo cabaretero. Esto es otra cosa, me enviaron el texto y decidí montarlo sin tener confirmadas las ayudas. Si no lo hacía, se me caía de las manos. Afortunadamente, las ayudas de la Junta llegaron.

-¿Por qué Una comedia sobre el desamor, como reza el subtítulo?

-Tenía claro que quería hacer un montaje sobre el amor. Soy plenamente consciente de que ya lo ha hecho todo el mundo, pero me dije que yo no iba a ser menos. Hemos perfilado un trabajo muy serio con el espacio, lo hemos reducido de una manera física pero también simbólica para representar lo que ocurre con una pareja que se ahoga. En realidad todo el montaje es muy físico: yo no soy bailarina, pero tengo un gusanillo desde hace tiempo y me apasiona el movimiento como elemento escénico. Quería que la expresión corporal lo guiara todo aquí, y pronto tuve a la persona idónea para profundizar en ello, la bailarina malagueña Vanessa López, que tiene ideas muy interesantes sobre el movimiento actoral. A partir de ese trabajo físico abordamos el texto, que es muy concreto, dice las cosas muy claras, y presenta unos personajes que el espectador puede reconocer. Por ello llevamos a cabo una investigación para que el texto resultara lo menos artificial posible, buscando un lenguaje propio. No nuevo, porque ya está todo inventado, pero al menos nuestro. Ha sido una experiencia muy enriquecedora y me ha permitido trabajar el texto con mucha verdad sin que me traspasara, sin que tuviera que llevármelo a casa metido en la mochila.

-¿Nada entonces de la dichosa cuarta pared?

-No hay una cuarta pared pero tampoco bajamos al patio de butacas. No hay una interacción con el público. Lo que ocurre es que el texto, al ser tan directo, tan de tierra, resulta muy fácil de interiorizar para el actor y de enviar al público. En pocos espectáculos puedes pensar como espectador "yo he vivido cosas así", aquí sí. Pretendemos que la obra deje alguna huella, que incluso la gente que la vea piense en sus propias relaciones.

-¿Calificar de comedia esta propuesta es entonces una ironía?

-La comedia está implícita en el texto. Soy consciente de que lo de Una comedia sobre el desamor puede llevar a algunos a pensar en una comedieta de tresillo, pero no es el caso. Es una comedia, pero no contamos nada que provoque la risa, aunque haya momentos que puedan ser interpretados desde fuera con ojos más relajados. En realidad el argumento está articulado en torno al tiempo, en torno a las conexiones del presente y el pasado. Podíamos haber tomado, de hecho, cada uno de estos elementos por separado y haber hecho dos obras, pero en ese flujo descansa el sentido del montaje.

-Después de haber trabajado con Animalario, ¿no le habría resultado más fácil montar una obra como ésta en Madrid?

-No. Trabajar con Animalario ha sido una experiencia maravillosa, y tener una temporada en el María Guerrero con funciones de martes a domingo ni te cuento. Pero cuando eso termina, cuando pasan los meses y nadie te llama, comprendes que no puedes seguir esperando y tienes que moverte. Y tenía que hacerlo en Málaga, donde disponía de la gente precisa y el sitio necesario. En Madrid todo el mundo anda demasiado ocupado y no podía plantearme tirar de esto yo sola. Aquí se me abrieron todas las puertas. Si tuviera veinte años podría cometer una locura, pero la vida ahora me pide otra cosa.

-¿Tomó Antonio Banderas alguna represalia por Ay hafa drim?

-No, y eso que la historia de la bata es completamente cierta. Me compré una carísima para una prueba de El camino de los ingleses que concertaron conmigo, luego lo suspendieron todo y ni me avisaron. Me quedé con la bata tirada en casa y decidí meter aquello en la obra. No puedo decir que Banderas quedara conmigo muy bien. Pero vaya, luego vino a vernos Antonio Meliveo, su mano derecha, y parece que le gustó bastante.

-¿Cómo piensa en el público antes de salir al escenario?

-Depende de la obra. Y de la ciudad. Sé que en Málaga conoceré a casi todo el mundo. Pero eso no tiene que ser necesariamente bueno.

-¿Hay un método Nölting?

-Tal vez.

-Defínalo.

-Creo que, por mucho que el personaje sufra, el actor debe disfrutar siempre, sin que eso menoscabe la verdad. No comparto la idea de que los métodos más próximos a la tortura son los más auténticos.

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