España

Dos barrios y una amenaza

  • De la Cañada del Hidum, en Melilla, y de El Príncipe, en Ceuta, han salido más de la mitad de los 'yihadistas' españoles identificados para combatir en Siria e Iraq

La melillense Cañada del Hidum, también conocida en su día como la Cañada de la Muerte, y el barrio ceutí de El Príncipe tienen muchas cosas en común. Para empezar, su origen. Ambos son núcleos de población que crecieron en los márgenes de las dos ciudades africanas españolas como chaboleo que acogía a la creciente población musulmana en los años 70 y 80. Ambos se fueron organizando a su manera y en ambos destacaban los buenos coches sobre el miserable aspecto urbanístico. En ambos se combatía la droga desde la mezquita. En ambos fueron aumentando las mezquitas. Ambos tienen una de las mayores tasas de paro de Europa con un desempleo juvenil de más del 60% y un fracaso escolar superior al 50%. En ambos tienen puestas cruces los servicios de espionaje marroquíes y el centro de coordinación antiterrorista español. De ambos han salido para las guerras de Siria e Iraq más de la mitad (algo más de 30) de los combatientes yihadistas españoles que se encuentran identificados.

En estos dos barrios también hay historias paralelas, como la de Benaigssa Laghmouchi Baghdadi, que ponía un puesto de bocadillos junto a una mezquita de Melilla, y Karim Abdesalam Mohamed, criador de pollos en El Príncipe. Ambos fueron detenidos en 2013 y 2014 como ojeadores para identificar a personas suceptibles de acudir a las guerras santas. A Benaigssa se le acusa de enviar a 26 guerreros a Mali y Libia; a Karim de haber enviado 12 a Siria, de los cuales tres murieron inmolándose en atentados suicidas. Los dos, según las investigaciones, eran enlaces de redes superiores. El primero regresó a Melilla tras una estancia en campamentos de adiestramiento en Mali; el segundo trabajaba para Ismail Abdelatif Alla, que vivía en Bélgica, pero que se movía como pez en el agua por El Príncipe.

Estos dos focos son los que más preocupan a los expertos antiterroristas, que han destinado a Ceuta y Melilla especialistas con experiencia en países donde el fanatismo islámico ha calado hondo en sus sociedades, como Mali o Afganistán. Desde que el ex juez Baltasar Garzón puso en marcha la operación Duna en 2006, que se centraba en el caldo de cultivo del yihadismo en estos dos barrios africanos de soberanía española, la vigilancia sobre esta amenaza se ha convertido en objetivo prioritario, pese a que en El Príncipe aún espera que se instale la comisaría prometida.

Los recursos contra el terrorismo islamista se han multiplicado. Entre Guardia Civil, Policía Nacional y Cesid tienen destinados 3.000 agentes en exclusiva a la prevención de atentados de este corte, pero las asociaciones vecinales de estos barrios consideran que esos recursos también tendrían que ir a mejoras sociales que apartaran a los jóvenes de la tentación de la aventura. Abdelmalik Mohamed Amar, que preside el club Residentes Ceuta, cree que "los jóvenes se van a la yihad porque sienten que sus vidas ya no tienen sentido, no tienen futuro". Esto sucede a ambos lados de la frontera. Carola García-Calvo, investigadora del Instituto Elcano va un poco más allá en el perfil de los que se creen guerreros de Alá: "Son una segunda generación de emigrantes, ya nacidos en España, con una grave crisis de identidad".

Laarbi Mateis, que preside la Unión de Comunidades Islámicas de Ceuta, lamenta que dentro de esa política se estrangule económica mente a las asociaciones musulmanas de Ceuta y Melilla, cuando está convencido de que "la mezquita es un muro de contención contra el fanatismo. El adoctrinamiento circula en redes sociales, no en las mezquitas".

Un informe del Consejo Asesor de Seguridad Exterior de Estados Unidos ha mostrado su preocupación por un incremento del yihadismo en las dos ciudades españolas, filtrado desde Tetuán en Ceuta y desde Nador en Melilla. Es por ello que ha pedido a las autoridades marroquíes y españolas que redoblen su colaboración, algo que ambos países han hecho, al punto que miembros del servicio secreto marroquí se mueven por territorio español con consentimiento del Gobierno .

La identificación de estos reclutas y de los otros jóvenes de ambos lados de la frontera con los que se conectan a través de las redes son una prioridad de las fuerzas de seguridad españolas porque de ahí, como explica un Guardia Civil, nacen los "lobos solitarios y las manadas". España no quiere ofrecer una imagen de alarma inminente, pero agazapada en barriadas que no acaban de salir de su aislamiento se encuentra la amenaza.

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