Provincia

A la luz de la luna en Antequera

  • La ciudad del Torcal ofrece un verano más los paseos nocturnos donde se contemplan monumentos o se reconstruyen costumbres y tradiciones de hace siglos con la puesta del sol o iluminados con velas

Un año más, Antequera se entrega al embrujo de la luz de la luna. El embrujo del atardecer acompaña durante un agradable paseo por las calles y callejuelas que conducen hacia las puertas de la Alcazaba antequerana. A su lado, imponente, la colegiata de Santa María. Y en el recorrido un gran menú de historia entre iglesias, casas palacio o el propio museo municipal, que alberga algunas de las grandes joyas de la ciudad del Torcal. El ameno camino conduce hasta la muralla cuando el sol comienza a ponerse sobre el horizonte, invadiendo el color rojizo y la penumbra el paisaje, las calles y las torres de las numerosas iglesias de la ciudad.

Y mientras el sol se marcha y comienza a tomar su relevo la luna, la puerta de los Gigantes sirve de paso para adentrarse hacia el recinto amurallado. Tras pasar la puerta de entrada a la Alcanzaba, una voz dulce recibe al visitante con un saludo en árabe: "Salam alekum". Para entonces el visitante ya ha sido abducido por la historia y la recreación histórica que comienza a vivir. Lo primero una limonada con hierbabuena para refrescarse del caminar, casi siempre empinado, para llegar al recinto amurallado. A partir de este momento se inicia el recorrido, salpicado por la presencia de personas de la época. Cristianos y musulmanes que van dado vida a unas paredes y jardines que en algún momento de la historia vivieron momentos parecidos. Presos que penan sus delitos, mujeres que venden sus productos de la huerta o costureras que ofrecen sus mejores ropas. En las torres esperan algunas de las grandes sorpresas. El alcaide, Al Karmen, meditando entregar la llave de la ciudad al Infante Don Fernando que la asedia, su leyenda y consulta con la cara oculta de la luna o la presencia del propio Infante una vez que toma la ciudad. Todo ello acompañado por el ambiente que crean las antorchas y velas que iluminan el monumento y el broche final de una cena de la época.

Pero la visita a la Alcazaba no es la única opción. También se puede optar por una cena sensorial en el interior de la colegiata de Santa María, una experiencia difícilmente igualable, en un marco único, y que te obliga a dejarte llevar como único guía por los sentidos.

Por su parte, los amantes de la naturaleza también tienen la posibilidad de disfrutar de un paraje como el Torcal en pleno verano. Una ruta nocturna por algunas de las zonas más interesantes del parque natural, una cena al regreso y como postre una clase magistral de astronomía con observación incluida.

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